Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de julio de 2010.
El pasado no fue como nos lo contaron. Misterios sin resolver, símbolos secretos, grandes enigmas, leyendas sombrías. ¿Dónde está el límite de la realidad y la ficción?
Joel Levy, Símbolos perdidos. En busca de los misterios más célebres del mundo. Traducción de Martín Arias. Martínez Roca – Planeta, Madrid, 2010. 352 pp. 18 €
José Manuel Frías, La historia prohibida. Acontecimientos insólitos de la cara más heterodoxa de nuestro pasado. Ipunto, Madrid, 2010. 235 pp. 12 €
Creemos conocer el pasado, cuando en realidad sólo recordamos una parte, e incluso los historiadores sólo investigan una porción algo más grande pero no completa. Dicho esto, José Luis Rodríguez Zapatero no es el único en no aceptar la diferencia entre historia y memoria.
A un lado está el intento, aceptadamente incompleto pero sinceramente objetivo, de conocer y divulgar qué sucedió; al otro el recuerdo que el pasado dejó en nuestra memoria subjetiva. Entre ambos extremos, mitos, leyendas, mentiras, manipulaciones, verdades parciales, ensoñaciones románticas y tergiversaciones interesadas. Todo un mundo, que los intereses complican. ¿O es casualidad la campaña mediática contra la Iglesia Católica justo cuando se hacía más incómoda para los poderosos de nuestro tiempo?.
En el principio fueron el mito… y la leyenda
Joel Levy nos ofrece, ahora con el sello Martínez Roca, un amplio y cuidado repertorio de «zonas grises» de nuestro pasado (Símbolos perdidos. En busca de los misterios más célebres del mundo). Lugares, personas y objetos que, recordados pero sin suficientes testimonios objetivos, se han convertido en mitos. Parece demostrado que la Atlántida, como tal, nunca existió, que El Dorado es una reelaboración subjetiva a partir de referentes históricos muy distintos, y que la tumba de Gengis Kan sí existió pero a día de hoy no sabemos di dónde está ni si existe aún. Son sin embargo tres lugares míticos, que han existido hace siglos en nuestra memoria colectiva. Pueden no tener un contenido material real, pero no por eso son menos reales. ¡Vivimos en una España donde el Código Da Vinci es mucho más real para una inmensa mayoría de la población que el códice rotense!
El mérito fundamental del libro de Levy no es la precisión erudita de la información que ofrece. Es una obra de buena divulgación, que no cae en el tecnicismo pero tampoco en lo chabacano. Un libro interesante, que servirá para satisfacer inquietudes siempre vivas sin introducir ideas pintorescas. Por lo demás, el historiador profesional tiene que ser humilde ante obras de divulgación de este tipo: no son por supuesto trabajos de investigación ni modelos de precisión, pero al menos responden a una demanda popular que a menudo los historiadores desdeñan, y por lo demás en algunos casos el historiador ha renunciado a profundizar en la investigación de asuntos míticos que, a la postre, sí han demostrado tener un cierto contenido objetivo.
Sucedió lo que parecía imposible y parece mentira
José Manuel Frías está acostumbrado a ir «más allá» que Levy, y lo hace en su última obra, publicada por Ipunto (La historia prohibida. Acontecimientos insólitos de la cara más heterodoxa de nuestro pasado). Frías, periodista y divulgador, trata de ofrecernos, en fichas de cómodo manejo, la «versión no oficial» de las vidas y obras de muchos personajes del pasado. Historias teóricamente nunca contadas, o prohibidas, con abundante referencia a fenómenos parapsicológicos, sobrenaturales o inexplicables de todo tipo.
Un libro como el de Frías es, o puede resultar al menos, divertido de leer, entretenido, simpático; es una combinación de datos históricos y de leyendas e interpretaciones mucho menos históricas que resulta a veces sorprendente. No es, sin embargo, lo que podría llamarse una historia prohibida. Nadie en principio prohíbe o ha prohibido obras de creación literaria como ésta, en las que además se refunden datos de muy diferente procedencia y calidad. Y, sobre todo, no es historia, si por tal entendemos la narración de lo sucedido en el pasado a partir de testimonios fiables –y en cierto modo contrastables- del mismo. Frías hace otra cosa. Sin duda con éxito, pues va a tener más lectores que si se tratase de un libro de historia. No hay que despreciarlo, porque he visto nacer no pocas vocaciones de verdadero historiador a partir de la lectura infantil o adolescente de libros imaginativos como éste. Pero no es, sencillamente, el libro de un historiador, ni un libro de Historia.
Aceptando que tiene su razón de ser, distinta sin duda de la de Levy, y asumiendo las características propias del género, cabría pedir a quien prosiga la tarea de Frías un cierto cuidado en las formas, y aunque no se citen fuentes primarias ni secundarias sí deberían consultarse en caso de duda. Por hablar de algo que conozco bastante directamente, san Pedro de Arbués no fue «enviado por su familia a Bolonia», sino que obtuvo una beca del Colegio de San Clemente. En todo caso, él nunca habría escrito ´post-morten´ [sic].
El mito celta, entre la historia y la locura colectiva
Un tercer tipo de libro acerca de la cara oculta de la historia está representado por la última obra de Manuel Alberro (Enciclopedia de la cultura céltica. Ediciones del Serbal, Barcelona, 2010. 330 pp. 22 €). Alberro cuida las formas, trabaja las fuentes, cita y acota; no improvisa, y el resultado es una obra cuidada con información más que amplia sobre el mundo que, desde hace un par de siglos, nos empeñamos en llamar «céltico» .
Lo céltico, realmente, es como tal una recreación protorromántica, en la que se condensaron muchas de las ansias identitarias de la Europa aburrida de la monotonía neoclásica. Alberro, en forma de diccionario, resume con eficacia los aspectos más comúnmente aceptados de tal «cultura céltica», incluyendo tradiciones, leyendas, mitología y acontecimientos ligados al pasado remoto (pero no el más remoto) de una parte importante de la Europa atlántica.
Alberro hace bien su trabajo, que es interesante tanto para el lector culto como, incluso, para el investigador. Cosa bien distinta es que, a día de hoy y con investigaciones ya no tan recientes en la mano, sea discutible etiquetar como igualmente céltico lo gallego y lo escocés, y excluir lo meseteño o lo renano. Realmente el nombre «celta» nos viene de Roma -para referirse a un conjunto variado de pueblos bárbaros, distintos entre sí y hallados en muy diferentes momentos- y el concepto lingüístico es muy posterior y muy discutido. En cuanto al folklore, las leyendas, los ritos y la religión tienen una evidente raíz común… peor no específicamente sólo «céltica», sino compartida con todos los pueblos a los que, de modo igualmente impreciso, llamamos indoeuropeos.
El libro de Alberro sí merece la pena, es una obra de calidad en su género, y su información, aceptadas estas premisas, es fiable. Otra cosa es que haya que corregir, en la cultura popular, la idea de «céltico». Pero eso no es trabajo de un día, ni de un siglo: el ciudadano que cree saber algo sobre su pasado se enfada sinceramente si se le demuestra que estaba en un error. Y lejos de creer lo que creía puede llegar a agredir, de palabra o de obra, a quien trata de iluminarle. No se pisan en vano los mitos, aunque éstos tengan sus cimientos en el aire.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de julio de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/historias-increibles-codigo-vinci-108573.htm