Por Pascual Tamburri Bariain, 2 de noviembre de 2010.
La arquitectura reúne todas las artes bajo un solo techo. Ahora es posible entender qué cambio revolucionario ha experimentado y por qué va a seguir.
La arquitectura reúne todas las artes bajo un solo techo. Ahora es posible entender qué cambio revolucionario ha experimentado y por qué va a seguir.
Philip Wilkinson, 50 cosas que hay que saber sobre arquitectura. Traducción de María Enguix Tercero. Ariel – Claves, Barcelona, 2010. 272 pp. 19.50 €
Las artes por un lado y las técnicas por otro han tenido siempre un ropaje misterioso para los no iniciados. Ser artista ha supuesto siempre una cierta iniciación, más o menos ritual, y la aceptación por los demás miembros del gremio. El lenguaje simbólico ha sido muy distinto según los países y las épocas, pero nunca ha dejado de estar presente. Ahora bien, en un Occidente democrático e igualitario, ¿qué sabemos de las artes? ¿Y qué podemos opinar de la mayor de ellas, la arquitectura?
Cuando escuchamos a un arquitecto o, mucho peor, a un promotor inmobiliario, nos parece estar oyendo cantos de sirenas. Es, ciertamente, un lenguaje técnico, un argot, pero también es un conjunto de términos que ha ido cambiando, y no sólo enriqueciéndose, a lo largo de los siglos. Los comienzos del siglo XXI en la historia de Occidente serán recordados como los años en los que más recursos económicos se dedicaron a una arquitectura con más complejos y menos identidad. Todas esas palabras lo que envuelven ahora mismo es un arte por la que nuestra civilización será recordada –y nosotros recordamos ya las fases precedentes del mundo europeo- y que ahora mismo no sabemos ni entender ni explicar ni, sobre todo, dotar de sentido.
¿Sentido? Sí, sentido, es decir una explicación coherente en sí misma. Cuando esta civilización sabía qué era, de dónde venía y dónde podía ir usó muy distintos elementos para elevar muy diferentes edificios. Esos monumentos se explicaban en sí mismos a los hombres y mujeres de su tiempo. Nosotros necesitamos una explicación no sólo de la arquitectura del pasado, sino de la que pretende ser la arquitectura de nuestro tiempo. No estamos viviendo ni el preludio ni la plenitud ni el regusto de ningún clasicismo arquitectónico, y la misma incomprensibilidad de las grandes obras para los contemporáneos cultos es una prueba de esa carencia de sentido.
El libro de Philip Wilkinson, práctico ante todo, explica al lector de 2010 ese vocabulario técnico de la arquitectura de ayer y de hoy, que en lo que tiene de histórico fue entendido por los hombres de cada época y en lo que tiene de actual es una prueba de la desconexión entre las modas imperantes en la casta arquitectónica, las tradiciones y demandas del pueblo y las posibilidades reprimidas de un nuevo clasicismo.
Clasicismo, sí: porque una visión tan sincera y directa de lo que la arquitectura es no deja de ser la petición de una nueva manera de hacer las cosas. Porque la arquitectura no sólo tiene utilidades prácticas directas, porque revela mucho sobre lo que somos y queremos ser, y porque es y seguirá siendo un mensaje que lanzamos a los siglos, del mismo modo que recibimos otros. ¿Queremos ser entendidos?
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de noviembre de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/biografia-publica-reina-artes-hora–110542.htm