Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de abril de 2010.
A menudo damos por sabida toda la historia de nuestro país. Pero España es, para muchos, ‘discutida y discutible’. Una nueva síntesis interpreta el pasado explicando el presente.
A menudo damos por sabida toda la historia de nuestro país. Pero España es, para muchos, «discutida y discutible». Una nueva síntesis interpreta el pasado explicando el presente.
Pío Moa, Nueva Historia de España. De la II Guerra Púnica al siglo XXI. La Esfera de los Libros, Madrid, 2010. 904 pp. 29,50 €
Pío Moa es uno de los nombres más citados y uno de los hombres más polémicos de eso que algunos llaman la «caverna mediática». No deja de tener su gracia, porque si bien es cierto que Moa fue marxista y miembro del terrorista GRAPO no lo es menos que para otros haberlo sido se ha convertido en tarjeta de visita. La diferencia entre Moa y sus excompañeros que siguen en la izquierda es otra: el escritor ha cambiado su visión del mundo y se ha hecho divulgador de muchas ideas políticamente incorrectas que pocos se atreven a proclamar, aunque las compartan. La descalificación de Moa por su pasado viene además de medios intelectuales que siguen adorando y admirando a terroristas nunca arrepentidos, como el Che o, más evidente aún, Feltrinelli.
Podrán gustar o no las ideas y los estímulos de Moa, pero no cabe negar sus virtudes como comunicador. Probablemente por venir de la extrema izquierda, obviamente antidemocrática, no tiene los pudores ni los miedos que padecen las plumas de la derecha (o sea, del centro). Ha toreado los morlacos más complicados de nuestra arena intelectual, presente y pasada. No es, dicho sea en atención a los más cautos admiradores de las togas, un historiador profesional; es decir, no lo es en la medida en que no es un investigador profesional titulado y con un puesto académico. Es algo distinto, algo que muchos grandes historiadores del pasado fueron y pocos del presente consiguen ser: es un buen narrador de la historia. José Enrique Ruiz-Domènec, con otro respaldo académico, con diferente línea interpretativa pero igualmente con buena pluma, nos ha ofrecido en Gredos, en 2009, su España, una nueva historia. Dos excepciones que muestran una demanda social: la obra de Luis García de Valdeavellano no sólo sigue incompleta, valga la broma, sino que carece de extensiones en la divulgación actual, aunque es verdad que Fernando García de Cortázar ha dado pasos de los que hoy todos nos aprovechamos. Pese a sus diferencias, Moa y Ruiz-Domènec coinciden al señalar el problema: no basta con excavar en los archivos, hace falta asegurarse de que los resultados lleguen a los ciudadanos.
Moa se ha lanzado a esa tarea con su Nueva Historia de España, publicada por La Esfera de los Libros. No es un libro de investigación ni una monografía erudita sobre un aspecto concreto de nuestro pasado, algo que por lo demás el autor ya ha demostrado que es capaz de hacer. En este caso Moa se convierte en narrador de la historia de nuestro país, desde la época romana hasta nuestros días. Lo hace hilando con soltura datos fiables y una interpretación coherente. No hay duda de que a muchos ésta parecerá polémica, pero tampoco de que hacía falta que alguien se atreviese a renovar un panorama, el de la alta divulgación, demasiado en mano de los huérfanos del marxismo, nostálgicos de Katyn, por dejación de sus supuestos adversarios. Algo mejor está la investigación académica, es cierto, pero a cambio los libros de texto escolares están mucho peor en este sentido. En fin, lo cierto es que Moa se ha atrevido y es un mérito que se le debe reconocer sean cuales sean las críticas que se le quieran hacer.
El libro se lee con facilidad, y tiene a mi juicio algunos aciertos interpretativos básicos y un aspecto discutible sobre el que hay que meditar. Este último es el uso de la palabra y concepto de nación. Si bien es cierto que «natio», como término genérico, puede referirse a cualquier agrupación estable de personas con un origen o un proyecto en común, la verdad es que al menos en Europa cargamos con la idea liberal-ilustrada de nación política, ligada a la existencia de un Estado soberano. En este sentido, creo que en el libro de Moa se podría cuidar más el uso de la palabra, no por haber caído en errores, sino por ser susceptible de equívocos.
En cuanto a los aciertos que vertebran la interpretación de Moa, baste decir que soluciona con sentido común la polémica más que secular sobre la identidad de lo español. El siglo XX ha asistido a intercambios de ideas, a veces violentos, entre don Claudio Sánchez Albornoz –defensor en suma de una identidad hispánica prerromana y de base étnica más o menos explícita-, don Ramón Menéndez Pidal –hijo de la tradición romántica medievalizante- y Américo Castro –enamorado de la improbable idea de una España musulmana o hija del Islam. Los datos son los que son, y en realidad ya eran hace mucho pero ha faltado, fuera de las aulas universitarias o mejor dicho de los despachos, la voluntad de decir lo que tenemos ante nosotros. España no fue una unidad étnica de origen, puesto que en ella confluyeron sangres y culturas diversas milenios y siglos antes de nuestra era; es cierta la importancia central del legado indoeuropeo, pero ni éste es el único ni, por lo demás, separa la Península del resto de Europa. Y España ya fue una realidad, distinta de la actual pero no por ello menos real, antes del milenio medieval. Éste será –por sólo en la España cristiana, la única España- decisivo para dar forma a algo que ya existía.
¿Qué es España, para Moa? Una realidad humana surgida de la simbiosis y el mestizaje entre Roma y los pueblos de Iberia; si queremos una fecha y un lugar de nacimiento para nuestro país no sería ni en Atapuerca ni en Altamira, porque allí y entonces sí que España sería sólo un concepto geográfico. Tampoco, se diga lo que se quiera, ni en Sagunto, ni en Numancia. El embrión de España existe desde que, en 218 antes de Cristo, los Escipiones desembarcaron en nuestras costas. Roma dio a España el nombre y el ser, creando una unidad espiritual, material, biológica y vital. Hispania fue Roma y Roma fue Hispania, un hecho que el cristianismo ha culminado y prologado durante los siglos siguientes. Un español, sean cuales sean sus creencias y convicciones, es hijo de Roma y de la Cruz.
Lo demás vino por añadidura. Los visigodos aportaron a una España ya unida una nueva minoría dirigente, sus tradiciones y, hecho decisivo, la independencia; pero una independencia que prolongó y no anuló lo anterior, de modo que Hispania no devino Gothia, del mismo modo que Italia no se hizo Lombardía pero a diferencia de unas Galias que sí se hicieron Francia o de una Britania que es hoy Inglaterra. Unida, independiente, bautizada y cristiana, España fue invadida en 711, y agonizó sin morir. La Reconquista fue el largo proyecto en común, imposible pero claramente formulado, de recuperar lo perdido; pero como a esa empresa se entregaron comunidades diferentes y a duras penas comunicadas, de ella surgieron las diferencias regionales. Importante es recordar que todas ellas son medievales y ninguna anterior a la ofensiva islámica.
Culminada la empresa, España se encontró en una encrucijada histórica, la de finales del siglo XV. Desde ella hasta las revoluciones España fue gran potencia e incluso grandísima por momentos, aunque andando el tiempo Portugal se separó del cuerpo vivo al que durante bastante más de mil años había pertenecido; y las revoluciones, aunque trajeron modernidad y una nueva forma de libertad, no crearon España sino que revistieron la vieja realidad con los nuevos oropeles de la Nación y el Estado. Importa recordar, con Moa, que España es más y es antes que estos conceptos. Contra la tentación de pensar en una España encerrada, ensimismada y sólo contemporánea, este libro puede abrir muchos ojos. Quizás sea el caso, por qué no, de darle forma de manual para segundo curso de Bachillerato, ya que hay una asignatura cuyo temario calca su contenido y, les aseguro, incluso a quien Moa no entusiasme parecerá mejor que la oferta que nuestros alumnos tienen. Si no se lo creen, lean y comparen.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 16 de abril de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/explica-espana-invento-cortes-106407.htm