Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de marzo de 2012.
Europa nació como idea luchando contra dos invasiones musulmanas. Hace un siglo que el mayor país del Islam se hizo europeo. ¿Y ahora qué hacemos con los nietos de Atatürk?
Europa nació como idea luchando contra dos invasiones musulmanas. Hace un siglo que el mayor país del Islam se hizo europeo. ¿Y ahora qué hacemos con los nietos de Atatürk?
Norman Stone, Breve historia de Turquía. Introducción y preludio del autor. Traducción de Francisco García Lorenzana. Ariel Historia, Barcelona, 2012. 200 pp. 21,00 €
Reconozco que, como me han reprochado a veces, me gusta escandalizar. A menudo el escándalo, la sorpresa, la polémica llevan al debate y a la reflexión, mientras que su ausencia en ocasiones pueden no llevar más que al conformismo. La verdad es que pensar las cosas implica casi siempre renunciar a dogmas, pero también conocer mejor el mundo. Seguramente algo de eso esté en la naturaleza misma de la Universidad. Y universitario es, aunque no guste su modo de pensar, el británico Norman Stone, hombre de Oxford y personaje inseparable de la polémica y de la provocación.
Experto en historia contemporánea y en historia turca, Stone es, por lo menos, un provocador. Escribir una historia de Turquía –ahora mismo la única accesible a todos los públicos hispanohablantes y la más difundida en Europa- justo cuando los turcos están en el centro del debate político y cultural europeo es atrevido, puede ser oportuno pero sin duda es provocador. Si discutimos aún lo que no deja de ser evidente -¿qué es Europa, y qué es España en Europa?-, qué no diremos de lo discutible e innombrable -¿qué es Turquía, y de qué Europa podría ser parte una Turquía cualquiera?-. Pues en medio de semejante berenjenal Ariel publica la historia de Turquía de Stone, que tiene la triple virtud de aportar información fiable y de calidad, de hacerlo de un modo ameno, grato y elegante, universitario pero no pedante, y de no callarse si los datos ni las opiniones que, a su criterio, no debe callar, aunque resulten polémicas justamente aquí y ahora.
Norman Stone conoce Turquía de primera mano, no sólo como historiador sino como residente y como docente e investigador in situ. La historia que cuenta en su libro es la que todos los europeos necesitamos conocer para opinar con fundamento sobre el mayor país candidato a entrar en la Unión Europea, para ponderar las consecuencias de su incorporación, las raíces de su identidad y las perspectivas de su evolución. Nada que se refiera a Turquía puede liquidarse con un puñado de lugares comunes, sean éstos los que sean.
Es muy cierto que Turquía –el país de los turcos en Anatolia, a la que llegaron en el siglo XV y a la que no empezaron a dar nombre hasta el siglo XV- ha nacido, crecido y madurado como enemigo nuestros por definición. Es un rasgo de inmadurez colectiva y de cobardía de nuestros políticos no aceptar que, efectivamente, los turcos de hoy son herederos de los invasores selyúcidas, musulmanes que destruyeron el Imperio Romano de Oriente y construyeron sobre sus ruinas (o quizás con ellas) un gran imperio musulmán, de alma turca pero de identidad variopinta. Así fueron y son las cosas; decir que Turquía fue la gran potencia musulmana del mundo durante siglos, y recordar que durante siglos uno de sus enemigos (junto a Persia) fue la Cristiandad europea, no es un pecado contra la convivencia. Sencillamente así fue, hasta la bandera del país lo recuerda hoy, y la única manera de superarlo es, justamente, aceptarlo.
El retroceso imperial se identificó, entre los siglos XIX y XX, con el sultanato y su identidad religiosa. Por eso hay que entender que la identidad turca tardase tanto en hacerse moderna: el imperio de Estambul era una superpotencia musulmana, centrada en la fidelidad dinástica y religiosa, y por tanto alérgica a los pequeños nacionalismos culturales, étnicos, más o menos tribales, identificados con los problemas para el imperio y no con la personalidad de éste. Sólo cuando los turcos empezaron a quedarse solos se planteó la necesidad de una identidad turca como tal, y por tanto la de construir tal nación recortando los ¿estorbos? Confesionales y dinásticos. Y tal es la historia de Turquía en el siglo XX y hasta hoy, que se identifica en buena medida con los sueños de los «Jóvenes Turcos» y el panturanismo de hace un siglo y con la obra fundacional de Mustafá Kemal Atatürk.
Pero lo que Norman Stone recuerda también es que Turquía no ha dejado de estar donde estaba, y por tanto que todas las revoluciones fallidas o triunfantes no han cambiado la ambigüedad geopolítica del país. Entre Asia y Europa, Turquía es también un país llamado al Islam por su pasado y su cultura pero reclamado por la modernidad y la economía desde Europa. No es posible actuar como si nunca hubiese existido la Turquía imperial islámica (y es ridículo cerrar los ojos a esa evidencia como algunos políticos europeos hacen, pecando de analfabetos), pero tampoco es posible desdeñar el peso de un siglo de europeidad ejercida en los mercados, en las escuelas y, no lo olvidemos, en las Fuerzas Armadas.
Turquía no es Europa, y no puede ni debe ser tratada como Ucrania, ni como Rusia, y ni siquiera como Bosnia. Pero tampoco es Irak, ni es Egipto, y su evolución no puede ser considerada de ninguna manera como una parte de la llamada primavera árabe. Es verdad que la Turquía de hoy, en expansión demográfica y económica, sería un socio deseable para los mercaderes de Europa, pero un hermano difícil a la hora de convivir para siempre a la misma mesa. Además, recordemos con Stone aunque escandalice, Turquía era aún hace un siglo una de las grandes potencias mundiales, y puede tener la tentación de volverlo a ser precisamente ahora que el país es fuerte en más de un sentido y todo el contexto geopolítico necesita un líder y un orden que Turquía puede aportar. No sería la primera vez, y hay que conocerlos bien antes de opinar. Para no decir tonterías como las que a menudo toca leer.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 20 de marzo de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/nuestro-mayor-enemigo-primer-aliado-mayor-desafio-120369.htm