Por Pascual Tamburri, 30 de agosto de 2010.
Finanzas aparte, en España esta crisis tiene el rostro de la arquitectura. Años de construir más, más caro, más cursi y más absurdo a costa de todos. ¿Y ahora buscan excusas?
Patxi Mangado y su Fundación Arquitectura y Sociedad convocaron con mucho tiempo un Congreso Internacional de Arquitectura para los 9, 10, y 11 de junio de 2010. El premiado arquitecto navarro y sus acompañantes presentaron la idea, muy simbólicamente, en abril en el Círculo de Bellas de Madrid. El simbolismo viene dado por elegir precisamente la sede de la progresía cultural española del último siglo, especialmente en 1936-1939. Y es que los problemas de la arquitectura occidental son una cuestión de progres. Aunque luego la pagamos todos.
Arquitectura: más por menos
El evento fue un éxito social y mediático, cómo no, Príncipes de Asturias incluidos. Los promotores del congreso acertaron seguramente con la orientación del mismo: ¿qué se ha hecho en la arquitectura de las últimas décadas para llegar a este punto? Patxi Mangado, con Luis Fernández-Galiano y el sindicalista ahora amado por la derecha económica, José María Hidalgo, como presidentes, ha reunido nombres llamativos tanto profesional como mediáticamente. ¿Quién estaba detrás del congreso de arquitectura? Desde Carlos Solchaga a Isabel Tocino, pasando por Javier Conde, Félix Arranz, Ángela García de Paredes, Juan Miguel Hernández León, José Miguel Iribas y José Tono Martínez. Les ha faltado invitar a Arturo Pérez Reverte, que tiene una opinión contundente sobre este espinoso asunto: «Qué repelús me dan los talibanes, pardiez. Incluso –éramos pocos y parió la abuela arquitecta– los que trabajan sobre una mesa de diseño y tienen un diploma colgado en la pared«.
La Fundación Arquitectura y Sociedad se define a sí misma como «el primer think tank español de arquitectura y sociedad», y pretende crear un lugar de encuentro entre arquitectos, industriales y empresarios y fomentará el diálogo entre los sectores empresarial, cultural, científico, social, político y sindical». Nadie negará la necesidad de «revisar los modelos de crecimiento y a los desafíos medioambientales de nuestra época». Una época cuyo modelo de crecimiento ha fracasado, en nuestro país, y cuyo principal desafío medioambiental es explicar a millones de parados (nadie cree que nos vayamos a quedar en cuatro) cómo su desempleo tiene bastante que ver con la fama y la riqueza acumulada por determinado tipo de arquitectos y las empresas e instituciones a las que han servido hasta el día de hoy.
La fiesta ha terminado
Lamentablemente, es cierta la premisa de esta fundación, según la cual «España es hoy una referencia en la creación arquitectónica». Lo ha sido durante al menos una década, cuando tanto la obra pública como la privada parecían no tener aquí límites. Ningún límite económico, por supuesto, y así estamos, pero tampoco límites estéticos, éticos o de simple dignidad. Pueblos y ciudades han competido en cantidad de obra, en tamaño de la misma, y sobre todo en progresismo: la única regla en este arte y en otros era en los años de prosperidad que pareciese «moderno», y por tanto que se despreciase cualquier resto de respeto por nuestras tradiciones culturales, por la arquitectura heredada, por unos cuantos milenios de civilización occidental. España ha sido una referencia, admirada por los progres del mundo entero, porque en ninguna parte se ha llegado tan lejos en lo hortera y en ninguna parte todo un modelo de desarrollo económico y social ha estado ligado a los prejuicios ideológicos de una secta artística que, además de cursi, ha demostrado ser carísima.
Y España sigue siendo una referencia: nadie como nosotros va a pasar décadas pagando edificios y obras ligados a una moda ya fenecida. Porque esta eclosión de nuestra arquitectura no ha sido, precisamente, un Renacimiento: ha sido un episodio de sumisión colectiva a las fijaciones de unos cuantos presuntos sabios; contratándolos, nuevos ricos ignorantes y acomplejados, elevados a la dirección de la sociedad y del Estado, han hecho el resto. Y aquí estamos. ¿Responsabilidad social? Por cierto que sí. La que tienen los ideólogos progres de esta moda fracasada con los millones de familias que van a seguir pagando, con impuestos, con ahorros y con hipotecas, la prepotencia de los amos de la arquitectura. Ya nos avisaron Hans Sedlmayr y el conde Hans von Huyn.
¿Dónde vamos? Al Baluarte
Ahora los congresistas de Mangado pretendían «optimizar los recursos para lograr más calidad con menos coste». Un poquito tarde, pero gracias. Es divertido saber que el congreso celebró en el Palacio de Congresos y Auditorio de Pamplona, Baluarte, obra del mismo Mangado. Un Mangado que según él mismo está «buscando un concepto innovador de belleza vinculada a valores éticos de utilidad, armonía, racionalidad de recursos, eficacia constructiva y cuidado de materiales y seguimiento de los proyectos y acabados en todas sus fases». Me van a perdonar, pero en un caso así tengo que recurrir al vocabulario campamental de uno de los pamploneses más grandes del siglo XX, Rafael García Serrano: ¡manda huevos!
Baluarte fue polémico desde el principio, porque habiendo muchos lugares para la iniciativa se eligió un solar ante (o contra) la ciudadela de Pamplona. Ningún problema en que arquitecturas de distintas épocas coexistan… pero sin agredirse, lo que es el caso. Por lo demás, en cuanto a los acabados, la plaza de Baluarte ha tenido que reformarse dos veces para que las personas puedan moverse por ella, su sótano tiene goteras y su carísimo revestimiento de piedra importada veremos dónde termina. ¿Novedoso? Ningún concepto arquitectónico que no estuviese ya enunciado en 1920 o aplicado en 1930… sólo que mejor y en mejor lugar y manera, claro. No es sólo cuestión de «acabados», sino que debe de ser eso lo que llaman un «ejercicio estilístico aislado del contexto». Y quien no quiera ser políticamente incorrecto tiene que admirar extasiado tan singulares ¿belleza y utilidad?
El problema de las artes en esta era de subjetivismo es que no existe «la» belleza, es decir, es dogma oficial que no existe la belleza objetiva. A partir de ahí, si sumamos el otro dogma transversal a muchas izquierdas y derechas (que todo tiene una explicación únicamente material y económica), nos queda sólo la cantidad y la novedad: lo bueno, si uno es progre es que sea cuanto más distinto y opuesto a todo lo anterior y cuanto más caro y ostentoso. No es sólo cuestión de Baluarte, el señor Mangado nos ha dejado muestras singulares de su genio también en Olite, donde la Casa de Cultura no tiene ascensor y «debe» un local de cien metros a la Iglesia y donde la plaza tiene los mismos problemas que la plaza del Baluarte, en este caso orientados «contra» un (supongo que horrendo, en su nunca modesta opinión) castillo gótico.
Hay que jubilar a los culpables, que no tienen vergüenza
Arquitectos como Mangado o Renzo Piano, Glenn Murcutt, Paulo Mendes da Rocha y Jacques Herzog, premiados con el Pritzker; filósofos como Fernando Savater; políticos como Ernesto Zedillo; ¿son los adecuados para solucionar el problema? Teniendo en cuenta que han aplaudido el derroche, la locura y el sinsentido anteriores y que no han cambiado su visión del mundo, seguramente no pasarán de una solución alicorta o de un nuevo engaño. No: es verdad que necesitamos una nueva arquitectura, y un nuevo modelo económico, ético y estético, pero con seguridad ellos no pueden ir más allá de pedir disculpas por el daño hecho.
Volvamos a lo bello
Benedicto XVI recordó sus deberes a los arquitectos, y no hace mucho de esto, aunque estaba presente Santiago Calatrava y no Patxi Mangado. «Vosotros sois custodios de la belleza. Vosotros tenéis, gracias a vuestro talento, la posibilidad de hablar al corazón de la humanidad, de tocar la sensibilidad individual y colectiva, de suscitar sueños y esperanzas, de ampliar los horizontes del conocimiento y el compromiso humano«. El error estaría, para el Papa, en hacer de la arquitectura «expresión de la obscenidad, de la transgresión o de la provocación«. Los arquitectos, como artistas, tendrían «la gran responsabilidad de comunicar la belleza, de haceros comunicar en la belleza y a través de la belleza. ¡Sed también vosotros, a través de vuestro arte, anunciadores y testimonios de esperanza para la humanidad!«
Y de hacerlo sin expoliar a los pueblos. ¿»Más por menos»? Sí, es el momento. Pero a la vez hay que hacer examen de conciencia, porque a este punto no nos han traído unos extraterrestres desconocidos, sino un conjunto bien definido de ideólogos, de artistas, de arquitectos, de políticos y de empresarios, que se han beneficiado de lo que se ha hecho a nuestras expensas.
Y su responsabilidad social no se agota en arrepentirse en público y pedir humildemente perdón a los españoles de los próximos cincuenta años, que sufrirán y pagarán su locura. Han hecho algo aún peor: han educado a dos generaciones enteras de arquitectos en su fanatismo progre. Los arquitectos que ahora están en el paro o trabajan por 600 euros, que son los llamados a deshacer el entuerto. Si es que saben reeducarse a sí mismos o buscar los buenos maestros que, marginados, han seguido existiendo.
Como ha reconocido Luis Fernández-Galiano, «la arquitectura más avanzada está volviendo a la más tradicional como forma de aprovechar mejor los recursos y de abaratar costes». Enhorabuena. Podrían haber hecho ustedes caso a sus conciencias algo antes de beneficiarse tanto del que ahora se atreven a llamar «desarrollo especulativo». Y de ensuciar con sus fealdades nuestras calles y plazas, nuestros pueblos y ciudades y, ay, las mentes y las almas de los artistas de mañana. Porque ustedes, muchos de ustedes, jamás fueron artistas ni artesanos. Que es el verdadero problema. Ustedes son el problema, no la solución.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 30 de agosto de 2010, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/reunion-culpables-crisis-para-mentirnos-otra–109087.html