Las obras geniales del colaborador más culto de ETA

Por Pascual Tamburri Bariain, 12 de agosto de 2010.

No es verdad que ETA reúna sólo basura intelectual. La historia de España le ha dado colaboradores elevados culturalmente, aunque no moralmente. Es momento de releer al más conocido.

No es verdad que ETA reúna sólo basura intelectual. La historia de España le ha dado colaboradores elevados culturalmente, aunque no moralmente. Es momento de releer al más conocido.


Alfonso Sastre, Teatro. Uranio 235. Escuadra hacia la muerte. La sangre y la ceniza. Edición, introducción y notas de César de Vicente Hernando. Akal, Madrid, 2010. 368 pp. 12,00 €

Alfonso Sastre figura en todos nuestros manuales de literatura y es seguramente el dramaturgo español vivo de más renombre y también de calidad. En 1993 recibió el Premio Nacional de Literatura pero su fama nace de su vanguardismo teatral ya en los años de la inmediata posguerra. Nacido en 1926, no combatió en la Guerra Civil, que su familia vivió en zona republicana pero como partidarios del bando nacional. Universitario inquieto, Sastre termino cursando Filosofía y Letras y dedicándose profesionalmente al teatro. Y su teatro, ahora reeditado por Akal, permite conocer algunos de los pasos que este autor dio desde el franquismo hasta la colaboración probada con los terroristas de ETA, su «patria moral» de adopción.

Dramaturgo, y militante

Se ha dicho y repetido que durante el franquismo Sastre militó en el Partido Comunista de España. Que en 1956 fue encarcelado por su participación en las protestas universitarias. Que después Sastre dejó el PCE «eurocomunista» por considerarlo blando y desviacionista respecto a sus propias convicciones totalitarias. Que su mujer Eva Forest fue colaboradora de ETA, y que participó en el sangriento atentado de la cafetería Rolando. Que también Sastre fue condenado como terrorista, y que ambos se exiliaron, y se beneficiaron de la amnistía de 1977. Y que desde la Transición Sastre y Forest viven en Fuenterrabía (hoy rebautizada Hondarribia) y colaboran con la llamada izquierda abertzale en todas sus versiones.

Todo esto es cierto. Nunca han ocultado su cercanía a Herri Batasuna, rama política de ETA para la que el dramaturgo pidió el voto en 1987 y por la que fue candidato en 1989 y 1994, así como por Euskal Herritarrok en 1998 y 1999, por Acción Nacionalista Vasca en 2008 y por Iniciativa Internacionalista en las europeas de 2009. Todo un currículum para un madrileño de orígenes murcianos. Sastre expresó con rotundidad sus ideas en un artículo publicado en 2003 en Gara (uno entre muchos):

«Creo que es legítimo reconciliarse con la violencia propiamente dicha, al menos en determinadas circunstancias. Yo creo que la violencia puede no ser condenada -e incluso ser «defendida»- desde varios puntos de vista éticos, por lo menos dos: 1.- Que la tal violencia se produzca porque no haya otra salida para que una persona o un pueblo traten de liberarse de una situación opresiva e injusta (legítima defensa personal, ataque al tirano, incluso tiranicidio, resistencia patriótica, como es ahora en Irak, etcétera). 2.- Que, aun considerando que se trate de una violencia indeseable en un momento determinado, como puede ser el caso que ahora nos preocupa, resulte ser peor condenarla que no hacerlo, en la medida en que hacerlo acreciente los obstáculos para la obtención de la paz«. ¿Magnífico, no es cierto?

¿Por qué hacerse batasuno?

La clave vital de Sastre no es su antifranquismo, sino la génesis del mismo. Alfonso Sastre, y su primer teatro es una excelente muestra de ello, fue efectivamente un rebelde contra la monótona mediocridad convencional del franquismo de los cuarenta y cincuenta. Pero su rebeldía, como la de muchos otros, de su generación, de la anterior y también de la inmediatamente siguiente, tuvo como primer cauce un cierto falangismo revolucionario. «Escuadra hacia la muerte», una de las obras aquí reeditadas, era obra de culto en los grupos de teatro falangistas en las Universidades españolas de su tiempo. Aquel existencialismo hiperrealista era incompatible con mucho de lo establecido, y buscaba una solución diferente y moderna.

La historia fue así, y personas como Sastre –pero qué diremos del padre Llanos– quisieron encontrar en el marxismo leninismo la respuesta que el falangismo no pudo darles, y manifiestamente no desde el fracaso de los descontentos del 56 y 57 y del inicio del desarrollismo de tinte aún más clerical. Y al no ser el comunismo todo lo que quiso de él, Sastre se aproximó a ETA, viendo en ese grupo la única posibilidad de lucha real contra lo existente. La culminación del descontento con la realidad y de la desazón vital que su teatro tan bien refleja.

Es conocida la diferencia de fondo entre Sastre y Buero Vallejo. Y es verdad que su literatura permite entender su militancia. Lo cual no quiere decir, por cierto, que la justifique: más falangista, probablemente más literato y con seguridad más inquieto fue Rafael García Serrano, y la rebeldía no le llevó a la traición, y menos al asesinato. Que es la diferencia que, por excelsa que sea su pluma, nunca podrá ocultarse, ni debe ocultarse en las lecciones de literatura.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 12 de agosto de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/obras-geniales-colaborador-culto–108838.htm