La Unión Europea necesita más libertad para superar esta crisis

Por Pascual Tamburri, 27 de diciembre de 2010.

La mitad de los alemanes preferiría el marco al euro. ¿Es el fin de la Unión Europea? Se acaba, eso sí, la Europa de los intereses miopes. Muchas cosas van a cambiar.

Europa agoniza, dicen. Se refieren a la crisis institucional que vive la Unión Europea; pero ni la U.E. es la única Europa posible, ni los manejos mercantiles y burocráticos deben confundirse con la sólida comunidad histórica, cultural y espiritual de todos los pueblos europeos. Si dejamos el monopolio de lo europeo y de la civilización occidental en estas latitudes en manos de la U.E. corre peligro la identidad europea, y las identidades diferenciadas dentro de Europa.

Dijo hace unos años José Luis Abellán –nada menos que en El País– que «la diferencia es, tanto en la esfera de la biología como en la de la cultura, lo que da riqueza al mundo y le proporciona la salud suficiente para que siga creciendo y desarrollándose en beneficio de todos». El problema es que los últimos años de vida occidental, y especialmente europea, y muy especialmente española, han consistido básicamente en negar las tradiciones y las diferencias.

Somos prisioneros, en lo pequeño y en lo grande, del mito occidental. Occidente, en sus diversas formas, ha creado un mito de sí mismo, y lo ha propuesto al resto de las gentes; el drama de nuestro tiempo, o mejor dicho nuestro drama como europeos y occidentales, es que nosotros mismos ya no creemos en nuestro propio mito, ni nos lo proponemos como guía de conducta, ni nuestra vida se informa de esa diversidad de tipos humanos ideales que fueron el eje, la meta y la explicación de Occidente. Y que hicieron la grandeza de Europa, mucho antes de la U.E.

Occidente ha muerto víctima del abuso de la razón, como no podía ser de otra manera para una comunidad excesivamente confiada en la capacidad intelectual individual. Y la razón –universal por definición, y por tanto enemiga de las identidades diferenciadas si se convierte en absoluta- ha terminado por profanar el mito, por descubrir que era inalcanzable para la razón misma, y que sólo con la fe, la tradición y la voluntad –descartadas ora por inconvenientes ora por incómodas- pueden superar esa frontera. A un mundo que para Occidente no tenía límites se le han representado de repente las barreras de lo racional.

Es el fin de una era, sin duda, y el confuso comienzo de otra. Es mucho más que la agonía de la Unión Europea, si dejamos que ésta arrastre en su crisis a la diversidad europea. Y esto tiene su repercusión, sobre todo, en el corazón de los hombres: el vacío. Estamos llenando ese hueco nihilista con la materia: nuestra época está llena de seducciones placenteras, pero también hueras, de riquezas y deleite sin esfuerzo y sin trascendencia. La intrascendencia uniforme, que siempre ha existido, ocupa un lugar desmesurado, incluso en espíritus que en otro momento se alzaron o pudieron alzarse más allá.

Mientras tanto, los menos –los menos modernos, los menos despreocupados, los menos correctos- sienten simplemente el vacío en su interior, y lo ven en la vida del pueblo al que pertenecen. Europa debe vivir, pero para vivir ha de ser ella misma, sin ataduras caducas, ni ideológicas, ni materialistas, ni uniformistas. Para que Europa viva las naciones, los pueblos y las comunidades deben vivir, verticalmente, de abajo hacia arriba. Si negamos las diferencias no podemos esperar que sobreviva Europa, ni por consiguiente que sigamos disfrutando de una libertad que sólo Europa y sus hijos han repartido por el mundo. El totalitarismo eurobobalicón es, con certeza, camino de servidumbre.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 27 de diciembre de 2010, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/union-europea-necesita-libertad-para-superar-esta-crisis-111719.html