Dos ideas atrevidas para un Orgullo que también merece su Día

Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de junio de 2011.

Algo aún más escandaloso que el orgullo gay que el Madrid de Gallardón celebra en julio: la lectura y la literatura. Mal vistas, perseguidas, reprimidas. Ahora, con dos nuevas visiones.

Miguel Ángel Mala, Morir de libros. Castalia, Madrid, 2011. 256 pp. 14 €


John Sutherland, 50 cosas que hay que saber sobre literatura. Traducción de María Ruiz de Apodaca. Ariel, Barcelona, 2011. 224 pp. 19,50 €

Esa parte de ti que ves crecer, y que no entiendes del todo pero que te gusta y te produce placer, es para la mayoría una enfermedad o algo peor. Eres un tarado, un deficiente o un enemigo de la convivencia sólo por gustarte lo que te gusta, por vivir como vives, por ser como eres. Eres un escándalo. Si no renuncias a esa parte de ti, si no la suprimes y antes incluso la haces invisible, la sociedad te perseguirá. No eres «normal», y como no eres lo que debes ser la mayoría querrá que te avergüences y que te «cures». No hay opciones, eso que tantas satisfacciones distintas te da es socialmente «malo» y hay que curarlo, quitarlo. Y si no te suprimiremos a ti, porque de todos modos estamos seguros de que esa «enfermedad» te matará.

Vista la cercanía del día del orgullo gay –y la inesperada polémica entre Chueca y Alberto Ruiz Gallardón– puede que alguien tome lo anterior como una descripción de la vida y de los sufrimientos de un homosexual bajo un régimen opresivo o de discriminación. No lo es.

La enfermedad se llama bibliófilis y es delito en la «trama rara» de la novela de Miguel Ángel Mala (así la acaba de llamar el bachiller Nail), recién publicada por Castalia. Una creación surrealista, irónica y autoirónica, en la que el protagonista descubre que padece una gravísima y contagiosa enfermedad, de graves efectos, socialmente intolerable, clínicamente incurable. Miguel Ocaña no se esconde ni huye por ser gay –lo que habría garantizado quizás mejores ventas- pero sí por amar, patológicamente, los libros –lo que crea a cambio un libro que vale la pena-. Enrevesada, la novela sorprende y hace continuamente sonreír. Don Santos García Larragueta, acabábamos de empezar los 90, me llamó más de una vez bibliófago. De alumnos no se cuánto entendía, pero de libros, estaremos de acuerdo, bastante. Me pareció entonces bastante origina la idea de ver como «enfermedad» el recibir placer, incluso físico, del contacto con la letra escrita. Ahora, Mala ofrece a su lector una divertida manera de Morir de libros, una lectura que gustará a todos aquellos que en algún momento hemos tenido algún desencuentro con la sociedad contemporánea justamente por amar la lectura.

«Los libros no perdonan, amigo mío. Espero que el resultado merezca la pena»

Ariel, en una serie que ya nos ha demostrado varias veces sus méritos, propone de la pluma del crítico John Sutherland 50 cosas que hay que saber sobre literatura. Porque, la verdad, muchas cosas que se escriben sobre libros a veces son difíciles de entender para los que aman los libros. ¿Sorprendente? Quizá no tanto. Nuestro mundo occidental, a la vez que enaltece la erudición sobre libros y autores y encumbra al erudito, hace en la práctica difícil, y sobre todo mal visto en el día a día, que un joven, un trabajador, una persona de la calle, lea, ame y viva los libros. Así que la propuesta de entender qué dicen los «sabios» es también una manera de que la lectura deje de ser aureola para unos pocos y estigma para otros, y se convierta en accesible fuente de saber y de placer para quien la quiera (y la pueda vivir .

¡Sal de la estantería!

No dejamos de conocer muchachos que pagan socialmente el precio de leer, o que ocultan que lo hacen, o que fingen no dar importancia a algo que en realidad contribuye a llenar sus tiernas vidas; peor aún, los hay que disfrutarían en todo sentido esa tara, pero la rehuyen, o han sido educados para no conocerla. No sólo porque las alternativas son más prestigiosas, sino porque ¿quién está orgulloso de algo que lo puede convertir en un paria? Hablo de leer literatura claro, no basura impresa, algo que Sutherland ayuda a comprender también. Bien, pues para vosotros, pocos siempre pero nunca ausentes, y vosotros sabéis vuestros nombres aunque os escondáis en la estantería ya que no en el armario, son estos libros.

Junio, mes de notas y de exámenes, víspera si se quiere del orgullo gay, ha recibido la Feria del Libro de Madrid. Por eso mismo tiene muchas razones para convertirse en momento de un Día del Orgullo Lector, o bibliófilo, o bibliófago y bibliópata también, ¿por qué no? Leer estos dos libros, y muchos otros de los que nos llegan como novedades, anima a que salgan del armario (o de la estantería) las decenas de miles de jóvenes que –cada día los vemos en las aulas- son mal vistos y discriminados por leer, u ocultan que lo hacen, o reconocen leer sólo lo que se les anima o permite oficialmente. Que dejen pues de avergonzarse de leer, y dejemos de cerrar los ojos a la complicada posición de este vicio pecaminoso de nuestro tiempo.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 17 de junio de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/ideas-atrevidas-para-orgullo-tambien-merece–115345.htm