Por Pascual Tamburri Bariain, 7 de marzo de 2010.
Ignorar la identidad de los Estados Unidos en 2010 es como no saber inglés: una opción libre que no lleva a ninguna parte. Pero los españoles necesitan además conocer la historia americana.
Ignorar la identidad de los Estados Unidos en 2010 es como no saber inglés: una opción libre que no lleva a ninguna parte. Pero los españoles necesitan además conocer la historia americana.
Aurora Bosch, Historia de los Estados Unidos, 1776-1945. Crítica, Barcelona, 2010. 608 pp. 22,50 €
Estados Unidos crea, fuera de sus fronteras, una cierta esquizofrenia. Por un lado, está de moda y es políticamente correcto a varios niveles criticar y despreciar el pasado, el presente y el futuro de la identidad norteamericana. Así lo hacen, obviamente con puntos de vista muy diferentes, talibanes y progres, nostálgicos y Al Qaeda, rusos y británicos. Pero por otra parte lo mismos que menosprecian lo americano no saben vivir si al menos una parte de ello, sea el cine, la comida, el comercio, el capitalismo, la sociedad de consumo, los vicios, las virtudes o la misma democracia. La explicación de ese amor y odio inseparablemes sólo se encuentra en el pasado de los mismos Estados Unidos.
América es hoy el imperio. Un impero «cartaginés» y no «romano», como con acierto e ingenio se ha dicho al menos desde la Primera Guerra Mundial, pero imperio al fin y al cabo. Es el imperio universal de nuestro tiempo, y negar la evidencia, que afecta a cada momento de nuestras vidas y hasta de nuestro pensamiento, sería una necedad incalificable. Cosa distinta es qué juicio de valor tenga cada uno sobre ese imperio –que lo es en todo menos en el nombre-, sobre sus méritos y deméritos, sobre su contenido ideológico o sobre su futuro. Y tan necio como negarlo sería juzgarlo sin conocer su pasado.
Aurora Bosch ofrece ahora en rústica un libro decisivo que Crítica publicó por primera vez en 2005. Y es un buen libro que merece en efecto ser accesible a todos, porque todos vivimos bajo el mismo poder y nos nutrimos de su imagen, de sus símbolos y de sus recuerdos. Buena conocedora de Norteamérica, escribe sin embargo evitando una simple traducción de las historias americanas hechas por y para estadounidenses: el primer y principal mérito de Bosch es escribir como española y para españoles, iluminando aspectos que los norteamericanos consideran tan evidentes que ni escriben sobre ellos, y entrando en otros que la propia memoria norteamericana evita tocar.
Porque la memoria y la historia, aunque remotamente parten de los mismos hechos, recorren caminos diferentes. Para entender la historia americana Bosch dedica la misma atención a los acontecimientos del pasado y a su repercusión y rememoración posteriores, que han configurado una identidad y que a su vez han tenido importantes consecuencias históricas. La profesora Bosch nos explica, en un libro de alta divulgación que evidentemente supuso una enorme tarea de investigación aunque no incluya la farsa de citas requeridas ahora por la ANECA, no sólo qué sucedió en el primer siglo y medio de historia americana, sino además qué se recordó y cómo de todo aquello.
Es natural que el lector culto comparta algunas valoraciones de la autora y disienta de otras, ya que la profesora Bosch no oculta su planteamiento progresista. Sin embargo, como suele suceder a quienes conocen los Estados Unidos en directo, es respetuosa incluso con las decisiones colectivas de nuestro gran aliado que ella juzga negativamente. Es un mérito que debe ser subrayado también. En las páginas de Bosch entenderemos cómo Estados Unidos se construyó y se vio a sí mismo como una realidad excepcional en la historia, como una culminación de la misma, y esto ya en el siglo XVIII. Probablemente la generación de Lafayette tuvo algunas culpas de los síntomas inquietantes que Tocqueville notó después, pero todo ello, en su amplia diversidad, fue y es América: una gran potencia individualista, progresista, capaz de fijar la felicidad como su meta y la riqueza como garantía de la libertad y de la misma felicidad. Estados Unidos es a la vez la primera potencia moderla, revolucionaria, y una de las que hoy mejor conserva ciertos principios uropeos tradicionales referidos a la libertad y a la subsidiariedad, por ejemplo. Si no conocemos cómo se fraguó esa gran nación n podremos entender cómo se convirtió después en lo que hoy es.
Un defecto importante del libro de Bosch es que necesita, con certeza, una segunda parte. Una vez que la generación del primer Roosevelt se lanzó al imperialismo –eso sí revestido de democracia-, y después de que Woodrow Wilson asociase su ideal democrático al resultado de la Primera Guerra Mundial (dando como resultado la segunda, por cierto), hay que entender cómo los norteamericanos, sinceros defensores de la democracia, se convirtieron en dueños del mundo, repartiéndoselo sin escrúpulos en 1945 con la tiranía soviética y derrotando finalmente a ésta en 1989. Después de todo eso y conociendo su visión de su pasado, a nadie extrañará la sorpresa y la indignación de los norteamericanos cuando no todo el mundo aplaude siempre su presencia imperial libertadora…
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 7 de marzo de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/como-construye-defiende-vende-imperio-democratico-105510.htm