Por Pascual Tamburri, 9 de agosto de 2010.
Los grandes partidos llevan mal la democracia interna si hay varios candidatos. Tomás Gómez y Trinidad Jiménez son víctimas de un trauma que seguirá causando muertes políticas en PSOE y PP.
Ignacio Cosidó lo ha dicho en FaceBook: «El PSOE tiene un buen lío en Madrid. Mi impresión es que en las elecciones municipales y autonómicas de mayo puede haber un fuerte voto de castigo a los candidatos socialistas por culpa de Zapatero«. Nada que casi todo el mundo no piense, pero dicho con toda claridad. José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo sacaron de Parla a Tomás Gómez para solucionar los problemas internos del socialismo madrileño. Cumplió, y se consideró con derecho a subir un escalón. Mal hecho, porque aunque nadie le niega formalmente el derecho no eran esos los planes de los zapateristas. Correrá la sangre, políticamente hablando.
Nuestros grandes partidos tienen en todo esto una grave contradicción sin resolver. En teoría, y de palabra, nadie ni nada los supera en militancia democrática. Bla, bla, bla. En la práctica, cuando llega la hora de la democracia interna todo son problemas, que a menudo no se consiguen ni ocultar con una media sonrisa de circunstancias. Pepiño Blanco está ya pensando en el control de las federaciones territoriales para el congreso posterior a las elecciones generales, y en Madrid quiere a Trinidad Jiménez y no a Tomás Gómez; eso es todo, porque ninguno de los dos sueña ni remotamente con vencer a Esperanza Aguirre. Sobre Tomás Gómez va a caer todo el peso del aparato federal del PSOE, sus actuales apoyos irán debilitándose y el de Parla, salvo milagro, afronta una muerte política, sea siendo vencido en unas primarias cainitas sea siendo humillado por el PP en las autonómicos y luego, de todos modos, defenestrado.
El destino de Antonio Hernández Mancha… y los suyos
Pero la mal llamada «rebelión de Madrid» del PSOE no es una peculiaridad de los socialistas. Para alejarnos en el espacio y en el tiempo tomemos un ejemplo pepero que ya no sangra demasiado. Tras la primera renuncia de Manuel Fraga a la presidencia de AP –cuando se impuso la idea de que la derecha con Fraga nunca podría derrotar a Felipe González, cuando en realidad nunca se habían dado las circunstancias para comprobarlo de verdad- hubo un Congreso en el que se respetaron todas las reglas internas democráticas habidas y por haber. Hasta el aparato fue relativamente neutral pero, ay, hubo dos candidatos a la presidencia, con dos equipos. Antonio Hernández Mancha derrotó a Miguel Herrero de Miñón (que por cierto llevaba de secretario general a un tal José María Aznar), y aunque ha pasado un cuarto de siglo aún no corre buena sangre entre unos y otros. Algún día se contará toda la historia sin tapujos, pero quedan resquemores vivos. Más aún: pocos «manchistas» han seguido en la vida política en el aznarato o después de él (con la notable y fraguista excepción de Mariano Rajoy), y no por falta de capacidad sino porque, sencillamente, llevamos mal la democracia cuando hay más de un candidato.
Digámoslo sin miedo: a veces candidatos con menos legitimidad democrática resultan ser mejores líderes. Aznar llegó como candidato único tras la segunda retirada de Fraga, moralmente con menos peso democrático interno que Mancha, y sin embargo hizo lo que éste ni se acercó a hacer. También es verdad que él tuvo enfrente un felipismo debilitado… quizá también Mancha habría triunfado si hubiese llegado. El hecho es que no llegó. También la suerte influye: Pino Rauti lideró la derecha italiana entre 1990 y 1991 con el mayor respaldo interno posible pero en las peores circunstancias imaginables, y dimitió para ser sustituido por un candidato mucho menos democrático. Un tal Gianfranco Fini se encontró con el regalo de la corrupción de todos los demás partidos, y sacó a la derecha de la marginación hasta llegar al Gobierno y a la presidencia del Parlamento. Con suerte, Mancha habría sido presidente del Gobierno de España y Rauti un hombre de Estado de la República Italiana. Tuvieron la legitimación democrática, pero no la fortuna.
El PSOE va a vivir estos meses con disputas internas, que dejarán enemistades, heridas y muertes políticas como legado. No olvidemos que el PP todavía no ha designado sus candidatos en algunas comunidades, y que la derecha, como la izquierda, vive en la contradicción de presumir de asamblearismo y practicar un «decisionismo vertical» propio de otros tiempos. Probablemente lo mejor para todos sería dejarse de complejos y unir dichos y hechos. Si se quiere uno llamar superdemócrata, que en consecuencia dé acceso a todos a la afiliación, a todos los afiliados a los cargos internos y a la vida de aparato y a todos los militantes a la elección de todos los candidatos a cargos públicos. Y si uno quiere evitar los riesgos de esto (miren ustedes dónde crían malvas políticas los candidatos alternativos a Zapatero… y a otros), que reconozca sin más que las decisiones sobre las candidaturas se toman de arriba abajo y del centro a la periferia, y punto. No sean ustedes hipócritas, que sólo fingen creerles los que esperan de ustedes un carguito.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 9 de agosto de 2010, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/tomas-gomez-sindrome-candidato-sufrio-hernandez-mancha-108887.html