Un manga en español aconseja a Rajoy y machaca a Arriola

Por Pascual Tamburri Bariain, 31 de marzo de 2012.

Se ha puesto de moda en menos de una semana criticar a Javier
Arenas como político, y hacerlo incluso sin educación. Es verdad que no
ha conseguido su objetivo, una meta que se consideraba no sólo…

Pedro Arriola, más que Javier Arenas, perdió las elecciones andaluzas. Fallaron las encuestas, y sobre todo falló la política. El sociólogo orientó al PP-A olvidando El Príncipe.>


Nicolás Maquiavelo, El Príncipe. Introducción y preludio del autor. Traducción de Maite Madinabeitia. Herder, Barcelona, 2012. 200 pp. 9,80 €

Se ha puesto de moda en menos de una semana criticar a Javier Arenas como político, y hacerlo incluso sin educación. Es verdad que no ha conseguido su objetivo, una meta que se consideraba no sólo posible sino incluso segura. Pero no es menos cierto que Arenas no es culpable de lo sucedido en Andalucía, y que si el Partido Popular podría haberse comunicado mejor no es responsabilidad del cuadricandidato. La cuestión es detectar con precisión los errores, y corregirlos.

Ante todo ¿es una derrota una amarga victoria como la del domingo 25? Sin duda sí lo es, si uno lo mira con los ojos de la doctrina política más clásica. Algo funciona mal si Pedro Arriola, presidente del Instituto de Estudios Sociales, sociólogo de a bordo del PP ahora mismo, inspirador de la confianza en los sondeos y de políticas de comunicación ultracentristas y no explícitas se limita a decir que «había muchísima gente que no sabía lo que iba a votar o que, al menos, no quería que se supiese«. Por algo sería. Precisamente porque, para llegar a ese punto lo que ha fallado no casualmente es el exceso de confianza en los sondeos, el desconocimiento de los humores de la Andalucía real, la suposición de que ya estaba todo hecho, y probablemente queel miedo difundido por el IU y el PSOE pesó más que la confianza en la respuesta de Arenas a los problemas reales de Andalucía.

«Contra una determinada fuerza, el hombre debe oponer otra por lo menos igual si se la quiere resistir; y para vencerla hará falta poner otra mayor. Con soluciones medias nada se consigue». No lo dijo santa Teresita de Lisieux, claro, sino Nicolás Maquiavelo, un hombre tan citado como poco leído, y con una malísima fama en la cultura tradicional española, seguramente porque su modelo de político no era el de «con flores a María». La cuestión es si en la política real de 2012 se puede hacer política de otro modo.

Herder continúa, justamente ahora, la publicación de sus mangas filosóficos, con El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Si algo no propuso en su siglo ni en su obras el pensador florentino fue lo que despectivamente llamamos en español «maquiavélico«. A través de ejemplos de la Historia antigua y del Renacimiento que él mismo vivió y en parte protagonizó. Y es un acierto haber traducido esta versión japonesa del clásico, porque en la España de 2012 hay muchas personas, no sólo por edad, que ni saben quién fue el autor de El Príncipe ni están en condiciones de entender con pleno provecho los ejemplos históricos y filosóficos dados por Maquiavelo en su obra. Por supuesto que siempre será maravilloso dar a leer el original con los comentarios de Napoleón Bonaparte, pero el manga permite entender lo esencial de la doctrina y a la vez aprender la historia necesaria. Es un buen vehículo actual para un conjunto de ideas de las que, en el mejor de los casos, se tiende a hablar de oídas solamente.

No es cosa del PP, sino de una cierta visión de la política, como ha denunciado Sistema, la revista de Alfonso Guerra, sobre la deriva del PSOE. Supongo que Guerra sí cree y sabe que «la diosa Fortuna sonreirá con preferencia a aquellos que obren con resolución y energía para cumplir sus planes en lugar de a aquéllos que se enorgullecen de su prudencia». Al menos, Griñán parecía haber leído esto más que su rival. No se trata de «maquiavelismo», sino de creer de verdad que «los que aspiren a gobernar deben caminar hacia su destino con paso firme» .

La máxima responsabilidad de un político, y de quien le asesore, es conquistar, conservar, reforzar y gobernar con éxito su Estado. Raramente esto se hace por dejación o por inercia, sino por ejercicio de una firme voluntad. La edición de Herder trae a unas generaciones que lo necesitan el recuerdo de César Borgia, de los Medici y de Fernando el Católico. «Todo lo que se necesita para luchar contra el futuro está escondido en el pasado, y el hombre sabio busca ese conocimiento en la Historia». ¡Y esto sigue siendo verdad en medio de la generación de adultos que menos historia clásica lee, y mientras educamos a los adolescentes con menos historia que nunca! Se me ocurren unos cuantos jóvenes estudiantes, y no tan jóvenes aspirantes a político, que leerán con provecho este precioso regalito de Herder.

«Somos criaturas débiles que caemos ante el menor cumplido, hasta el punto de que un gobernante puede mantener a su lado a una panda de ineptos si éstos le dicen lo que él quiere oír. Como resultado, aquellos hombres que de verdad resultan valiosos se alejarán de su lado y el gobierno que sustentan se vendrá abajo». ¿No suena tan inmoral este «maquiavelismo», no es cierto? Quizá Maquiavelo deba su mala fama, más que a otra cosa, a haber puesto por escrito verdades permanentes de la política que resultan molestas cuando uno se ha apartado de ellas, y en especial cuando ha de pagar las consecuencias de esa elección.

«Un gobernante debe ser tan despiadado como las llamas del infierno con sus enemigos, y mostrarse severo consigo mismo y sus aliados. Así podrá repartir justicia, orden y estabilidad entre quienes se unan a él. ¡He ahí el retrato de un líder que quiere proteger su Estado!… Pero eso no es todo. Hay otro peligro del que todo gobernante debería guardarse. ¡El desdén!» No es una buena opción ser débil con los fuertes, fuerte con los débiles, ni renunciar a tener una política propia y definida buscando el éxito en la aceptación de las opciones del rival. Así, y esto se puede explicar quizá desde antes de 3º de la ESO, lo único que se puede llegar a conseguir es ser un eterno segundo, una eterna «leal oposición» incluso cuando uno formalmente obtenga la mayoría o los cargos institucionales, si renuncia a ejercerlos a fondo. Eso no es una meta política.

«Ni subordinados ni súbditos serán leales a un hombre incapaz de protegerlos!» Maquiavelo no escribió en el siglo XVI ni debe ser leído hoy como un legitimador de la crueldad y la inmoralidad, sino como un teórico de la verdadera política en lo que ésta tiene de universal y permanente. Y eso pasa por la coherencia con uno mismo, y si no es que se está yendo en otra dirección. No es casualidad que en el partido del humanismo cristiano una dirigente hable positivamente del aborto. No es coincidencia que en el partido de la unidad nacional y de la lucha contra el terrorismo un dirigente se despache a gusto contra las víctimas de ETA. Ni es porque sí que haya una confusión de políticas entre los grandes partidos, a modo de abuso de la tolerancia y el consenso. Algo pasa, seguramente sea una confusión generalizada entre las metas de las personas y los objetivos políticos. Sí creo que para los estudiantes la campaña de Herder «Y tú, ¿qué clase de gobernante eres?» es una excelente idea. Pero también puede serlo para renovar las ideas de los políticos en activo, y para estimular en los que deciden (como Arenas) y los que asesoran (como Arriola) la (re)lectura de Maquiavelo (ya que Guerra sí lo lee). Pues sea o no tan perverso, peor es ignorar lo que el florentino puso por escrito y hoy podemos leer adaptado a nuestros tiempos. Y encima es, sigue siendo, divertido según cómo se lea.

Pascual Tamburri Bariain

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 31 de marzo de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/manga-espanol-aconseja-rajoy-machaca-arriola-120629.htm