Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de enero de 2010.
Las grandes ideas no son monopolio de filósofos. Los debates más importantes han pasado a la literatura. La complejidad del bien, por ejemplo, se entiende mejor en Tolkien que en Heidegger.
Las grandes ideas no son monopolio de filósofos. Los debates más importantes han pasado a la literatura. La complejidad del bien, por ejemplo, se entiende mejor en Tolkien que en Heidegger.
José Ramón Ayllón, Tal vez soñar. La Filosofía en la gran literatura. Ariel, Barcelona, 2009. 136 pp. 15 €
Los cambios en las leyes de educación han supuesto, en los últimos años, variaciones en la distribución de asignaturas, en sus nombres y en sus contenidos. El más polémico de esos cambios en la ESO y en Bachillerato ha sido la aparición de la llamada Educación para la Ciudadanía. Sin embargo, aunque los cambios han sido a peor si hablamos de la cantidad y calidad de los conocimientos de todo tipo que los estudiantes españoles llegan a adquirir en el curso normal de los acontecimientos, algo bueno sí ha sucedido. Y es que los docentes –algunos de ellos- han tenido que reflexionar sobre sus propias asignaturas, sobre la transversalidad de ciertos conocimientos y sobre la complejidad de la enseñanza en su conjunto.
José Ramón Ayllón ha sido uno de éstos. Novelista además de escritos, en los últimos años nos ha proporcionado dos textos sobre las asignaturas a las que él se dedica, Historia de la filosofía y Filosofía y ciudadanía. No eran estrictamente hablando libros de texto sino reflexiones sobre esas materias desde su propia opinión personal. Ayllón ha ido en 2009 un paso más allá, siempre con Ariel, y ha presentado un magnífico librito en el que explora uno de los tabúes de nuestros Institutos y Universidades: cómo puede trabajarse con dos materias a la vez, y cómo puede esto no resultar ni rutinario ni estéril… siempre que el docente quiera, pueda y sepa.
Ayllón trata en este caso algunos de los grandes temas de la filosofía, de la que se enseña en los Institutos y de la que no se llega ya a tratar, recurriendo a ejemplos de la literatura más conocida por una u otra razón. Así, en lugar de utilizar sólo una exposición sistemática de cada uno de los asuntos según su propio punto de vista, emplea ejemplos tomados de la gran ficción de todos los tiempos, para plantear al alumno las cosas de un modo que resulta más grato y menos arduo. De este modo, se habla de la naturaleza del hombre en Homero, de la inteligencia en Robinson Crusoe, de la verdad en El Quijote, del amor en El Principito, de los sentimientos en Ana Frank, de la amistad en Etty Hillesum, de la familia en Delibes, de la ciencia en Julio Verne, del comunismo en Orwell, del darwinismo en Jack London, del superhombre de Nietzsche en Crimen y castigo, del mal en El señor de las moscas, del bien en El Señor de los anillos, de la muerte en Hamlet o de Dios en Dostoievski.
Es un intento logrado de hacer algo que en nuestro país es poco habitual, que es no sólo coordinar dos materias sino apoyar una en otra. Las grandes escuelas británicas siempre han trabajado con sus alumnos de manera transversal, como por otra parte hizo la Compañía de Jesús; y durante un siglo en Italia el docente de filosofía y el de historia ha sido el mismo, ya que los programas de las dos materias corren a la par. Ayllón intenta promover entre nosotros la unidad del saber, algo que sin discusión sería bueno para los alumnos pero que los intereses sindicales, ministeriales, autonómicos o simplemente cerriles harán difícil. Aun así, aprovechen ustedes la oportunidad, porque difícilmente un alumno inteligente será impermeable al debate sobre el bien y el mal en la persona de Frodo Bolsón. Bostezará menos que ente la consabida murga clerical, progre o, peor aún, progre con formación clerical.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de enero de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/aprenda-pensar-tolkien-grandes-libros-grandes-principios-104191.htm