Cuñada, víctima y asesora de imagen de Urdangarín

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de febrero de 2012.

Las bodas de los hijos del Rey cambiaron para siempre la Casa Real. Las zozobras de Iñaki Urdangarín cambian además su imagen. Algo de lo que sabe mucho la princesa Letizia (Ortiz).

Las bodas de los hijos del Rey cambiaron para siempre la Casa Real. Las zozobras de Iñaki Urdangarín cambian además su imagen. Algo de lo que sabe mucho la princesa Letizia (Ortiz).


Miguel Roig, Las dudas de Hamlet. Letizia Ortiz y la transformación de la monarquía español. Prólogo de Christian Salmon. Península – Atalaya, Barcelona, 2011. 160 pp. 14,50 €

El Consejo General del Poder Judicial acaba de pedir no «estigmatizar» la imagen de Iñaki Urdangarín. Llegan las fechas de las declaraciones y vistas sobre los varios procesos en los que está envuelto el duque de Palma, y está cada vez más claro que la Casa Real entera afronta el problema como una cuestión decisiva, justamente, de imagen. Si nos quedamos en lo anecdótico, parecerá más o menos importante que el imputado se acerque o no en coche a los juzgados, si hablamos o no del desvío de dinero público hacia el Instituto Nóos. Pero lo que se dirime es el papel presente y futuro de la realeza, y los cambios arrancan de cuando las infantas Elena y Cristina eligieron consorte. Y mucho más, aún, cuando lo hizo el príncipe Felipe.

Imagen, claramente imagen. Bien o mal (y no para tanto) el duque de Lugo introdujo abiertamente en la imagen de la familia real cosas que de todos modos ya estaban allí, como el ocio diurno y nocturno, los amigos de fiesta y un cierto punto de ostentación. El pecado de Urdangarín ha sido mucho más grave, puesto que el duque de Palma ha convertido el dinero (y peor aún, el dinero ilegal y alegal) en parte del debate sobre la Casa Real. Antes, la periodista Letizia Ortiz Rocasolano supo convertirse en princesa de Asturias evitando (de momento) revelaciones realmente problemáticos sobre su propio pasado personal y profesional. Pero, eso sí, había introducido en la vida de todos los Borbón una dependencia colectiva de algo de lo que ella entiende mucho: la imagen.

El periodista argentino Miguel Roig se ha dedicado profesionalmente a la comunicación social y la imagen y ha trabajado también para la agencia Saatchi & Saatchi. Sin separarse del asunto, publica ahora para Península un ensayo singular en el que se mezcla su análisis del papel de la princesa Leticia en la vida de la familia real, especialmente en su futuro, y en sus paralelos más o menos evidentes en muy distintas obras de literatura y de cine. El libro de Roig se lee con agrado, aunque requiere probablemente más de una lectura para entender todos los matices de lo que dice y de lo que quiere decir. La imagen siempre ha estado presente en la vida de la realeza, qué duda cabe, pero estamos viviendo un tiempo nuevo, y en el caso de España ese tiempo –el tiempo que inevitablemente sucederá al juancarlismo- tiene dos protagonistas: Letizia Ortiz, que forzó con su incorporación muchos cambios y que aportó su propia experiencia moderna como comunicadora, e Iñaki Urdangarín, que con lo que hizo y lo que no hizo ha encauzado en una precisa dirección todo el debate monárquico español.

La suerte de las princesas (y de los príncipes) no es fácil en nuestro siglo. En la mente de todos está el destino de Diana de Gales, que quiso ser lo que no era, y se topó a la vez tanto con la imposibilidad de ser a la vez princesa y ciudadana como con la tragedia de vivir para siempre atada a las exigencias –de imagen, también- de la realeza. La princesa Letizia no es una figura trágica, sino dramática, y comparte con Hamlet, perdón con el príncipe Felipe, esa misión que tienen «de cara a conservar y proyectar su espacio, construirle un sentido, ya que hoy las dudas se acumulan en un paisaje en el que la liquidez no deja ninguna certeza en pie y nada indica que no les erosione a ellos» .

Es verdad que los Borbón-Ortiz no heredan muchas de las dificultades de una de las viejas monarquías, puesto que ellos lideran la futura herencia del juancarlismo, construida entre la instauración franquista y la legitimación mediática lograda por Juan Carlos I desde la Transición al 23-F. Pero tienen sus propios desafíos y sus dudas, algunas de ellas en las manos de la que no deja de ser una burguesa de provincias, profesional de la comunicación y con una vida íntima previa no exactamente tradicional. Doña Letizia fue y es, a la vez, parte del problema –en una monarquía que no será ni podrá ser tradicional- y parte de la solución –tanto por su experiencia en crear una imagen cambiante de sí en una sociedad contemporánea como por ser un símbolo de aceptación e integración en la misma modernidad. A todo eso se refiera, de modo original, divertido y nada adulador Miguel Roig.

Queda por saber qué efectos causará el desastre mediático del duque de Palma. Desde que hay una monarquía constitucional, la familia real hay tenido sus negocios de todo tipo, y éstos han estado más o menos cerca de la Ley. Ahí está la Estación del Norte para el que lo dude; pero también es verdad es que por mucho menos tuvimos en 1868 una Gloriosa, y eso que no era precisamente una época mediatizada como ésta. Igualmente era verdad que los Borbones siempre han tenido su vida íntima; pero no era en tiempos como éstos. Don Juan Carlos, por ser él, ha logrado preservar su intimidad y sus finanzas de la opinión pública. Estaba claro que ni las Infantas ni los Príncipes iban a heredar ese privilegio. Iñaki Urdangarín ha conseguido, en conjunción con los medios y con la crisis, acelerar el proceso, radicalizarlo y, probablemente, hacer que llegue a extremos imprevistos. Junto al debate sobre la justicia de todo esto habrá de abrirse otro sobre la prudencia, o imprudencia, de los matrimonios de los hijos del Rey. Porque, como doña Letizia sabe, la imagen es un ama de varios filos.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de febrero de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/cunada-victima-asesora-imagen-urdangarin-119714.htm