Aznar nunca quiso a nadie a su derecha (y cuando lo consiguió ganó)

Por Pascual Tamburri, 28 de febrero de 2011.

La división es la enfermedad infantil del centro y la derecha en España. El PP llegó a ser grande cuando consiguió la unidad. Sería estúpido alegrarse de las escisiones.

Supongo que estas cosas ya están dichas y escritas desde don Antonio Maura, o desde antes. En el fondo España se repite a sí misma: con asombrosa insistencia hemos conseguido tener un centroderecha político en la oposición o con mayorías débiles cuando socialmente representaba valores muy mayoritarios. La clave es, por supuesto, la división: la izquierda pese a sus querellas termina uniéndose para cambiar el país, y la derecha con el centro, pese a que en muchos asuntos sólo está dividida por matices, más de una vez ha terminado a la gresca.

Es verdad que nuestra democracia siempre ha sido débil porque la izquierda y los separatistas han insistido en imponer su visión de las cosas no sólo como democrática (lo que muchas veces no es) sino como la única democráticamente posible (lo que es una gran estafa). Pero no es menos cierto es que esa debilidad ha sido posible por la claudicación del centroderecha en asuntos esenciales (educación, cultura, asuntos sociales) a cambio de conseguir a veces apariencias de orden y de riqueza. En cualquier caso, tales son las culpas de un centroderecha dividido y, como tal, débil o perdedor.

Manuel Fraga consiguió perder las elecciones generales de 1977, y las de 1979, y las de 1982, y las de 1986. A la vez, Adolfo Suárez había ganado las dos primeras, pero con una UCD quebrada y acomplejada que preparó la posterior victoria socialista. Como decía Pedro Fernández Barbadillo «Fraga ha definido perfectamente el drama de la derecha política española…: limitarse a gestionar mejor la sociedad construida por la izquierda, cuando ésta tiene un tropiezo. Sin ningún deseo de revertir la ingeniería social introducida por el PSOE. Por complejo, por cobardía o por comodidad«. Hasta que llegó Aznar.

La unidad es siempre una buena noticia, la desunión siempre es mala

José María Aznar dio a la derecha política española sus primeras victorias electorales indiscutibles desde la Restauración. Su receta no fue especialmente original ni es ningún secreto: construir un gran Partido Popular en el que cupiesen todas las sensibilidades y todos los votos desde el centroizquierda hasta la derecha nacional democrática. La UCD, pese a su variedad, nunca entendió esto: que dejar un espacio social y político libre a su derecha podía ser cómodo para sus líderes, para ahorrarles acusaciones de derechismo, ultraderechismo, fascismo y canibalismo a cargo de la izquierda postestalinista, pero era una renuncia completa a la «mayoría natural» (y una sumisión moral al socialismo) .

Fraga ya lo había dicho y, como tantas cosas, escrito, pero no fue coherente consigo mismo y quizá las circunstancias no le permitieron más. La verdad es que Aznar se fijó desde 1989 en la unidad como primer paso hacia la Moncloa. Y consiguió las dos cosas: el PP consiguió con él mayorías absolutas y llenar todo el espacio político desde el centro hacia la derecha. Si Mariano Rajoy y el equipo de María Dolores de Cospedal pueden hacer hoy una política de amplio espectro, que puede atraer también votantes descontentos con Zapatero, es porque no tienen que mirar en otra dirección con el rabillo del ojo. Porque todas esas sensibilidades, en otro caso alternativas, ya tienen su lugar dentro del PP.

Ahora bien, el invento deja de funcionar si se rompe la unidad. Ya de por sí la situación navarra es complicada desde la separación PP-UPN de 2008, puesto que el mismo votante se ve llamado a la vez por la UPN regionalista de Yolanda Barcina, por el CDN de centro-centro de José Andrés Burguete y por el PP de centroderecha de Santiago Cervera. La gestión del congreso regional del PP de 2009 dio como resultado final la expulsión de Nieves Ciprés y la salida o expulsión de otras personas. Sean cuantas sean no creo que sea motivo de alegría para nadie sensato; y menos lo será que, como parece, hayan formado un ¡cuarto! partido de centroderecha, «Derecha Navarra y Española«, para las elecciones del 22 de mayo. Cada uno sabrá.

Es normal que de esto se alegre la izquierda. Es normal que se alegren los abertzales, divididos ellos mismos pero no tanto y no en lo esencial. No sería normal, y de hecho sería una muestra de patológica debilidad moral si no intelectual, que alguien se alegrase de esta situación desde el interior del mismo centroderecha. Yo comprendo que, por ejemplo, algún pío democristiano sin renovación doctrinal en el último siglo prefiriese tener siglas supuestamente a su derecha, para poder mirar a otro lado cuando el PSOE buscase enemigos a los que descalificar. Pero sería un suicidio colectivo convertir la mayoría social en minoría política troceada vía personalismos, clanes, ignorancias y comodidades. Como digo, quien se alegre o quien se dedique a descalificar al próximo en vez de desear la unidad demostrará la calidad de su patriotismo. Aznar se encontró algo así al empezar.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 28 de febrero de 2011, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/aznar-nunca-quiso-nadie-derecha-cuando-consiguio-113027.html