Por Pascual Tamburri, 21 de mayo de 2012.
¿Huelga educativa? ¿Para conservar sin cambios un sistema cuyo símbolo de calidad es el doctorado de Santiago Carrillo y que identifica mejor formación con más gasto? Lo siento, pero no. Frente a los jubilados del 68 hace falta una revolución Wert.
La idea no es mía, la tomo de Mikel Buesa en Libertad Digital pero supongo que la compartimos algunos más. Las reformas de José Ignacio Wert, criticadas sin más por asociarse a recortes en los gastos, pueden derivar en una verdadera «revolución Wert«. Seamos sinceros: podrían convertirse en un cambio profundo de modelo educativo, lo que no significa que vayan a hacerlo. La oportunidad existe, se necesita la voluntad y el valor de definir y recorrer el camino, que empieza por no hacer ningún caso de la demagogia fácil de las movilizaciones contra los recortes.
¿Menos gasto equivale a peor educación? Digo yo que dependerá de qué gasto fuese. Si se gastaba más en dar privilegios a determinadas minorías, en dar libertades de gasto a centros gobernados en régimen asambleario, en negar la organización jerárquica de los cuerpos docentes y el acceso cualitativo a los mismos a cambio de un puñado de euros, en prejubilar docentes después de haberlos hecho funcionarios per saltum, en organizar infinitos viajes, excursiones, semanas azules, blancas, verdes y rojas, en paliar el hundimiento de los contenidos impartidos y exigidos con más recursos técnicos, en ocultar la negación de la disciplina y el orden con más y más personal en grupos más y más pequeños, en fingir la integración en grupos ultraheterogéneos que sólo satisfacen ciertos prejuicios ideológicos y el gasto en personal auxiliar pero que no mejoran en nada la educación, en imponer los dogmas progres de Álvaro Marchesi y el fracaso comprehensivo, en rebajar ininterrumpidamente los requisitos de titulación, en confundir el derecho al acceso según méritos y capacidades con un inexistente derecho a la titulación sin valorar la formación y conocimientos adquiridos… quizá más gasto no haya supuesto mejor formación.
Tenemos muchos alumnos que terminan la ESO ¡y se les da el título! sin saber hacer una regla de tres o cometiendo faltas de ortografía en castellano, cosas que se suponen (o suponían) conseguidas en la Primaria, si es que se aprobó ésta. Este martes 22, y más días en lo que nos queda de curso, hay convocadas manifestaciones contra los recortes y contra el ministro. Son, por tanto, manifestaciones a favor de lo existente, huelgas y manifestaciones en defensa de un modelo educativo cuyo símbolo en la cúspide puede ser el doctorado honoris causa concedido a Santiago Carrillo, paladín de las libertades, modelo ofrecido a nuestros jóvenes. Si están ustedes de acuerdo con lo que tenemos y con lo que hemos dado a la última generación, hagan ustedes huelga. Si quieren ustedes una educación mejor, hagan ustedes lo posible para convertir los recortes y reformas en punto de partida de una revolución. Una revolución en dirección opuesta a lo que hemos visto, cuyas deliciosas consecuencias disfrutamos cada día.
Los huérfanos de Marcuse, los nietos de Gramsci, los biznietos de Marx, han controlado la educación española incluso desde antes de 1968, con la habitual cuota de monaguillos satisfechos y prósperos. Son los sobrinos y discípulos de Marchesi, de Rubalcaba y de Maravall, que siguen creyendo que lo verdaderamente progresista y bueno es el modelo educativo nacido de «su» revolución, sin darse cuenta de que ya se ha aplicado entre nosotros durante cuatro décadas y que ha demostrado ser no sólo cara sino peor formadora de alumnos. Eso sí, excelente difusora de sus prejuicios ideológicos.
Detrás del 15 M no está el desconcierto y el disgusto de los estudiantes y de los profesores, que serían lógicos si no se les explica por qué y para qué se va a gastar menos: la auténtica inspiración del movimiento está en unos jubilados o casi jubilados que han controlado, gestionado y modelado el sistema educativo durante muchos años, que han vivido muy bien y ganado mucho haciéndolo más caro, más mediocre, más injusto y… más a su gusto. Son, eso sí, excelentes vendedores de humo: consiguen que alumnos y profesores se manifiesten por una enseñanza mejor, identificándola con los privilegios y victorias de esa casta que nos ha traido al punto en el que estamos y de la secta pedagógica que ha creado este sistema. Como si gastar más lo hubiese hecho mejor.
Los recortes de Wert marcan el momento y el lugar en el que se puede acabar con la mediocridad, y no limitarnos a parches. Hace falta un sistema que funcione de arriba abajo, con docentes a todos los niveles cualificados y que demuestren de verdad su capacidad en exámenes exigentes e imparciales, no en trámites burocráticos. Es momento de liquidar la endogamia, el nepotismo, las formas falsas de autocalificación de la calidad docente (e investigadora), el desorden y la farándula. Es momento de que todos, docentes y docentes, demostremos para qué valemos y lo hagamos de manera inapelable en cualquier lugar del mundo. Es hora de hacer las cosas «mejor», no de haya «más», porque eso ya se ha intentado y ahí tenemos el resultado: sería malo incluso si no hubiese sido una ruina, y además lo es.
«Recortar la educación es pura y sencillamente recortar el futuro«, como dijo Rubalcaba en su mitin de Ceutí para alumnos de la ESO –ya se ve que cuando un equipo directivo quiere, se estimula la politización y la huelga incluso en niveles obligatorios; pero lo que hay que conseguir es que «recortar» dinero suponga «mejorar» la educación, después de que ya se ha comprobado que «aumentar» el gasto no ha creado una formación mejor. ¿Que hay que estar con 42 en un aula, como en 1985 o 1965? Pues muy bien, pero demos al profesor de hoy todos los medios de los que entonces disponía un profesor y hoy se le niegan en nombre del progresismo sesentayochista. Y démosle además la ilusión de participar en una revolución que dé a España una educación mejor, menos papelera, menos propagandística, con más enjundia, con selección, esfuerzo y verdaderos retos. Algo que, en realidad, en lo importante, no cuesta dinero. Si Wert se atreve a ir más allá de los recortes, si el señor de Paracuellos del Jarama deja de ser el símbolo de nuestras aulas, valdrá la pena el esfuerzo y nadie tendrá razón para ir a la huelga. Desde luego, defender algo que no funciona tras ser convocado por los privilegiados que han hecho que no funcione no es razón suficiente.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 21 de mayo de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/razones-para-indignarse-evitar-recortes-mantener-privilegios-121668.html