Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, cambia la Constitución

Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de julio de 2011.

Mientras las revoluciones se suceden en el mundo árabe, Marruecos experimenta otra vez un cambio ‘desde dentro’. ¿Logrará esta monarquía teocrática y oligárquica salvarse? ¿Pagará España?

Mientras las revoluciones se suceden en el mundo árabe, Marruecos experimenta otra vez un cambio «desde dentro». ¿Logrará esta monarquía teocrática y oligárquica salvarse? ¿Pagará España?


Thierry Desrues y Miguel Hernando de Larramendi, coords., Mohamed VI. Política y cambio social en Marruecos. Las claves del proceso de transformación que se opera en el país vecino. Almuzara, Córdoba, 2011. 344 pp. 17,95 €

Hasta El País cree que Constitución votada en referéndum el 1 de julio de 2011 es un intento de Mohamed VI de inmunizar a Marruecos de la «primavera árabe». Hassán II promulgó la primera Constitución escrita en 1962, y sucesivamente la modificó cinco veces con mayor o menor profundidad. Eso nunca cambió la naturaleza del texto ni la identidad del régimen. Marruecos es un país confesional islámico, donde todos los poderes a partir del religioso están en el sultán, príncipe de los creyentes (es decir, emir al-muminin, el mismo título de los antiguos califas) .

El Gobierno marroquí, empezando por su secretario general, Driss Dahak, su portavoz Jalid Naciri, su ministro del Interior Taieb Charkaui, todas las instituciones del país vecino, los partidos oficialistas –el Partido Istiqlal, la Agrupación Nacional de Independientes, el Movimiento Popular, la Unión Socialista de Fuerzas Populares, el Partido del Progreso y el Socialismo– y hasta alguno semioficialista controlado por los muy poderosos servicios secretos, afirman que Marruecos es ahora una monarquía constitucional. Prueba de la debilidad de esta idea es que sólo entre el 36% y el 40% de los 13,46 millones de votantes registrados aprobaron el texto constitucional. La abstención fue masiva y, lo que es más significativo, muchos ni siquiera se inscribieron.

Hay otro Marruecos, distinto del oficial, y es el momento de entender dos cosas: cómo es ese país real, y por qué hasta ahora, aunque los cambios guiados no convencen, tampoco han estallado las peticiones populares a la manera de Túnez, de Egipto, de Libia y ni siquiera de Siria.

Almuzara, que siempre ha mostrado una especial sensibilidad hacia nuestro vecino del Sur, edita ahora una recopilación de estudios de la que el lector español tiene verdadera necesidad. Quienes en nuestro país, a cualquier nivel, hayan de tomar decisiones referidas a Marruecos no pueden permitirse por más tiempo basarse en lugares comunes de origen muy antiguo o, peor, extranjero, y mucho menos pueden seguir dando por buena la propaganda que el régimen marroquí da de sí mismo. Es evidente que los análisis sobre distintos aspectos de la realidad marroquí que ahora tenemos gracias a Thierry Desrues y Miguel Hernando de Larramendi no son los mismos que querría proporcionarnos el Gabinete Real, ni por desgracia nuestro propio Ministerio de Asuntos Exteriores. Pero son unos cuantos vistazos al Marruecos real, que explican el fracaso constitucional y los distintos retos ahora mismo planteados.

Como los demás países que están experimentando cambios políticos, Marruecos es una realidad compleja en la que no podemos limitarnos a hablar de un «cambio económico». El libro de Almuzara analiza los aspectos económicos, sociales, culturales, religiosos y políticos del cambio, además de los desafíos regionales, territoriales e identitarios que se viven al Sur del Estrecho. Políticamente, Marruecos no es ahora una democracia y con el cambio constitucional adquiere algunos de los elementos externos pero el poder real sigue en las mismas manos: el rey y los poderosos grupos de personas que, nombrados por él, forman los distintos y omnipotentes consejos asesores. No importa cuanto se vote, ya que el voto no mueve el poder de donde está. Ahora, como antes, el monarca es una figura «sagrada» e «inviolable». Eso plantea a su vez la cuestión religiosa, no habiendo libertad real en ese campo –y por esto y por muchas otras razones la vigencia efectiva de los Derechos Humanos es inexistente-, y dentro del mismo Islam es oficialista un Islam conservador y ligado a la dinastía, lo que deja al integrismo como válvula de escape para descontentos de varios tipos.

Si «Marruecos es un Estado musulmán y el Estado garantiza la libertad religiosa» hay una contradicción interna insalvable, que sólo de cara al exterior se quiere salvar. Pero el cambio social que la modernización económica y el crecimiento demográfico han favorecido también se liga a un auge tanto de la laicización como del radicalismo, en especial entre los jóvenes y los marginados. Es apasionante ver descritas en las páginas de estos estudios las complejas relaciones entre los cambios de uno y otro tipo; descripción que se hace casi florentina si entramos a considerar los factores regionales (Sahara, pero también Ifni y el Atlas), y la espinosa pero ineludible cuestión de los bereberes, imazighen. Muchas cuestiones necesitan mayor profundidad y estudios específicos, pero aquí tiene el lector un primer paso dentro del Marruecos de 2011.

Sólo dando por buen la propaganda más rudimentaria se puede hablar para el Marruecos de hoy de «una arquitectura institucional democrática avanzada». Marruecos no es un país de libertades y mantiene bajo ocupación militar un territorio de soberanía española, que es el Sahara Occidental. Dicho esto, pueden valorarse las buenas intenciones de los gobernantes actuales, entreviendo a partir de la modernización económica y del cambio social una futura, que no presente, democracia.

Resulta llamativo sin embargo notar que quienes negaron y niegan ese horizonte democrático al tardofranquismo (que sin embargo nos permitió llegar donde estamos) tienden a ser los mismos que se lo conceden a la monarquía absoluta de Mohamed VI. Claro que siempre hay dos pesos y dos medidas, como señalaba Mundo Negro en su último número, ya que Francia fomentó la resolución 1973 de la ONU para derribar a Muamar el Gadafi en Libia con argumentos que igualmente valdrían en Marruecos, Gabón, Guinea Ecuatorial o Burkina Faso… donde sin embargo no se emplean. Leer este libro también ayuda a entender o entrever cuáles son las medidas internacionales de las que tanto se han beneficiado hasta ahora nuestros vecinos del Sur (y de la puerta de al lado).

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 8 de julio de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/cuando-barbas-vecino-veas-pelar-cambia-constitucion-115776.htm