Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de diciembre de 2011.
Hace 20 años desapareció la URSS. Pero ni el marxismo murió entonces, ni el comunismo era el único mal del mundo. Gorbachov no puede enseñar a nadie a gobernar.
Vasile Ernu, Nacido en la URSS. Traducción de Corina Nicoleta Tulbure. Foca – Akal, Madrid, 2010. 240 pp. 19,00 €
Secundino Serrano, Españoles en el Gulag. Republicanos bajo el estalinismo. Península, Barcelona, 2011. 496 pp. 24,90 €
Hace veinte años la noticia que llenaba todas las portadas y casi todas las ilusiones era la desaparición de la Unión Soviética. Nadie ignoraba entonces que se trataba de la disolución de un Estado genocida, fundado sobre un proyecto tan imposible como sangriento de construcción del socialismo y de destrucción de todo lo que no se sometiese a éste. Y de hecho sólo un Estado inspirado en la URSS (la China de Mao) ha matado a más de sus ciudadanos en números absolutos y sólo otro de base igualmente marxista (la Camboya de Pol Pot) la ha superado en números relativos de muertos, deportados y torturados. ¿Una buena noticia? Sí, sin duda. Pero es hora más que sobrada de reflexionar y de leer sobre qué fue y qué quiso ser la URSS, sobre cómo cayó y qué dejó de legado. Más aún a la luz de lo que estamos viendo suceder ahora.
A finales de 2011 nuevamente nos llegan noticias de Moscú; muchos medios de comunicación y grandes poderes occidentales anuncian (a la ves que desean y promueven) una «primavera rusa» que termine con el régimen de Vladimir Putin. Putin gustará más o menos, pero es difícil negar que Rusia está ahora más cerca de los derechos y libertades más apreciados en Occidente de lo que lo estaba en tiempos de la URSS; y pocos rusos discutirán que su bienestar personal y colectivo, su identidad y su estima colectiva además de sus suministros, están en mejor ahora que en tiempos de la descomposición de la URSS, es decir en tiempos de Mijail Serguéievich Gorbachov.
Tiene más que ironía que justamente Gorbachov, acompañado por Gari Kaspárov, se esté convirtiendo ahora en el gran apóstol de la democracia y el liberalismo en Rusia frente a Putin, apoyado por la misma progresía mundial que cerró los ojos a los crímenes institucionales de 70 años de URSS y por la misma red de grandes poderes y negocios que se enriqueció con la decadencia de la Unión Soviética y pretende hacerlo aún más con su desmontaje total. Gorbachov no fue un demócrata enfrentado al totalitarismo; fue un comunista que ascendió en el sistema socialista y que fracasó radicalmente en su propósito, que era regenerar el sistema, manteniendo lo peor del mismo (o sea, su naturaleza marxista y su visión del mundo materialista). Gorbachov ha triunfado sólo en vender su propia imagen en el mundo, como hombre de paz y de libertad, lo que nunca fue, y haciendo frutos de su trabajo el troceamiento nacionalista y capitalista del imperio soviético. Un fracasado que poco puede enseñar, como gobernante, a Putin. Aunque quizá sí como negociante, claro. Quien quiera conocer algo mejor el ambiente del mundo exsoviético tiene ahora la ocasión y el tiempo de leer, para no caer precisamente en las trampas de la propaganda.
Conocer la URSS para entender qué pasa en sus huérfanos y en Rusia
Vasile Ernu, rumano nacido ciudadano soviético, es un ejemplo entre millones de homo sovieticus, es decir de persona nacida y formada en el imperio soviético y superviviente en el mundo decididamente liberal-capitalista y formalmente liberal-democrático tras 1991. Foca edita en español su Nacido en la URSS, que no son unas memorias sino una reflexión desacomplejada sobre cómo vivían de verdad los ciudadanos de la última URSS, qué se entendía mal desde fuera, qué se ha olvidado y qué se recuerda. No es, se lo garantizo, un libro de propaganda comunista, ni de nostalgia soviética, son el reflejo en español de una realidad, o de una parte de la realidad que han olvidado y siguen manteniendo en el olvido tanto los socialistas como los antisocialistas.
Leyendo a Ernu vemos cómo todos, comunistas y anticomunistas, olvidamos que la URSS de 1970 no era de en muchos aspectos la de 1945, por suerte para el género humano. Decir que «la década de los ochenta de la URSS es inolvidable. Todo el país vibraba a ritmo de marcha triunfal…» no es nostalgia, es simplemente recordar que la era de Brezhnev mantuvo las formas comunistas pero devino en lo exterior un imperio en expansión frente unos rivales en retroceso, y en lo interior un Estado autoritario pero ya sin el grado de violencia genocida anterior a 1960. Sobre todo, los que no habían conocido lo peor de lo anterior pueden recordar esa época con nostalgia sin por ello querer una marcha atrás ni, de ninguna manera, ser comunistas.
Lo que Ernu ve claro, a través de su repertorio de anécdotas y de curiosidades, es que no hay una diferencia esencial entre el mundo desaparecido de la URSS y el presente, puesto que ni ha cambiado la identidad de los pueblos ni las visiones institucionales del mundo han dejado de ser materialistas. Se ha pasado, eso sí, de la represión política en un Estado de planificación económica central a la represión económica actual. Quizá la diferencia mayor, en lo económico, sea entre el acento dado al beneficio ahora y a «una relación positiva con el mundo» antes. Pero la vida cotidiana de la URSS no era el mal absoluto, salvo que uno considere la ausencia de lucro individual como, efectivamente, el mal ontológico. Lo malo en ella no era, al menos, ni sólo eso ni fundamentalmente eso.
No debe extrañar que la URSS tenga nostálgicos, en algunos aspectos, entre los que la vivieron, y significativamente nostálgicos en otros entre los que no la conocieron. Del mismo modo que los kremlinólogos, en realidad, no comprendieron aspectos esenciales de la realidad soviética, los comunistas y progresistas del Oeste añoran justamente los aspectos totalitarios e ideológicos que masivamente los exsoviéticos repudian (y que el compañero Gorbachov luchó décadas por defender), mientras que echan de menos el orden, la disciplina, el respeto y la austera seguridad, junto a los éxitos imperiales (que justamente el compañero Gorbachov, con sus reformas economicistas, derribó).
Pío XI dejó claro y demostrado que, en efecto, el comunismo es intrínsecamente perverso. Pero la URSS real, pulida por el paso de las generaciones y de la historia, ya no era sólo comunista en la realidad cotidiana. Y esto debemos recordarlo para no convertir un anticomunismo arqueológico en carta blanca para legitimar primaveras en diciembre. Del mismo modo, la verdadera historia de la Unión Soviética y del comunismo ha de conocerse para que nadie piense que ninguna forma de socialismo, de marxismo, de leninismo o de comunismo es solución para nuestros problemas de hoy. A menos que uno crea que Paracuellos fue una obra de caridad.
La URSS, la mejor vacuna contra el comunismo
Secundino Serrano ha publicado para Península un volumen muy documentado y lleno de sorpresas, que debería suministrarse al menos en préstamo en cada sede de Izquierda Unida y del PSOE –no olvidemos que las Juventudes Socialistas han dado su pésimo pésame a la libérrima Corea del Norte por la muerte de su dictador. La Unión Soviética tenía como seña de identidad la negación de toda libertad y de todo derecho personal y colectivo para construir una sociedad sin clases sobre la dictadura del proletariado, es decir el gobierno totalitario del PCUS. Con Stalin y sin Stalin muchos españoles, comunistas e incluso no comunistas, colaboraron en ese proyecto liberticida, dentro y sobre todo fuera de la URSS. Serrano aclara que la violencia, la crueldad, la tortura, la negación de la libertad, no eran circunstancias derivadas de la guerra ni caprichos personales de Stalin, sino rasgos distintivos del sistema, de todo él, de principio a fin.
Lo aún más notable es que cientos y miles de españoles llegaron desde los años 30 del siglo XX a la URSS por diferentes razones, unos para combatirla en la División Azul, otros para unirse a ella y escapar del franquismo, muchos sencillamente por obedecer al gobierno republicano controlado por Negrín y el PCE, «niños de la guerra», algunos por simple casualidad y muchísimos por idealismo comunista en busca de su Utopía. Y de esos muchos, muchísimos se convirtieron al anticomunismo, al menos al antisovietismo y no pocos al puro y duro franquismo. ¿Cómo y por qué? Justamente porque conocieron la URSS, distintas partes de la URSS que les fue dado conocer, y compararon, ya que ellos sí conocían, a diferenta de los ciudadanos soviéticos, otras realidades.
Por supuesto, el fracaso del marxismo soviético fue mayor entre los, por una razón o por otra, encerrados en el sistema comunista de campos de concentración, la mayor red de centros de tortura del mundo. De hecho, como extranjeros, todos ellos eran potencialmente sospechosos y la mayoría conocieron una u otra forma de represión –excepto, por supuesto, los fieles la Partido fuesen cuales fuesen sus órdenes, con o sin Stalin, como Dolores Ibárruri, Pasionaria, y el conocido demócrata Santiago Carrillo. Uno puede pensar «bueno, pero los encerrarían por ser franquistas». Justamente no; Serrano nos enseña cómo, por supuesto, todos los enemigos o indiferentes al comunismo pasaron sin ningún derecho a la tortura y la privación de libertad –quién no recuerda el Semíramis y la historia del capitán Palacios-, pero igualmente republicanos, militares o civiles, e incluso comunistas disidentes sufrieron, años y décadas, las delicias de la Unión Soviética.
La paradoja es que esta historia no cabe en la Memoria Histórica oficial en España. La Verdad Legal es que la URSS ayudó en 1936 a los Buenos, y que la distinción entre Buenos y Malos es imperecedera Secundino Serrano recopila las historias dispersas de muchos españoles de muy diversos orígenes que en abrumadora mayoría quedaron vacunados contra el comunismo por el propio comunismo; y que en la minoría que permaneció voluntariamente en la URSS cuando, décadas después, pudo elegir, las razones para hacerlo estaban más en la URSS cotidiana, menos comunista, que en la oficial y genocida. Ya que no podemos mandar a los progres de 2012 a conocer las delicias de la URSS (unos añitos en la Vorkuta por liarse un porro…), podemos recomendarles que lean este libro. Porque si los enemigos póstumos e interesados del imperio de Leónidas Brezhnev tienen a Vasile Ernu para ilustrarse, los izquierdistas de todo tipo y pelaje harán bien en leer a Secundino Serrano antes de hablar de lo que ignoran y otros sufrieron.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 30 de diciembre de 2011, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/paraiso-infierno-solo-anos-crisis-esperanza-118962.htm