Cinco fotos del liberalismo y una de su precio sentimental

Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de agosto de 2010.

Cinco creadores geniales, seis de sus ocurrencias olvidadas: coincidencias sorprendentes con la España de la crisis y de ciertas soluciones que se proponen para ella.

Cinco creadores geniales, seis de sus ocurrencias olvidadas: coincidencias sorprendentes con la España de la crisis y de ciertas soluciones que se proponen para ella.


Jack London, Cuando los dioses ríen. Traducción, prólogo y notas de José Luis Piquero. Navona – Reencuentros, Barcelona, 2010. 208 pp. 13,50 €

La editorial Navona se ha lanzado con ímpetu a una tarea que muchos considerarán suicida: la reedición a precios más que accesibles de los grandes clásicos, populares o no, de entre los siglos XIX y XX. Desde Mark Twain, Joseph Conrad, Robert Louis Stevenson, Henry James y sir Arthur Conan Doyle hasta Jack London, John Steinbeck y Erskine Caldwell los autores que Navona edita ahora tienen varios rasgos en común: su lectura marcó la juventud de varias generaciones anteriores de occidentales, sin embargo ahora mismo eran difíciles de encontrar en las librerías, y reflejaron desde muy diferentes puntos de vista una época decisiva de nuestra historia común.

Nuestro asesor para la cultura de lengua inglesa, Dan Nail, tendrá campo más que sobrado en su web para explicárselo, y lo cierto es que todos los autores de esta serie no por casualidad son anglosajones: no en vano estamos hablando de la época en la que el mundo entero se rindió a las ideas y las modas materiales e intelectuales nacida en el Imperio Británico primero y en los Estados Unidos después. Aun no siendo anglosajón de origen, el realismo literario, así como sus epígonos, réplicas y primeras respuestas se asociaron de manera natural con el liberalismo que había hecho grandes los dos imperios atlánticos. Con sus consecuencias, claro es.

La literatura había sido ya generosa en describir y hasta anticipar esas consecuencias, las positivas en toda la literatura progresista y las no tanto en la pluma de Charles Dickens y otros como él. Aquí estamos más cerca en el tiempo: para los autores de esta serie la industrialización no es una novedad sino una parte consolidada de su modo de vida, aunque no una parte de bondad indiscutible.

La mayor parte de los autores del llamado realismo fueron, de un modo u otro, críticos con la realidad que conocieron y retrataron. Ninguna de las respuestas surgidas en su tiempo contra los males del mismo les satisfizo, pero eso no supone una aceptación acrítica de la sociedad liberal y de sus consecuencias humanas, económicas y culturales. Como drama, como juego, como comedia o como amena narración Jack London, Mark Twain, Henry James y Erskine Caldwell mostraron en distintos tiempos todo su descontento con lo que en su época no les gustó, quizá siguiendo la idea de Twain de que «cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar».

Aquella Europa y aquella América ya no existen, pero no por ello han dejado de ser importantes. Son importantes porque la solución a sus problemas forzó muchos de los cambios o de los proyectos de cambio del siglo XX, que todavía vivimos; son importantes porque sus restos perviven por debajo de la superficie visible de nuestras sociedades; y son importantes porque la lectura de estas obras maestras ha formado parte de la educación de nuestras clases medias y altas durante más de un siglo, algo que difícilmente podemos echar en saco roto. Cabría añadir que también es importante aquella literatura y su época porque no falta entre nosotros quien busca en las ideas y las formas entonces imperantes las soluciones para nuestro propio tiempo; y una lectura puede vacunar contra intentes prematuros de transplante sin anestesia.

Eduard von Keyserling, Aquel sofocante verano. Traducción, prólogo y notas de Miriam Dauster. Navona – Reencuentros, Barcelona, 2010. 112 pp. 8,30 €

Eduard von Keyserling no pertenece a la misma generación ni al mismo mundo. Mientras los nuevos mundos y las nuevas sociedades buscaban composición para sus males y sus grandezas, las viejas grandezas se agostaban. Keyserling no es un realista ni un naturalista, sino que se recrea en el gusto impresionista –más que singular en un ciego- por lo agónico de un mundo, o de los restos de otro, que estaba a punto de morir. Como dice Miriam Dauster citando a Mosebach «las noches de verano de Keyserling, siempre serán un refugio en las que el lector podrá resguardarse cuando sienta frío». De su muerte, y de la sangrienta victoria de las novedades del siglo XIX surgió nuestro siglo XX. No sólo literariamente, y no sin dolor.

Henry James, Historia de una obra maestra. Traducción, prólogo y notas de Pilar Lafuente. Navona – Reencuentros, Barcelona, 2010. 88 pp. 7,50 €

Mark Twain, Cuentos humorísticos. Traducción, prólogo y notas de Carme Font. Navona – Reencuentros, Barcelona, 2010. 136 pp. 8,30 €

Mark Twain, Wilson Cabezahueca. Traducción, prólogo y notas de José Luis Piquero. Navona – Reencuentros, Barcelona, 2010. 224 pp. 13,50 €

Erskine Caldwell, El predicador. Traducción, prólogo y notas de Rebeca Bouvier. Navona – Reencuentros, Barcelona, 2010. 192 pp. 13,50 €

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 20 de agosto de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/cinco-fotos-liberalismo-precio-sentimental-109034.htm