Seríamos ricos y felices olvidando cómo empezó la crisis

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de febrero de 2012.

Los tiempos son duros si los recordamos. Olvidar hace felices, así que un Estado totalitario borrará las crisis de la memoria. Este es el libro que habría escrito George Orwell.

Chan Koonchung, Años de prosperidad. Traducción de Alfredo Barbero Moraño. Destino – Áncora & Delfín, Barcelona, 2011. 416 pp. 19,50 €

Está de moda decir que China se convertirá en la primera potencia mundial tras la crisis, y que su esplendor económico, además de incomparable, supone un triunfo de su sistema. Lo que es moda en Europa y Occidente es verdad oficial en una República Popular que, además, controla cuidadosamente su libertad de expresión interior. Fruto de esa libertad es que Chan Koonchung haya podido escribir y publicar este libro sin sufrir ni cárcel ni «reeducación»; y fruto de su control es el ambiente en el que se desarrolla la trama de la novela, interesante y no sólo por lo que ha resultado serlo para los lectores chinos.

Para el lector chino continental, sin duda, el libro tiene más interés que el que tuvo ´1984´ para el lector europeo occidental de la segunda posguerra. Ambos libros se parecen mucho no sólo por ser ucrónicos y reflejar un futuro terrible pero verosímil, sin por reflejar –y criticar, claro- el rumbo totalitario tomado por el sistema en el presente. Chan, como Orwell, entremezcla estilos y refleja en el protagonista, en lo que vive y en lo que siente y piensa, partes de su propia experiencia real. Literariamente, los dos libros se leen con facilidad, aunque su contenido, la falta real de libertad que de un modo u otro retratan, o mejor dicho retratan hoy y prevén consolidada mañana, es escalofriante. Ambos libros tienen en común que la dureza del sistema da menos miedo que la ceguera de sus súbditos, o mejor dicho la alegre sumisión de la inmensa mayoría, a cambio de creerse prósperos y con cimiento en un implacable aparato de «control de la verdad» .

La diferencia es que Chan escribe casi a punto de llegar sus «Años de prosperidad«, mientras que Orwell escribió a décadas de distancia de su ´1984´. Pese a la distancia, el anuncio de Orwell hizo a su autor intolerable para todo tipo de comunistas y progres, y lo es aún hoy pese a su obvio acierto; y Chan en cambio ha escrito en chino, ha publicado en China y no ha sido encarcelado por ello. ¿Se ha convertido la República Popular en un Estado tolerante? Quizá quiera aparentarlo, pero ciertamente no lo es. Chan ha tenido la habilidad de hacer técnicamente imposible el sistema concreto de «control de la verdad», pues al lector parecerá sin duda espantoso pero imposible que un mes «políticamente incorrecto» desaparezca de la memoria de casi todos y dé paso a un próspero presente oficial. La inverosimilitud hace cómoda la novela de Chan para el Estado totalitario chino, que siempre podrá presumir de tolerante y a la vez catalogar la novela como pura ficción literaria y no como crítica antipartido. Chan ha sabido usar en su provecho los delicados equilibrios de la China de hoy. El mínimo cambio en ellos podría regalar al autor una larga temporada de reeducación en un campo de trabajo en la Mongolia Exterior.

Para nosotros, además, un atractivo adicional del libro publicado por Destino es conocer gracias a Chan Koonchung esa China de la que tanto se habla. Chan es un chino del Sur, formado en parte en Hong Kong, en parte en Taiwan y en parte en el mundo anglosajón, pero que ha vivido como periodista y escritor en la China Popular durante muchos años. Su protagonista, Chen, es como él un intelectual en parte formosino, residente en Pekín y en parte conectado con una leve resistencia anticomunista, o mejor dicho una disidencia casi interna al Partido. La cuestión es que nota y señala cómo China cree ser rica, próspera y perfecta, o al menos la inmensa mayoría de los chinos cree que así es frente a un exterior decadente y en crisis; y sin embargo esa mayoría cierra los ojos a lo que no va bien, o mejor dicho no recuerda que nada haya ido mal. Gracias a su habilidad literaria y a su invención del «mes que desapareció», Chan Koonchung ha podido triunfar con este libro en el que, al menos en parte, se habla de la China de la que no se habla.

Puede que China sea un milagro de competitividad, pero lo es gracias a que sus trabajadores cobran 334 euros al mes. Razón por la cual los chinos son felices más por lo que creen tener y gozar que por lo que realmente gozan: para la estabilidad del sistema es más importante el aparato de propaganda que el volumen, proporcionalmente pequeño, del mercado interior. Si de verdad se creasen en España miniempleos con minisalarios de 400 euros, sin derechos sociales, conviene que tanto los trabajadores como los inventores de la cosa lean a Chan. ¿Es el futuro una suma de más trabajo, menos riqueza y un bienestar basado en la mentira? ¿Si es útil al libre mercado es aceptable el totalitarismo, así como lo fue la suicida política demográfica del hijo único y lo es aún el olvido acrítico de las decenas de millones de la revolución comunista, de la exportación violenta del maoísmo y de la revolución cultural, sobre las que se fundamenta este espléndido futuro de progreso? En China ese futuro parece ser el presente, un presente orwelliano con una oligarquía de políticos que triunfan, deciden y se enriquecen y una mayoría de compañeros satisfechos y desmemoriados. La memoria crea, eso sí, una minoría de infelices y de resistentes, contra los que todo medio represivo, tradicional o vanguardista, es válido.

Ups. ¿Queremos de verdad ser como China o no tener fronteras con esta China? ¿Era futuro imaginario o presente real?

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 24 de febrero de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/seriamos-ricos-felices-olvidando-como-empezo-crisis-119959.htm