Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de febrero de 2012.
Nuestras leyes educativas se basan en el ‘buen salvaje’ de Rousseau. Como los talibanes de la ideología pedagógica. Se nota que el ministro ha leído más cosas.
Fernando Alberca de Castro, Todos los niños pueden ser Einstein. Un método eficaz para motivar la inteligencia. El Toro Mítico, Jaén, 2011. 225 pp. 15,00 €
David Shenk, El genio que todos llevamos dentro. Por qué todo lo que nos han contado sobre genética, talento y CI no es cierto. Traducción de Luis Noriega. Ariel, Barcelona, 2011. 352 pp. 21,90 €
Hay razones para que todos estudien y reciban la mejor educación
Lo que ha publicado para Ariel David Shenk es una ampliación y aclaración, probablemente necesaria, de las ideas de Fernando Alberca de Castro. El esfuerzo, el trabajo, la voluntad aplicada en suma, son lo que permite al genio de cada estudiante manifestarse. Si no creemos de verdad que haya que sacar de cada uno lo mejor que lleve dentro, por ejemplo porque presupongamos que ya saldrá espontáneamente, no nos importarán ni las diferencias entre los chicos ni valoraremos su esfuerzo por mejorar, crecer y mostrar lo mejor. Es más, es que ni siquiera introduciremos en ellos la cultura del esfuerzo, les daremos sin más (o con una simple ficción) por superado cada nivel. ¿Será eso un favor? Difícilmente. Sea cual sea el genio de cada uno, Shenk explica por qué siempre hay algo más que hacer, y que hacer con esfuerzo, y nunca hay ninguna batalla totalmente perdida, si se está dispuesto a aplicar todo el esfuerzo necesario. Claro que llevamos un genio dentro: pero precisamente lo que hay que hacer es trabajar y estudiar, y no dar ninguna batalla por perdida. Y eso es algo que hemos de estudiar a todos los que pasen por nuestras aulas.
José Antonio Marina, Los secretos de la motivación. Ariel – Biblioteca UP. Lo que padres y docentes deben saber, Barcelona, 2011. 192 pp. 16,00 €
… para que cada uno reciba la educación que mejor pueda (y quiera) aprovechar
José Antonio Marina es quizá ahora nuestro pedagogo más conocido. En este nuevo volumen de la Biblioteca UP renueva ideas que ya había expuesto y se suma al coro de los que, contra la idea predominante al menos en el Boletín Oficial, ven la diversidad y la vocación como las grandes carencias básicas del sistema actual. Es obvio que los niños y jóvenes, pero todos en realidad, harán mejor y con menos dificultad aquello que sientan querer hacer: quien está motivado está recorriendo ya el camino que quiere recorrer. La aportación en este caso de Marina no sólo es recordar este hecho básico, sino buscar la manera de estimular la motivación en nuestros hijos y alumnos. Por supuesto que siempre tendremos que recomendarles actividades que no les gustan, pero que son necesarias para su formación integral como personas. El verdadero derecho a la educación no se concreta en «café para todos», sino en que jóvenes suficientemente formados para saber cuándo coincide su motivación con una vocación objetiva la puedan seguir. Y por eso es más que probable que Wert haya leído a Marina.
Rebeca Wild, Etapas del desarrollo. Herder, Barcelona, 2011. 128 pp. 12,50 €
Los globos sonda de José Ignacio Wert han generado a la vez escándalo e ilusión. Premio al esfuerzo y al mérito. Becas y estímulos según resultados y no según prejuicios. Libertad en la elección de centro, bilingüismo a quien pueda aprovecharlo. Los docentes serán autoridad pública. Formación más adaptada a las vocaciones y Bachillerato más largo y con más contenido. Selección distinta del profesorado, y vuelta a la exigencia de contenidos –qué menos- en las oposiciones. «Cultura de la evaluación», que de algún modo anticipa el retorno a lo objetividad de resultados para obtener notas y posiblemente a algún tipo de reválida o «prueba externa». Clara denuncia de la mediocridad formativa de muchos centros y de la exageración de tener ochenta Universidades gratuitas y semejante porcentaje de titulados superiores, sólo por razones políticas. Muchas cosas criticadas, aunque no hayan sido aún derogadas.
Escándalo en los satisfechos con la actual Ley, síntesis de décadas de evolución en una determinada dirección. Ilusión en los que ven que esta legislación nos ha traído al punto en el que estamos, y que sus premisas no sólo parten de una cierta ideología sino que además son falsas.
Decía hace unas semanas Gabriel Albiac que «desde el tiempo de la mugrienta LOGSE, hasta este parvulario indefinido que es hoy nuestra sola clave académica, leer se ha vuelto dulce anacronía, propia de aristócratas reaccionarios que interfieren la marcha luminosa de un reino enamorado de su nada«. Nuestra legislación vigente, al menos desde la LODE de José María Maravall y Alfredo Pérez Rubalcaba pero con síntomas ya antes, se basa en un prejuicio revolucionario heredado de Jean-Jacques Rousseau: la idea de que no hay diferencias naturales y de que la enseñanza puede ser no sólo innecesaria sino hasta negativa: el Emilio parte de la idea de que si simplemente se hace usar su razón a cada joven no hará falta educarlo y ya actuará moralmente. Todos iguales no sólo en derechos sino en horizontes, todos libres de llegar donde quieran, limitados sólo… por la educación.
Así como la fracasada legislación en vigor arranca de esos prejuicios dieciochescos y progres, son muchos los expertos que estás poniendo por escrito por qué dar a todos los estudiantes lo mismo, de la misma manera, al mismo tiempo y suponiendo que todos quieren y pueden llegar al mismo punto es un inmenso error. Docente de muchos años, es probable que Wert, además, haya leído muchos de los análisis publicados y de las soluciones ofrecidas. Porque ahora él tiene que ofrecer una y los demás necesitamos comprenderla.
Aprender a pensar ¿y triunfar todos?
Fernando Alberca de Castro ha escrito para la Biblioteca de Padres y Educadores de Toromítico su «Todos los niños pueden ser Einstein«, que es un libro extremadamente útil para unos y otros, sobre todo cuando se lee sin dejarse llevar sólo por el título. Alberca de Castro toma a Albert Einstein como ejemplo de alguien maltratado, y sólo por poco no fracasado en el sistema educativo de su infancia y juventud, que es susceptible de triunfar si es motivado en el logro de sus objetivos y si de alguna manera ve reconocidas por el sistema tanto sus virtudes como sus carencias.
La idea de Alberca de Castro es fácil de compartir por alguien que ha sido tutor de adolescentes a lo largo de una década completa. No se trata de que todos los jóvenes sean genios de la manera en que lo fue el físico alemán, sino de reconocer en cada uno de ellos un umbral de éxito que puede ser alcanzado, potenciando sus mejores capacidades. Lo que sucedió con Einstein es que encontró su meta, conoció sus cualidades sabiendo además qué caminos eran para él mas difíciles de recorrer, y finalmente vio aceptado, aunque tarde y mal, que siguiese su propio camino hacia su cerebro.
Justamente, reconocer en cada niño y joven un posible genio es lo que hace definitivamente cruel crear un sistema en el que se fijan umbrales de éxito uniformes y suficientemente bajos para que de todos pueda decirse que los han superado. Por que así, o sea con lo que a menudo llamamos ESO, por ejemplo, puede lograrse machacar la autoestima de todos, anular el esfuerzo de cada uno hacia su meta y crear una sociedad de hombres y mujeres frustrados, aunque, eso sí, titulados. Sólo si aceptamos que no son iguales, que cada uno es único y puede triunfar a su manera y con su meta, conseguiremos que no haya niños fracasados.
Los chicos necesitan que se confíe en ellos y en sus cualidades: en las que de verdad tienen, no en las que los reducirían al la miseria del rebaño y de la mediocridad, que son el resultado necesario de cualquier imposición igualitaria, sea cual sea su nivel. Y en todas las áreas de conocimiento, con autoestima y aceptando lo que cada uno es, todos nuestros estudiantes pueden triunfar. Siempre que no convirtamos la diversidad de niveles, de métodos y de objetivos en una excepción, sino en la norma. Y así tendremos más Einstein, pero sobre todo menos chicos destruidos por la sucesión de estupideces en medio de la que vivimos, desde la presunción de que los de Ciencias son preferibles a los de Letras … hasta la creencia progre de que todos pueden llegar a todo por el mismo camino, aunque sea creando generaciones de iletrados.
La clave: poner al alumno en el centro del sistema (sin prejuicios ideológicos)
Rebeca Wild es una pedagoga, hereje respecto a los dogmas vigentes, que ha considerado necesaria una renovación de lo que sabemos y aceptamos sobre el crecimiento humano. Es absolutamente seguro que sólo conociendo los cambios que se producen desde el nacimiento hasta la primera juventud sabremos cómo tratar en un contexto educativo, y en cualquier otro, a los niños y adolescentes.
Lo cierto es que hay una primera infancia, en la que la atención de todo tipo necesitada por el niño es muy diferente a la que necesitará en la escuela primaria, y donde necesitará adquirir conocimientos y habilidades sin los que después sus dificultades serán muy grandes. Wild, afirmando la singularidad de cada niño, ve imprescindible ser cuidadoso y acertar en la definición de esas fases, ya que sin ellas fracasarán los individuos y fracasará el sistema.
Percibe por ejemplo Wild un cambio madurativo crucial, o mejor dicho una acumulación de ellos, entre los 12 y los 16 años –como por cierto también habían hecho Rousseau, y Pestalozzi, y Montessori. El joven de 12 años no puede ser educado como el niño de 8, y además requiere haber sido educado a los 8 de un modo acertado. A su vez, el hombre o mujer de 16 o 17 años sólo puede ser sometido a un sistema igualitario de educación al precio de no satisfacer las necesidades ni estimular las capacidades de ninguno de los afectados. Que justamente a esa edad necesitan elegir, y a ella necesitan llegar capacitados para hacerlo y formados como para recorrer su camino.
Las ideas de Wild, que no son de hoy, han sido convertidas de nuevo en revolucionarias por la fallida ordenación educativa que hemos padecido en España, y sobre todo por la equivocada organización de fases y ciclos. Que afortunadamente parece que va a cambiar.
No he sido, de partida, ni un admirador de José Ignacio Wert ni alguien que esperase de él soluciones. Desde luego no ayudaron su anuncio inicial de que «no vamos a aprobar una nueva ley educativa«, ni su tendencia toda ella centrista y ucedera a tantear el terreno y preanunciar intenciones a ver qué pasa… justamente cuandolos problemas están identificados con claridad y dispone de mayoría parlamentaria. Pero reconozco que la lista de sus preocupaciones me reconforta, porque la comparto, y que sus anuncios suponen un cambio de ruta y de mentalidad, abandonando los mitos rusonianos. Bien sabemos que la gran parte izquierdista dogmática del sector se va a obcecar en cerrar los ojos incluso a lo que es evidente. Y es un hombre no ya culto, sino además inquieto, lo que no es pequeño cambio. Le deseamos suerte… y buenas lecturas.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 17 de febrero de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/somos-todos-buenos-wert-contra-mito-educativo-119831.htm