El Estado es sumiso o cómplice con el terrorismo (si es de izquierdas)

Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de abril de 2010.

El asesinato de Enzo Fragalà y la absolución de Carlo Maria Maggi –¡tras tres décadas de cárcel!- prueban la complicidad de magistrados, mafiosos, servicios secretos y mafia. ¿Como el 11-M?

El asesinato de Enzo Fragalà y la absolución de Carlo Maria Maggi –¡tras tres décadas de cárcel!- prueban la complicidad de magistrados, mafiosos, servicios secretos y mafia. ¿Como el 11-M?


Carlo Maria Maggi, L´ultima vittima di Piazza Fontana. Prólogo de Lorenzo Maggi y Marco Maggi. Introducción de Mauro Ronco. Editoriale Chiaravalle, Tortona (Italia), 2010. 356 pp. 26 €

El 26 de febrero Enzo Fragalá, abogado penalista, fue asesinado en Palermo tras recibir una paliza brutal. Era concejal y había sido diputado de la derecha italiana, perteneciendo sucesivamente a Alianza Nacional y al Pueblo de la Libertad (PDL), socio del PP en el Partido Popular Europeo. Su vida política se dedicó en buena parte a la denuncia de la complicidad de los servicios secretos, las fuerzas de seguridad, potencias extranjeras y la mafia en los atentados terroristas de los años 70 y 80. Fue con gran éxito abogado de correligionarios suyos acusados injustamente absueltos… tras más de dos décadas de prisión preventiva. Es hora de limpiar a fondo las cloacas del Estado, y de que éste restablezca el orden pasando por encima de quien sea. También en España.

Decíamos hace unos años, aquí mismo y hablando del 11-M español, que tan terrible nos parece, que «en Italia… hay una larga serie de actos de violencia terrorista y política, desde hace más de sesenta años, que oficialmente siguen sin explicación, o para los que las explicaciones impuestas desde el poder se han demostrado falsas sin que hasta ahora se den otras. Hay un parecido razonable entre algunos aspectos del 11-M y esa serie de masacres italianas que, por cierto, contribuyeron mucho en su momento a determinar un cierto rumbo político«. Recordábamos también que «entre 1947 y 1985 una serie de masacres sacudieron Italia. Atentados, en general con bombas y en general en servicios públicos especialmente trenes. Bombas por las que se acusó y a menudo se condenó a militantes de la derecha (no había islamistas entonces). Militantes que con el tiempo (sin desmentir otros errores y otros delitos) se han ido demostrando inocentes de tales masacres. Masacres que han sido conocidas sólo por una maraña de servicios secretos nacionales y extranjeros, que los organizaron, o no los impidieron, o los provocaron, o los encubrieron, y que en casi todo caso desviaron las investigaciones. Investigaciones que una Magistratura ampliamente politizada hacia la izquierda y contra la derecha terminó llevando donde quiso. Hasta que, décadas después, la perseverancia de la sociedad y el muy posterior cambio de la política, van aclarando asuntos». Y terminábamos pensando, para España «en un asunto que merecería, desde luego, un estudio serio, amplio y completo. Quizás un libro» .

Hurgar en las complejas relaciones de política, negocios, policía, magistrados, servicios secretos y mafia es peligroso. Es peligroso sobre todo si el Estado es débil, o si en parte está en manos de quienes son investigados. Fragalà no se arredró. Denunció las falsas acusaciones contra los jóvenes de derechas, sacó a unos de la cárcel y ayudó a liberar a otros; demostró que los atentados tersitas de las décadas anteriores tenían un origen político o policial de izquierdas, cuando no extranjero. Investigando el archivo Mitrokhin y las declaraciones de Alexandr Litvinenko y su hermano comprobó que la red clandestina del KGB en Italia había incluido a políticos como Armando Cossutta, Francesco De Martino y Romano Prodi, además de relacionarse con las Brigadas Rojas. Ahora, sin completar su tarea, Enzo Fragalà ha muerto y su historia se une a las que él quiso desentrañar, a veces con éxito y otras sin él, todavía. Pero en Italia hay una Derecha que no renuncia a saber la verdad, a defender a los inocentes y a señalar a los culpables, por altos y poderosos que sean. Un libro reciente ha venido a recordárnoslo, y a mostrar un camino que la izquierda española también teme.

Habla la víctima inocente de una injusticia de Estado

Mientras los políticos de primera fila y las partes más podridas del Estado vivían sometidas a poderes ocultos o extranjeros unos cientos de jóvenes e inocentes idealistas pagaban las culpas de otros. Uno de éstos fue el doctor Carlo Maria Maggi, que acaba de publicar sus increíbles memorias de prisión.

Maggi, un respetado médico veneciano que ni siquiera era ya afiliado del Movimiento Social Italiano, fue arrestado en 1982 por las declaraciones de un supuesto testigo arrepentido como responsable de un atentado terrorista –el de Piazza Fontana- sucedido más de diez años antes. Fue mantenido en prisión preventiva durante dos años, y salió libre. Nadie le indemnizó, nadie investigó las responsabilidades de magistrados, servicios secretos y fuerzas policiales (en ocasiones muy cerca del límite de la tortura), nadie le explicó nada. El Estado, sin más, sólo sabía buscar enemigos a su derecha, nunca en su interior, nunca en sus cloacas y por supuesto jamás a su izquierda.

El autor del libro, que Chiaravalle acaba de editar en Italia y que merecería traducirse al español, narra su aventura con un excepcional sentido del humor, a pesar de que su vida y la de su familia fue destrozada por esta maniobra política y policial. Militante de toda la vida de la derecha italiana, Maggi ha estado dos décadas entrando y saliendo de la cárcel, hasta que en 2004 ha sido completamente absuelto de todas las acusaciones, y no por cuestiones formales sino por no haber cometido jamás los delitos terroristas que se le imputaban. Mientras tanto, exministros del Interior que saben mucho, como Francesco Cossiga y Giulio Andreotti, callan todo; quizás algún día Alfredo Pérez Rubalcaba quiera ser como ellos. No sería bueno para España y tendríamos muchos Maggi y muchas lápidas falaces a la boloñesa entre nosotros.

Hace un tiempo nos hacíamos una pregunta en materia de terrorismo, mafia y servicios secretos, «¿tenemos derecho a pensar que España es mejor?». La muerte de Fragalà ha demostrado que todos los problemas de Italia en este terreno siguen abiertos. Pero la misma batalla de décadas de valiente palermitano, y la batalla del doctor Carlo Maria Maggi, contada en su libro y vencedor de las insidias y mentiras policiales y conspirativas, demuestra otras cosas: que la perseverancia tiene su premio a largo plazo, aunque siempre es arriesgada, y que nunca hay que dejar condenar a un inocente porque el siguiente condenado puede ser uno mismo. Esto lo contaron Spencer Tracy y Burt Lancaster en Vencedores o vencidos, y sigue siendo verdad. No olvidaremos a Fragalà y felicitamos a Maggi, cuyo libro merece ser leído por quien esté dispuesto a imitar su coraje en España.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 30 de abril de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/estado-sumiso-complice-terrorismo–106710.htm