Por Pascual Tamburri Bariain , 24 de septiembre de 2011.
La educación superior no es para todos. De hecho, no puede serlo, y lo importante es definir el criterio de selección y acceso. Desde la Universidad española se alzan voces de protesta.
La educación superior no es para todos. De hecho, no puede serlo, y lo importante es definir el criterio de selección y acceso. Desde la Universidad pública española se alzan voces de protesta.
José Carlos Bermejo Barrera, La maquinación y el privilegio. El gobierno de las Universidades. Introducción del autor. Akal, Madrid, 2011. 160 pp. 9,00 €
José Carlos Bermejo ha emprendido, desde la Universidad, dos tareas que él cree necesariamente unidas. En una, la denuncia de la crisis, deterioro y degeneración de la Universidad española, pública y privada, va a encontrarse con la aprobación y el apoyo de muchos universitarios de todas las ideas, de todas las regiones y de todas las afinidades. Para valorar su análisis y sus razones basta buena voluntad y sentido común. En la otra tarea, su propuesta de solución, no consigue colocarse por encima de las partes y de los partidos, y da su opinión a sabiendas de que la comparte precisamente con muchos de los responsables de la situación contra la que protesta.
La Universidad, realidad específicamente europea o si se quiere vertiente europea de la educación y la cultura superiores, no ha permanecido inmutable a lo largo de los siglos. Depósito del saber más elevado, centro de selección y de educación de minorías rectoras, formadora de profesionales superiores, la Universidad que el siglo XX ha dejado al XXI es también, de alguna manera, un centro de bienestar social y de establecimiento de la igualdad, sin dejar de haber sido por el camino un centro vertebrador de la investigación científica. José Carlos Bermejo no ignora esto que explica, que la Universidad ha sido muchas cosas sucesivamente y sigue siéndolas simultáneamente.
Bermejo reprocha a la actual generación de políticos el desmontaje de la Universidad (pública) y su progresiva incapacitación para el cumplimiento de sus funciones, que se asignan a otros entes sociales y que se privatizan, al tiempo que los profesores universitarios, apoyados por instituciones públicas y privadas, se dedican a la gestión de las Universidades y no a sus funciones específicas en la docencia y la investigación. Lo cierto es que el análisis de Bermejo es irreprochable en los síntomas, y describe con acierto el carísimo caos organizado que la Universidad española ha vivido desde el franquismo.
Hemos vivido una eterna «reforma universitaria» en la cual, con la excusa de extender los valores democráticos al principio, se ha terminado dando por supuesto que la excelencia no es tan deseable como la uniformidad, y confundiendo la universalidad de valores con la universalización (y consiguiente devaluación) de los títulos universitarios. España tiene una Universidad cara que, como su enseñanza secundaria, cuesta más de lo que vale y no cumple bien ninguna de sus funciones sociales, habiendo asumido como propio un igualitarismo que es incompatible con su naturaleza, con su identidad y con su historia.
Tiene razón Bermejo en que la Universidad no es ni puede ser una empresa, y el modelo ANECA termina extendiendo al menos en las formas unos ideales que no son universitarios. Pero es verdad también que se ha caminado dando tumbos porque se había avanzado mucho hacia el abismo, creando facultades en cada poblacho, repartiendo cátedras con alegría digna de mejor causa y regando el país de licenciaturas y doctorados, de modo que unas y otros ya no confieren a sus poseedores ni prestigio social, ni saber, ni valía profesional, ni en definitiva nada. El libro que Akal nos ofrece ahora debe ser leído por quien deba opinar en la reforma académica que sin duda se avecina, pero teniendo presente que las mismas camarillas que han nacido en el caos y que se han beneficiado del mismo difícilmente van a solucionarlo, y que las mismas autonomías pueblerinas que han disparado el gasto convirtiéndolo en dispendio no van a ser las que hagan de la Universidad punto de apoyo de una nueva grandeza nacional.
La lección, una de ellas al menos, es que los parches no solucionan sino que alargan y agravan. Quizá el sistema académico y de oposiciones fuese muy exigente, pero su degradación en los últimos 35 años muestra ahora todas sus descarnadas consecuencias. La reforma del PP de Aznar fue corta, parcial, insuficiente y tímida, siendo generosos. España necesita un sistema estatal de Universidades, sin distinción en lo estructural entre público y privado, con recortes dramáticos en muchos sentidos que devuelvan al sistema su significado. Y se puede estar en desacuerdo con el profesor Bermejo en muchos de los matices, pero no en esta idea, que explica por cierto de modo despiadado. El que hace falta a estas alturas del hundimiento.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 24 de septiembre de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/toga-manchada-mentira-para-casta-ilegitima-corrupta-117080.htm