Por Pascual Tamburri, 10 de mayo de 2012.
España no deja de sorprendernos. No es sólo la tentación progre de despreciar a las víctimas del terrorismo, sino el hecho reiterado de olvidar a algunas. Con tantos complejos, ¿cómo van a ir bien las encuestas?
Una vez más, se han cumplido los años del asesinato por ETA de Tomás Caballero. Y una vez más UPN y su fundación homónima se han lanzado –curiosamente mientras se criticaban algunas políticas del PP respeto a ETA- a conmemorar a su santo fundador. Sólo que Tomás Caballero no fue un fundador del de centroderecha navarro, ni su hogar ideológico de origen era la derecha, ni el centro. Sobre todo,lo que escandaliza y duele es ver cómo unas víctimas –políticamente correctas quizás, quién sabe- sí merecen recuerdos oficiales que se niegan a otras. Como si unos fuesen más víctimas que otros, o como si transigir con todos o aldunos objetivos del terrorismo abertzale fuese un mérito para que unas víctimas fuesen ¿más dignas? que otras.
Hace unos años y aquí mismo, leído pero nunca respondido –por qué será-, resumía esta cuestión de modo que aún firmaría: «Este martes se han conmemorado, con la pompa oficial máxima posible en provincias, los diez años del asesinato del concejal Tomás Caballero. Pamplona –la Pamplona oficial, no nos engañemos- ha estado de luto. Bien está. Y mal está, no dejaremos de decirlo, que los homenajes, fundaciones, calles y plañideras que se dedican al pobre Caballero no se dediquen a otras víctimas de los terroristas abertzales. Porque el inspector Imaz no tuvo un accidente de tráfico, ni Jesús Alcocer murió de enfermedad, ni el general Juan Atarés se tropezó por la calle: fueron asesinados por los enemigos de España, y merecen por lo menos los mismos honores pamploneses que aquel concejal que, años antes de ser asesinado, había sido aplaudido por el mismo entorno de sus después asesinos. Ikurriña en mano«.
Allá por 2007, recordábamos precisamente aquella Transición, la misma cuyos defectos parecen analizarse con más calma ahora en esta crisis: «… recordemos las banderas. Ya sabemos que en la Transición se había impuesto la ikurriña abertzale en el Ayuntamiento de Pamplona, y que el difunto Tomás Caballero había sido protagonista de aquella rendición que tanto agradó a la misma ETA que mucho después habría de asesinarlo. El PSOE gobernó Pamplona con la ikurriña puesta, aunque la Ley nacional estaba ya en vigor; hasta que llegó la derecha… 1987 – 1991, alcalde de UPN y mayoría relativa de centroderecha, como ahora. A pesar de esto, ni en la fachada del Ayuntamiento de Pamplona ni en el despacho del alcalde estaba colocada la bandera de España. Sin banderas, como máximo logro: y la Ley de Banderas era la misma. Pero si uno hace memoria, o se entretiene hurgando en las actas de las sesiones del Pleno municipal se encuentra que desde mediados de 1988 hubo un goteo constante de ruegos al alcalde Chourraut en el mismo sentido que las peticiones que ahora el Gobierno dirige a los Ayuntamientos rebeldes«.
«La Ley 39/1981, de 28 de octubre, regula el uso de la bandera nacional (…). En el artículo 3.1. de dicha ley, se determina que la bandera de España deberá ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración (…). La bandera nacional –´signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la Patria´- debe ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de los edificios de la Administración Municipal del Estado. Pues bien, a pesar de la claridad de los preceptos legales vigentes, venimos observando que en este Ayuntamiento no se cumple dicha normativa y es por ello por lo que rogamos se den las órdenes oportunas para que la bandera de España ondee en el exterior –balcón principal- y ocupe el lugar preferente en el interior –despacho del señor alcalde- con carácter permanente.» Protagonistas, por una parte, el alcalde Javier Chourraut y los concejales Alfredo Jaime, Miguel González Fontana, Santiago Cervera, Maribel Beriain, José Javier Gortari y Primitivo Asenjo, que ignoraron el ruego. Frente a ellos, como solicitante frustrado, en nombre de la legalidad violada y de la bandera despreciada, el único concejal de AP, José Ignacio Palacios Zuasti. De momento, triunfaron los complejos, la cuestión de las banderas quedó como Tomás Caballero había querido y el mundo de ETA aplaudido años antes.
Años después la Ley se cumplió, y se demostró que la única postura aceptable contra ETA y del lado de todas las víctimas era la que había sostenido Palacios. Por comodidad, algunos políticos tienden a olvidar que ETA es una organización asesina desde hace muchas décadas, mucho antes de matar a Miguel Ángel Blanco o Tomás Caballero. En los políticos más timoratos, peor asesorados o más cercanos a las elecciones se tiende a olvidar que todas las víctimas de ETA deben ser honradas, y que relegar a una sola es colaborar con la banda.
ETA ha matado, chantajeado y herido mucho en Navarra. Pero aún no he visto una placa en recuerdo de Jesús Alcocer, quizás porque era militar y eso es para algunos políticamente incorrecto. Aún no hay un monumento a Juan Atarés, pero quizás sea incómoda su condición de general de la Guardia Civil. Aún no hay una calle dedicada al inspector Imaz, quizás porque además de policía era militar, y dudo que fuese de izquierdas. Aún no hay una plaza para el jefe de la Policía Foral, Prieto, asesinado a la puerta de su parroquia, quizás porque era molestamente católico y molestamente militar. Estas víctimas, como todas desde antes del cabo Pardines y el inspector Manzanas, deben ser recordadas y honradas, y hacer una selección políticamente correcta o cronológicamente sesgada sería dar una victoria moral a los verdugos (como lo es conformarnos con el feo, genérico y cobardón monumento colectivo y mudo en el helipuerto del Baluarte)… Parafraseando a aquellos bienintencionados ilusos de la UCD, condenemos la hipocresía «venga de donde venga«.
Hay demasiadas víctimas silenciosas, de las que no se habla y que parece que molestan. Hay la sensación difusa de que un cierto centroderecha prefiere elegir a quién conmemorar y de quién callar, como si no todas las víctimas fuesen igualmente enemigos de la banda marxista abertzale. Y es un falso análisis el de quien crea que «suavizar el discurso» contra ETA va a suponer algún tipo de ventaja. Como muy bien ha explicado Fernando José Vaquero hablando de la «vía Nanclares 2», ETA y su mundo asumen como un triunfo cada concesión de sus enemigos. Callar y avergonzarse, renunciar a combatir la batalla entera o renunciar a una sola de las víctima, incluso beatificar a unas en detrimento de otras, será entendido sólo como una rendición de Navarra y de España.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 10 de mayo de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/victimas-silenciosas-prefiere-121454.html