Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de febrero de 2011.
La complejidad del mundo del siglo XXI y la aparición de Internet cambiaron la diplomacia. Pero en Egipto estamos viendo por qué hay libros que nuestros representantes necesitan tener.
La complejidad del mundo del siglo XXI y la aparición de Internet cambiaron la diplomacia. Pero en Egipto estamos viendo por qué hay libros que nuestros representantes necesitan tener.
B. Badie y D. Vidal (dir.), El estado del mundo. Anuario económico geopolítico mundial 2011. Traducción de Francisco López Martín. Akal, Madrid, 2010. 640 pp. 26 €
Reconozco que no puedo ser imparcial. Una de las primeras visitas familiares a la librería, en mi recuerdo, fue para comprar el Calendario Atlante De Agostini de 1980. Lo conservo, claro, y junto a él varios anteriores y posteriores. Puede que mi afición a los mapas, a las estadísticas, y a la geografía en sentido amplio sin ser jamás geógrafo, se deba a ese pequeño librito asociado a la infancia.
¿Pequeño? El Agostini, que por supuesto se sigue publicando y por supuesto en italiano, era una referencia anual obligada no sólo para gentes de una cultura media o alta sino para cualquiera con necesidad de información global actualizada, desde empresas hasta universitarios pasando por servicios públicos y privados. Un anuario contenía siempre datos actualizados sobre todos los países del mundo, uniendo la geografía física y la política, con datos demográficos y económicos. Una fuente de información que servía de natural complemento «vivo» a la cultura que cada uno poseyese.
Algo faltaba, al menos en teoría: los anuarios clásicos no interpretaban ni interrelacionaban, hacían incluso gala de observar con imparcialidad y distancia lo que sucedía, ya fuesen éxitos o fracasos, dictaduras o catástrofes naturales. La interpretación quedaba para el usuario. Ya a mediados de los 80 del siglo XX surgió en Francia una alternativa de la que El estado del mundo de Akal es la natural continuación: se trataba de dar toda la información de un anuario pero de unirla a una interpretación, no necesariamente imparcial pero sí fundamentada, de los datos ofrecidos y de la situación presente. Akal traduce desde entonces el Estado del mundo del francés, añade contenidos españoles y nunca ha ocultado su vinculación con una interpretación genéricamente progresista de la situación global de cada año.
El verdadero éxito de este anuario, incluso para quienes no comparten el punto de vista de muchos articulistas, y para quienes pueden tener la tentación maliciosa de releer lo publicado hace unos cuantos años, está en Internet. Si la única virtud de un Anuario fuese la precisión y abundancia de sus datos actualizados anualmente es evidente que Internet, ofreciendo lo mismo, gratis y actualizado al minuto, era mucho más que una amenaza. Salvo que uno tenga más que ofrecer, como es el caso. Akal sigue publicando El estado del mundo para cada año, sin cambiar de formato; precisamente cada vez con más interpretación y con menos información, ya que ésta se ofrece en red, en parte sólo accesible para el comprador del libro. Se trata de un libro único en su género entre nosotros, y merece ser atesorado por profesores y alumnos, por centros educativos y por empresas, tanto o más que antes.
La combinación de información e interpretación, más la comparación dentro de la serie entre lo dicho cada año, nos ofrece materiales imprescindibles para tomar decisiones, ya sean las vacaciones de una familia, las inversiones de una empresa o las declaraciones de una ministra. Estoy convencido de dos cosas: Trinidad Jiménez lo tiene a su disposición, y la ministra se ha limitado como mucho a verlo por encima, probablemente en sus páginas más subjetivas. Si lo usase a fondo Estaría teniendo mucho más cuidado al expresar opiniones y compromisos sobre Egipto y los demás países donde nos la jugamos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de febrero de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/libro-necesitaria-leer-cada-noche-trini-jimenez-112684.htm