Por Pascual Tamburri, 16 de mayo de 2011.
En Navarra se ha retratado hace muchos años los extremos ridículos de la clase política. Es natural que los ciudadanos no confíen en sus promesas.
Uno de los platos fuertes de la campaña electoral está siendo el intercambio de reproches entre políticos a cuenta de la honestidad de unos y de otros, de sus ingresos, de su enriquecimiento y de la movilidad social ascendente que muchos de ellos parecen mostrar desde que se dedican a la política y, quizás, precisamente por dedicarse a la política. En particular el Partido Socialista en su versión navarra ha exhibido una actitud de «excusatio non petita» que no hace sino da más pie a las sospechas que ya pudiese hacer a cuenta de la honestidad de algunos de sus candidatos.
Es verdad que el PSOE es en Navarra el partido de Gabriel Urralburu y de Javier Otano, con lo cual sí que se explican algunas de las excusas manejadas por Roberto Jiménez y su variado equipo; pero ni siquiera ese pasado triste y delictivo del socialismo navarro basta para explicar la iniciativa del PSN de publicar, sin más, el patrimonio y la renta de sus candidatos forales.
Lógicamente los adversarios políticos del PSOE han respondido. Pero también lo ha hecho una mente preclara y no política, la de Eugenio Simón Acosta, de la que han brotado algunas de las respuestas más sólidas a la iniciativa socialista. Una iniciativa que, desde luego, no podía quedar sin respuesta. Dice el profesor Simón que la política es una actividad noble, y parece coincidir con Yolanda Barcina en que un político no se puede permitir el lujo de acabar de desanimar a un ciudadano escéptico.
¿Cuál es, pues, el problema que los líderes políticos socialistas nos plantean? De primeras, la iniciativa de hacer públicos ingresos y patrimonios tiene o tendría su parte positiva, pero algo cojea si es un catedrático de Derecho Tributario quien se pregunta «¿para qué sirve que un candidato publique sus recursos económicos?». Efectivamente, si son los mismos políticos los que renuncian en parte o no a su intimidad personal no hay garantías de fiabilidad de esos datos, y puede que sigamos sin saber en qué medida o por qué medios ciertos políticos y sus entornos se han enriquecido en el curso de su vida pública.
Creo que la iniciativa de los socialistas de revelar sus ingresos es, por lo menos, sospechosa. Sería mucho más tranquilizadora la idea de que todos los políticos tuviesen que hacer públicos esos datos, o que fuesen automáticamente públicos. De ese modo nuestros hombres públicos no se beneficiarían de unos ingresos privilegiados. Efectivamente, de no ser así, «la publicación en la prensa no añade ni un ápice de rigor a la información que esta garantía representa».
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 16 de mayo de 2011, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/finanzas-politicos-dignidad-politica-114625.html