Por Pascual Tamburri Bariain, 28 de abril de 2011.
China está de moda. Entenderla es un reto del siglo XXI, para el que hay que buscar ayuda. Pero Europa suele olvidar que hubo otras civilizaciones además, con su legado vivo.
Luis Palacios y Raúl Ramírez, China. Historia, pensamiento, arte y cultura. Almuzara, Córdoba, 2011. 454 pp. 25 €
Pekka Hämäläinen, El imperio comanche. Traducción de Ricardo García Pérez. Península, Barcelona, 2011. 728 pp. 44,90 €
En las últimas tres décadas hemos agotado tanto la capacidad de asombro como los superlativos disponibles en español. La culpable es China, la gran civilización que quizá no debimos olvidar nunca pero que desde luego hoy tenemos presente a cada paso. Almuzara, por la pluma de Luis Palacios y Raúl Ramírez, nos ofrece una introducción alternativa a la gran potencia de Oriente. Un libro que servirá tanto a quien tenga que relacionarse con China y los chinos como a cualquiera que sencillamente quiera entender el mundo en el que vivirá la siguiente generación.
Nuestras carencias respecto a Oriente suelen achacarse a un nunca bien explicado eurocentrismo. Tengo para mí que los occidentales estamos curados de nuestros vicios culturales, si los tuvimos alguna vez después de muerta la reina Victoria, pero nunca estará de más recordar esa gran verdad que nuestros bisabuelos pusieron entre paréntesis: ni todas las civilizaciones están emparentadas con las nuestra, ni todas tienen un origen común, ni todas se derivan de las naciones blancas. China, como Europa, ha tenido sus momentos de decadencia y de esplendor –y sería motivo de discusión si su versión del marxismo ha matado más de lo que ha salvado, o no-, y hoy no está en su peor momento material.
Una y otra vez los «expertos» en China tropiezan en el economicismo en su intento de explicar el Imperio del Centro. Una y otra vez fracasan. Sin duda la tradición confuciana y la revolución maoísta han hecho mucho para que China sea un gigante materialista, inmanentista, pero al final todos los grandes hechos de aquella gran civilización requieren una explicación que no es sólo económica ni contable. El pasado, la cultura, la tradición, también la religión y las artes, son elementos necesarios para la comprensión de una cultura que está casi físicamente en nuestras antípodas pero junto a la cual nuestros líderes pareen decididos a construir una economía, y una cultura, globales. Sólo conociendo todas las claves que el libro de Almuzara nos introduce podremos manejarnos en un mundo globalizado en el que China será quizás el actor principal. Aunque nuestros padres estuviesen acostumbrados a pensar que ese puesto era para los europeos.
No sólo los europeos crean imperios… ni los imperialistas
Desde finales de la Edad Media, nuestros antepasados tenían sustancialmente claras dos ideas sobre el mundo: la civilización europea, occidental y cristiana no era la única sobre la faz de la Tierra, pero sí era la más importante, sobre todo desde el punto de vista de sus protagonistas. Europa no pretendió que el mundo le perteneciese, pero tampoco renunció por anticipado a tomar de él lo que pudiese convenirle. Y con esa visión de las cosas descubrió nuevos mundos, los conquistó, los pobló, les llevó su civilización pero en principio lo hizo sin afán de destruir. Si acaso, de poseer.
Durante cinco siglos más o menos el mundo ha estado marcado por el imperialismo europeo, del que el norteamericano no es sino la extensión con unas u otras excusas. Sin embargo, el hecho de que sólo se conserven en la memoria popular los viejos imperios europeos y como mucho algunos de los más grandes del pasado, entre los no europeos, ha creado un error colectivo ante el que Oswald Spengler no podría sino sonreírse: ¿acaso el imperialismo o la misma existencia de imperios son una consecuencia negativa y exclusiva del ser europeo?
Pekka Hämäläinen nos ha abierto, en Península, una de las infinitas ventanas posibles para desmentir ese error. Con sus formas culturales específicas, todos los pueblos que en el mundo han sido y serán tienen una forma de posible imperialismo que desarrollar. Faltarán las fuerzas, faltarán las ocasiones, o no, pero nadie, ni europeos ni chinos, ni aztecas ni comanches, escapa a la definición de humano ni a sus consecuencias. Y cuando unos intentamos negarnos a otros la plena humanidad las consecuencias son espantosas… para la misma civilización.
El caso de los comanches es uno de los más visibles en su momento, pero también de los menos estudiados, al menos en Europa. Un pueblo indoamericano, desplazado de su asentamiento más o menos permanente, forzado a cambiar su entorno, su modelo económico y hasta su tecnología, consiguió establecerse en las grandes praderas y fundar en ellas un dominio político y económico prácticamente secular. Cómo lo hicieron y por qué, y cómo se hundió su modelo, es la materia de un libro que, mejor que muchos, recordará al lector que la historia de los grupos humanos es una montaña rusa de éxitos y de fracasos, en la cual los europeos hemos tenido incluso demasiada suerte. Pero no siempre ha sido así, ni será.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 28 de abril de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/europa-esta-sola-algun-quiza-este-114161.htm