¿Un animal desnudo y caprichoso o un hombre libre con derechos?

Por Pascual Tamburri Bariain, 7 de febrero de 2010.

Darwin es polémico siglo y medio después de El origen de las especies. Para unos toda duda es un acto de fanatismo religioso, para otros el nuevo dogma es causa de muertes y dolor.

Darwin es polémico siglo y medio después de El origen de las especies. Para unos toda duda es un acto de fanatismo religioso, para otros el nuevo dogma es causa de muertes y dolor.


Jerry A. Coyne, Por qué la teoría de la evolución es verdadera. Crítica – Drakontos, Barcelona, 2009. 370 pp. 24,90 €

¿Está «en crisis» la teoría de la evolución? Si uno escucha y lee la divulgación científica en España, si uno analiza los planes de estudio oficiales o si simplemente conversa sobre el asunto con personas cultas de clase media o alta, urbana, hay que dudarlo. Entre nosotros en realidad –al menos hasta hace muy poco- la evolución de las especies vivas, incluyendo la humana, no es una teoría científica sino un hecho incontrovertible, una afirmación de principio de la que se deriva multitud de consecuencias. Aquí mismo, en esta sección, hemos tenido que acoger un debate encendido en el que para muchos incluso llamar teoría a la evolución natural es un insulto a la Ciencia, así, con religiosa mayúscula. Pero el debate en otras latitudes es más rico en matices y no está, ni mucho menos, cerrado.

Crítica ha traducido recientemente en España un libro del profesor norteamericano Jerry Coyne escrito en abierta polémica con los creacionistas y, en especial, con los defensores del llamado «diseño inteligente». En Estados Unidos, pero también en el mundo musulmán y en crecientes espacios de la sociedad europea, la evolución se ha puesto en discusión. Para entender esto conviene recordar que la teoría de Charles Darwin para explicar la diversidad de la vida sobre la Tierra ha sido sacada del ámbito científico y convertida en dogma de una nueva religión laica que hace el inmanentismo una cuestión de principio. Y mientras que para las grandes religiones –ciertamente para el catolicismo- el evolucionismo es una respetable posibilidad con buenos argumentos a su favor en su propio ámbito, el dogmatismo cientifista –que no es ni científico ni de todos los científicos- descarta la existencia de lo sobrenatural. Así que Coyne participa en una polémica en la que el dogmatismo de una de las partes (que efectivamente reconoce afirmar dogmas) sirve de excusa para el de la otra.

El libro de Crítica es ameno, grato de leer por el no especialista y lleno de información interesante que una persona culta de finales del siglo XXI no puede ignorar. Si uno quiere encontrar una defensa inteligente y apasionada del darwinismo Coyne es quien mejor puede darla. Su empeño culmina, sobre todo, en un intento bien logrado de que el evolucionismo no cause temor: la evolución naturalista no tiene por qué derivar en consecuencias aplicadas al estudio de la historia, de la moral, de la familia o de la medicina. Es más, parece concluir Coyne, la grandeza de lo humano radica precisamente en la capacidad, que obviamente ninguna otra especie tiene, de comprender el mundo y de añadirle más belleza.

Si esto fuese todo no habría problemas como los que en realidad hay. Uno podría aceptar la teoría de la evolución –sabiendo que, técnicamente y por muchas pruebas que se aporten, puede que nunca deje ese nivel científico- y entenderla compatible con una explicación trascendente de la realidad y con una moral individual y social no materialista. Pero el hecho es que, ya desde Darwin, del darwinismo científico ha surgido un darwinismo ideológico que hoy es parte del progresismo en sus distintas versiones. El renacer del creacionismo literal tiene aquí su explicación: una cosa es aceptar que Dios se sirvió de la materia para crear al hombre de un modo evolutivo, darwinista, en lugar de con el bíblico y simbólico barro, y otra bien distinta convertir en regla de vida y de interpretación del mundo la lucha por la vida, la selección natural y demás.

Los equívocos han sido muchos, y los complejos también. La gran novedad del darwinismo ha inundado la mentalidad occidental durante dos siglos. Los liberales más superficiales se hicieron darwinistas sociales –y lo siguen siendo, con ejemplos recientes y reiterados aplicados a la libertad de mercado-, los racistas socialdarwinistas –y de ahí el fracaso el nacionalsocialismo-, el materialismo marxista también se emparejó perfectamente con esa lectura –y pese a 1989 la pesadilla no ha terminado-; todo esto en nombre del Progreso, de la Verdad… y de la Ciencia como nueva fuente de dogmas inapelables. Hasta el padre Teilhard de Chardin S.J. fascinó a varias generaciones con su idea de continuidad absoluta e indisoluble entre la materia y el espíritu en lo humano, y su ideal de progreso terreno de la humanidad (una evolución, en suma) que culminaría en un punto Omega…Una teoría semejante supone el abandono o la transformación completa de la doctrina cristiana, y tanto más de la católica. No es de extrañar que la exageración del darwinismo haya llevado a la reacción opuesta; algo que se puede entender muy bien leyendo a Coyne, y que explica muchos otros males que padecemos en nuestro tiempo.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 7 de febrero de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/animal-desnudo-caprichoso-hombre-libre-derechos-104844.htm