Por Pascual Tamburri Bariain, 6 de marzo de 2011.
¿ZP y la crisis están acabando con el Estado del bienestar? Es el choque con la realidad el que lo está liquidando. Suecia demuestra que no es una mala noticia. Y la democracia no termina.
Mauricio Rojas, Reinventar el Estado del bienestar. La experiencia de Suecia. Prólogo de José María Aznar. FAES- Gota a Gota, Madrid, 2011. 154 pp. 16 €
Charles Tilly, Democracia. Prólogo de Ramón Máiz. Traducción de Raimundo Viejo Viñas. Akal, Madrid, 2010. 288 pp. 22 €
La historia política e institucional de Suecia es una de las más singulares de Europa, al menos durante los dos últimos siglos. Los suecos tuvieron, tras la instauración de los Bernadotte, una revolución liberal pacífica, que derivó sin sobresaltos en una democracia moderna. Suecia ha sido siempre la vanguardia del progreso, pero sin ostentación, y aceptando lo que esto supusiese en cada momento. La patria de los Nobel aceptó a comienzos del siglo XX sin violencia la secesión noruega, y siguió siendo un gran país poco poblado siempre en primera fila, del liberalismo primero, de la democracia después, e incluso de la eugenesia y el racismo biológico cuando esto se consideró «moderno».
Este país liberal se convirtió tras la Segunda Guerra Mundial, y sin participar en ella aunque sí en sus beneficios, en avanzadilla del Estado intervencionista, de la participación de lo público en los mercados y, por extensión de la creación de nuevos «derechos sociales» que habrían de financiarse con dinero público. La Suecia liberal y próspera de 1945 se convirtió en la Suecia socialdemócrata ¿y no menos próspera? De la segunda mitad del siglo. El modelo universal del «Estado del Bienestar» .
Ya hace más de dos años que Gota a Gota publicó y El Semanal Digital reseñó el magnífico estudio de Mauricio Rojas sobra la transformación de la democracia sueca. Suecia, que fue durante décadas la democracia con los mayores impuestos y el mayor sector público de Occidente, y un modelo supuestamente infalible de las virtudes del socialismo democrático, ha cambiado de rumbo. Hasta la crisis de los 90 aunque no gobernase el partido socialdemócrata las ideas socialistas no eran discutidas por nadie. Parecía como si la única alternativa al socialismo real, soviético, fuese el «Estado del Bienestar», dando por descontada la superación del liberalismo puro.
Ahora ha terminado el estado del bienestar socialdemócrata. El liberalismo dickensiano, o manchesteriano, es una moda vintage pero también ha demostrado sus límites y su crueldad, dígase lo que se quiera. Está por ver, en cambio, que el estado futuro deje de ser un Estado social. Quizá lo sea más con este paso. Incluso, a día de hoy, ¿cabe concebir un Estado democrático que no sea social? Suecia demuestra, sí, las virtudes de la libertad y el fracaso del socialismo, y FAES hace bien en ofrecer el modelo. Pero hace igualmente bien en recordar que el liberalismo decimonónico no es la única salida del túnel socialista. Y del mismo modo hay que recordar, precisamente por las reformas que vivimos y que se acercan, y que explican esta oportuna reedición del volumen, que hay democracia fuera de la socialdemocracia y fuera del individualismo absoluto. Algo que Espña debe recordar en meses y años por venir para evitar razonamientos o decisiones demagógicos o torpes.
El Estado del Bienestar es un riesgo para la democracia, y un Estado social su mejor garantía
En medio del debate sobre el futuro de nuestra democracia, Akal ha reeditado un clásico moderno, el de Tilly sobre la propia democracia. Para Tilly, desde el punto de vista social, la democracia es más que una forma, y requiere que la desigualdad de categoría no esté vinculada a la política pública, que haya redes de confianza ajenas a la política pública y que existan centros autónomos de poder coercitivo.
No es tan complicado como parece. La cuesión es que la democracia no es una técnica sino una visión del mundo y una manea de organizar la convivencia en general … «si los Estados democráticos desmantelan los acuerdos redistributivos e igualadores que han crecido dentro del capitalismo democrático y la gente rica desconecta sus redes de confianza de la política pública… debemos esperar que estas medidas desdemocraticen sus regímenes». Entendida interesadamente, esta afirmación crucial del estudio de Tilly llevaría a identificar democracia con socialdemocracia, y a anunciar el fin de la misma democracia con la reforma que debe necesariamente desmantelar el «Estado de Bienestar» socialista.
Pero una lectura fría, serena y técnica nos lleva realmente a entender lo contrario: el socialismo ha puesto en peligro el Estado Social, precisamente con cobijar bajo su nombre toda una costosa construcción de falsos derechos y de derroche que era, sí, socialista, pero que no era el núcleo mismo de ese Estado. Si la democracia está en peligro en esta crisis no es porque se estén aplicando, tardíamente y mal, ciertas reformas, sino precisamente porque se ha llegado muy tarde a esas medidas, y porque el socialismo desdemocratizó la convivencia, independientemente de qué partido gobernase.
Identificar «Estado de Bienestar» con democracia es una falacia intelectual, y además un engaño colosal. Afirmar que si no se consolidan esos «nuevos derechos» la democracia desaparece es tanto como negar la legitimidad de la democracia y del mismo Estado. La democracia, como en realidad todas las formas contemporáneas de modernidad, sí requiere un Estado Social, pero precisamente para salvar éste, y la misma democracia, se impone desmotar la gran estafa del Estado de Bienestar. Porque si no, entonces sí, tendremos que elegir entre comunismo y laissez faire, probablemente sin democracia alguna. Dos libros oportunos para un debate que en España tiene un perfil intelectual tan bajo como el de la formación técnica de muchos de nuestros políticos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 6 de marzo de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/reformas-terminan-fiesta-riesgo-para-democracia-113094.htm