Por Pascual Tamburri, 14 de diciembre de 2011.
Rajoy y su equipo tienen que elegir entre lo menos difícil (quitar el dolor a corto plazo) y lo más duro y arriesgado para ellos (curar la enfermedad de España).
Pasada ya la cumbre europea y aclarados los primeros enigmas parlamentarios, el gran misterio del 2011 que termina es el equipo de Rajoy. Es decir, no sus grandes rasgos –aunque el presidente ha demostrado de sobra, especialmente en 2008, que si cree que hace falta cambiar nombres, estilo o camino, lo hace sin dudar, y puede volverlo a hacer-, sino sus detalles. Pero lo que importa de verdad, excepto a los interesados, no son los nombres de ministros, subsecretarios, directores generales y así, sino qué van a hacer esos caballeros y damas, y cómo.
España es un país con muchos y justificados miedos. Nuestro nuevo Gobierno tiene ante sí terribles problemas y medios probablemente escasos. Muchas de las cuestiones pendientes exigen decisiones enérgicas si se quieren evitar silencios cómplices. Es verdad que vivimos en un sistema económico y social liberal-capitalista, y en un sistema político liberal-democrático, pero no debemos dejarnos arrastrar, aquí y ahora, a un debate vacío de contenido. Nuestros líderes no deben pretender que nuestra adhesión a tal sistema vaya a ser nuestra salvación de la crisis y de todos nuestros otros problemas, sencillamente porque ya estamos en el sistema liberal, y estar no nos ha ahorrado los problemas que vivimos. Pero, a la inversa, es intelectualmente tramposo imputar todas las culpas de todos los problemas a nuestro sistema liberal-capitalista, puesto que muchos de ellos, que no son, ni mucho menos, sólo económicos, son anteriores o ajenos al sistema. Por último, es falso de toda falsedad que la solución a la crisis y a los problemas de España sea cambiar de sistema.
Sencillamente, futuros señores ministros, no lo sabemos porque a día de hoy no hay sistema alternativo que plantear, y lanzarse a ese debate es un patético ejercicio de irrealismo. España está, a menos que cambie el entorno y alguien se entretenga en construir una alternativa total que no existe, en la Europa liberal-democrática, y lo que deben hacer sus gobernantes es definir bien qué variantes, qué matices y qué opciones elegir dentro de ella, porque en eso sí que hay mucho trabajo, de verdad.
Sean cuales sean sus nombres, señores, señoras, la crisis, Zapatero y nuestra historia anterior a estas dos legislaturas de autoritarismo socialista les han dejado muchas cosas que hacer. Pueden ustedes tratar de conseguir lo mejor para el PP y para sus carreras políticas, cuidando las apariencias y quitando síntomas. O pueden ustedes tratar de curar los grandes males que padecemos, arriesgándose ustedes pero pensando en España. Conoceremos en eso al verdadero Mariano Rajoy.
Para ministro del Interior…
España es el país donde, siete años después del 11M, aún no se sabe quién es culpable. Pero no es sólo cuestión de 11M, es que aún no se sabe de verdad quién mató a Carrero Blanco, ni se saben muchas cosas de la Transición, y no digamos del 23F, ni del GAL, con o sin papeles de Laos. En fin, por no saber no sabemos en serio ni quién mató a Prim, pero tampoco cómo se llamó Mister X, y andando el tiempo nos arriesgamos a no saber dónde voló el Faisán. Hace falta, no un sistema que pueda sobrevivir a un crimen o a una mentira, sino que se fundamente en el combate sin concesiones contra el crimen y la falsedad, que no es exactamente lo mismo (como bien sabe Rubalcaba) .
… o ministro de Obras Públicas
¿Nos escandaliza de verdad que los socialistas se dejasen diez kilómetros de túnel enterrados bajo Málaga? En punto a originalidades constructivas, España es el país en el que se planteó muy seriamente calzar con gatos hidráulicos todo el edificio decimonónico de la Audiencia de Pamplona para girar unos grados su fachada y así dejar perfectamente paralelas las sedes del Gobierno y del nuevo Parlamento de Navarra. Olé. No se hizo este derroche autonómico, pero sí muchos otros, por todo el país, y muchos de ellos proporcionalmente aún más caros y técnicamente más folklóricos (y no hace falta alejarse muchos metros del ejemplo anterior para encontrar unos cuantos, con responsables de toda sigla y matiz). Y mejor no hagamos una lista de desvíos de autopistas para pagar favores o hacerlos, ni de aeropuertos carísimos construidos en sitios elegidos de puro malos, ni de trenes a ninguna parte, ni de polideportivos, centros municipales y obras públicas en general hechos sin reparar en gastos, muy a menudo con pésimos diseños y más frecuentemente aún sin usuarios y sin más pagador que el Estado… mientras pueda.
No bromeo, por desgracia. Que yo he nacido y vivido en una de las capitales menos enloquecidas en esto, y sin embargo es el sitio donde es patrimonio «catalogado» el Gobierno Civil de Alzugaray, Eusa y Gaztelu, de 1935-41 (aunque dejando al indigno poncio de la antepenúltima legislatura juguetear a su caro gusto), y en cambio si aparecen según qué ruinas medievales o renacentistas se tratan como basura… y no depende de nada objetivo, porque a la vez se financia un museo público de un escultor contemporáneo francamente superado por algunos herreros que conozco. No hay criterio, ninguno, porque exactamente mientras por un lado se gastan millones de euros en reconstruir fortificaciones, baluartes, fosos, revellines, contraguardias, contraescarpas y caminos cubiertos, a ciento cincuenta metros se destruyen otros. Y todo lo que así y mucho peor se ha hecho y deshecho por toda España… En cuanto a infraestructuras y uso de los recursos públicos las dos últimas legislaturas han sido lo peor de lo peor, pero no lo único. Pero no es malo sólo que ahora haya que apechugar con las consecuencias y las facturas: es que tenemos todavía una legislación y un sistema que permiten estos desmanes, sin pensar en la gente.
¿Un Ministerio para Montesquieu?
España es el país donde un juez puede, sucesivamente, investigar los crímenes de un Gobierno y un Partido, ir en la candidatura electoral por Madrid del mismo Partido y ser Secretario de Estado del mismo Gobierno, volver al juzgado y a la misma investigación, logrando la condena penal de los que fueron sus compañeros suyos de carné, programa y lealtades, y así sucesivamente sin dejar nunca la primera plana, desde el GAL a la prevaricación y el cohecho. Baltasar Garzón no es una excepción, es un síntoma.
España es el país donde un juez puede ser condenado por sus compañeros y por la izquierda mediática hasta perder la carrera, y luego, eso sí diez años tarde, ganar el pleito en los Tribunales europeos. Eso sí, nadie ha pedido perdón ni devuelto el puesto ni la reputación a Gómez de Liaño. ¿Normal que sean cobardones muchos de los demás togados, no? Veremos qué nos pasa ahora, cuando cambiamos de licenciado en Derecho al frente del Ejecutivo, y éste sí demostró su valía en su expediente y en sus oposiciones.
Educar, ¿para qué?
No tiene sentido racanear con el gasto en material de oficina o con las horas de calefacción en las aulas, ni recortar las nóminas siquiera, si a la vez se derrocha por otros lados. Claro que es más fácil ahorrar en lápices que decirles a 123 liberados sindicales, la mayoría de ellos del sindicato batasuno LAB, que empiecen a trabajar de una vez. En toda España se han fundado Universidades e Institutos sin reparar en gastos ni en necesidades, mirando sólo a cálculos políticos nada académicos, dicho y explicado queda. ¿Vamos a cerrar alguno? ¿Va a seguir habiendo, con dinero público, semanas blancas, verdes, azules y arcoirisadas, ya que el dispendio es a veces rentable para el político? ¿Vamos a seguir pensando que el derecho a la educación debe llevar a la titulación universal superior? Un título superior dado a quien no va a poder ejercerlo de verdad tiene el doble coste, para la comunidad, de impartir una formación cara a quien no la necesita, y para el ciudadano de una frustrante y humillante sobrecalificación.
Dicen que tenemos un 31% de sobrecalificación en nuestros trabajadores, en suma que se han dado títulos con generosidad, aunque no se ha controlado con paralelo rigor su contenido. Eso en el país que, más de una vez, ha modificado su sistema de oposiciones o sencillamente se lo ha saltado cuando existía para convertir en funcionarios docentes a personas sin la competencia académica necesaria. Un sueldo demasiado caro no es un sueldo alto, es un sueldo dado a alguien que no sabe lo que su tarea le exigiría saber. Usar el dinero público como si fuese ilimitado se ha convertido, también en las aulas, en un vicio nacional. ¿Una Administración corrupta?
España es el país donde ahora se habla de corrupción, cohecho y demás como si el latrocinio fuese una novedad reciente y menor, como este período constitucional no fuese, además del de los chorizos vigentes, el de Flick y Flock, el de los Albertos, el AVE y los Fondos Reservados, la Expo de Sevilla como modelo del mangoneo autonómico generalizado. Aquí se lleva décadas robando –y lo que había de pillaje en el tardofranquismo también se democratizó y sobrevivió, véase si no cuánto ha mandado y pagado Marruecos de Solís a esta parte, con o sin Sahara. Esto no es una anécdota de la época de Zapatero, sino un problema estructural que en estos siete años se ha hecho drama y que sumado a la crisis se convierte en tragedia.
Que nadie piense que es novedad, que muchos de los males empezaron en tiempos del beato Suárez, y que España es el único país donde uno puede ser, no sucesiva sino incluso simultáneamente, delegado sindical de CCOO, un sindicato comunista, y dirigente local del partido de centroderecha. Por lo demás, es el único país de Europa donde los quintos celebran el sorteo del servicio militar como si éste existiese aún, y muchos Ayuntamientos les pagan la juerga, claro que sí. Recortar sí… pero quedar bien. Cuántas cosas se pagan de más, y qué pocas mujeres ha habido hasta ahora tan valientes como María Dolores de Cospedal, capaz de llevar la poda al Defensor del Pueblo y el Consejo Económico y Social. ¿Tendrá imitadores o nos quedaremos en las aspirinas?
Quedan algunos Ministerios más, pero en todos cuecen estas habas. Y en las demás Administraciones también. ¿Qué haremos? Poner un par de tiritas o curar la herida, no hay más opciones. De momento, la gangrena avanza. Qué difícil va a ser ministro de Rajoy y no caer en la cómoda tentación de quedarse en la mercromina cuando lo que hay que curar es una metástasis.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 14 de diciembre de 2011, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/como-ministro-rajoy-aspirina-bisturi-para-tumor-118676.html