Unas vacaciones de mil días en el lugar que los privilegiados esconden

Por Pascual Tamburri, 30 de julio de 2011.

Entre la ficción, la guía turística y el libro de recetas, Marlena De Blasi da trucos para tener unas vacaciones incomparables, donde no van las masas.

Marlena De Blasi, Mil días en la Toscana. Traducción de Alejandra Devoto. Martínez Roca – Planeta, Madrid, 2011. 384 pp. 18.90 €

Estamos acostumbrados a catalogar todo lo impreso en una de nuestras categorías prefabricadas, sea narrativa, cocina, viajes o etnografía. ¿Y qué hacemos cuando un libro lo es a la vez todo y satisface las demandas básicas de todos esos géneros? Nos encontramos con un libro difícilmente clasificable, pero no por eso menos interesante. Lo que hace Marlena De Blasi no es normal en nuestro tiempo, tan dado a las etiquetas rígidas y a las clasificaciones absolutas, pero habría sido normal en la Europa del Antiguo Régimen: ficción novelesca por un lado, pero que tenga trama no le impide describir lo que ve y lo que vive mejor que la mejor guía turística. Eso sí, a la vez, se intercalan observaciones etnográficas, historietas, ideas para revitalizar la economía rural y recetas de cocina. ¿Qué pesa más? Por convención hemos de aceptar que estamos ante un libro de ficción, pero en realidad es mucho más.

Y es que lo de menos es la historia que se nos cuenta, pues el protagonista del libro de De Blasi no es ninguno de sus personajes humanos, por lo demás bien creados y diseñados, sino uno que aparece en el título: la región de Toscana. La antigua Etruria, a pesar de sus enormes diferencias internas y de la sorprendente diversidad entre sus habitantes –la misma que puede haber entre un Socci y un Di Preta o entre un pisano y un florentino, y las hay mayores incluso-, es un sujeto de belleza excepcional, un acotamiento de comodidad, pequeños y grandes placeres, deleites mayores y menores, de manera que el subproducto condensado de todo ello basta para dar sentido al libro. Y aún más: para dar sentido a cualquier visita a Toscana, más allá de los innecesarios lugares comunes. Hay muchas razones para que Toscana merezca ser visitada y valga la pena incluso vivir en ella, y ninguna de esas razones está habitualmente al alcance del erudito atiborrado de información fósil ni del turista de autobús, ignorante de lo que tiene a su alcance. ¡Cuántos viajes mal aprovechados!

De Blasi no blasfema al ofrecernos degustar como partes del mismo menú el arte, el pasado, el estilo de vida y la gastronomía. No se trata de oponer una cosa a la otra, sino de entender que Toscana –si es que existe una cosa tal, y no una coalición de identidades locales temporalmente unidas en los milenios- no se abre a exquisitos puristas sino a personas que puedan degustar la compleja belleza de lo sencillo. Historias, olores, ocurrencias, sucesos, sabores, pasado, futuro, piedras, maderas y flores se coaligan en San Casiano para que el lector entienda que la vida es a la vez sencilla y complicada, pero que de cualquiera de las dos maneras merece ser vivida si uno puede vivirla al menos en parte en la Italia Central.

Algún economista liberal de estos que florecen ahora nos escribirá trescientas páginas para explicar por qué, en efecto, la Italia apenínica y sin considerar sus costas genera más valor añadido turístico que la España interior. Yo personalmente creo que haremos mejor en ir a verlo en persona, en un camino que no nos está ni mucho menos vedado, que hace que el vino, el aceite, las verduras, las frutas y los platos de una gente sencilla se conviertan en fuentes de placer, objetos de identidad, pozos de riqueza y modos de vida. Si alguien se pregunta cómo se puede vivir por una historia de hace mil años, por un equipo de segunda B, por una manera de beber y por un estilo, disfrutará y aprenderá leyendo a De Blasi, y entenderá también por qué Italia termina siempre encontrando, no sólo otros ingresos, sino además gente que la ama de otra manera. No es porque la nuestra sea una tierra menos hermosa, sino porque abrimos menos y peor los ojos a esa hermosura. Y nos queremos tan poco a nosotros mismos que olvidamos que la bella Toscana, al menos en parte, perteneció durante siglos a la monarquía hispana

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 30 de julio de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/unas-vacaciones-dias-lugar-privilegiados-esconden-116171.htm