Por Pascual Tamburri Bariain, 5 de marzo de 2010.
Hay culturas y son diferentes. Hay países y se enfrentan. Pero hay experiencias, sentimientos, ideas y vivencias inherentes a la naturaleza humana, pese a los talibanes de todas partes.
Hay culturas y son diferentes. Hay países y se enfrentan. Pero hay experiencias, sentimientos, ideas y vivencias inherentes a la naturaleza humana, pese a los talibanes de todas partes.
Naguib Mahfuz, La epopeya de los Harafish. Traducción y notas de María Luisa Prieto. Martínez Roca – Planeta, Madrid, 2010. 416 pp. 19,50 €
Muchas veces, a lo largo de estos últimos años, me he visto casi obligado a relacionar trayectorias humanas de nuestro tiempo con los Buddenbrook de Thomas Mann o los Rougon-Macquart de Émile Zola. Da igual si se trataba de pensar en los personajes de la gran historia o pequeños acontecimientos de la vida social y familiar. Las grandes sagas de nuestra literatura han sabido mostrar el ascenso, el esplendor y la decadencia de las familias, así como las grandezas y las miserias de los europeos. Vivimos en una comunidad de santos y de pecadores, de soñadores y de rastreros, de comerciantes y de pródigos, de generosos y de avaros. Y esa variedad no sólo se ve en un momento, sino también en la sucesión de generaciones, pues cuántos ricos mercaderes son nietos de menesterosos, cuántos nobles blasonados olvidan los negocios burgueses de donde salió su riqueza, cuántos pretenciosos presumen de glorias familiares qué sólo conocen en la parte que les conviene.
Es una constante de nuestro modelo familiar occidental, quizás no sólo en los tres siglos que llevamos de predominio burgués pero sí seguramente acelerada en ellos. Bajo un mismo techo y un mismo nombre conviven tipos humanos dispares, incluso opuestos, desde el héroe al cobarde, desde el loco al sabio, de la santa a la prostituta. Esa variedad, extendida en el espacio, en el tiempo, en una familia y hasta en el alma de un mismo personaje, se ha entendido desde el realismo como una de las grandezas también de nuestra literatura, española o rusa, alemana o francesa. Pero ha surgido un nuevo desafío.
Fallecido en 2006, Nobel en 1988, Naguib Mahfuz lo ha sido todo en la literatura árabe y egipcia. Conocedor de su país, de sus ritmos, de sus tradiciones y de su vida, los retrata en toda su obra. El ambiente nos es por entero ajeno, como europeos. Sin embargo hay algo que es universal y que resulta enormemente familiar en la ficción de Naguib Mahfuz.
Martínez Roca, que edita ahora por primera vez toda la ficción del gran egipcio, nos ofrece en La epopeya de los Harafish mucho más que un retrato costumbrista de un Egipto intemporal. Ashur al Nayi es el primero de una saga que engancha al lector, y que si nos abstraemos de turbantes, narguilés y mezquitas podría ser española o alemana. Estamos ante una novela de las que marcan al lector, llena de muertes, traiciones, destierros, venganzas, lecciones no aprendidas, tragedias… y vida, entre poderosos y miserables harafish. Y con una lección que supera todas las barreras esencialistas: el camino de la voluntad, si se encuentra con el de la bondad, puede llevar a la gloria que la envidia, el rencor y la codicia no alcanzan.
La historia de la familia Nayi tiene su lugar por derecho propio en la literatura universal; y es en sí misma una buena vacuna para evitar pensar, como nuestros burgueses europeos, que un país, una civilización, una persona o una familia pueden quedar eximidas de ciertas constantes universales. Mahfuz también nos sirve para entender Europa.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 5 de marzo de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/todo-tenemos-comun-musulmanes-llenaria-muchos-libros-105459.htm