Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de junio de 2012.
España vive agobiada por las que creemos exigencias inexorables de los mercados. Pero la verdad es que otros sistemas y otras opciones existen.
Louis D. Brandeis, El dinero de los demás. Y de cómo lo utilizan los banqueros . Traducción y prólogos de José Luis Blanco Ruiz y de Ramon Girbau Pedragosa. Ariel Economía, Barcelona, 2012. 208 pp. 17,00 € (11.99 € libro electrónico).
Christian Felber, La economía del bien común. Traducción de Silvia Yusta Fernández. Prólogo de Juan Carlos Cubeiro. Deusto – Planeta, Barcelona, 2012. 288 pp. 14,00 € (9.99 € libro electrónico)
Estamos abrumados por la acumulación de noticias a la que llamamos crisis. No es que todas ellas sean totalmente nuevas o terribles, sino que en España su acumulación se une a una desesperanza colectiva. Una gran masa de españoles vive dando tumbos, creyendo que no hay salida o que si la hay pasa por una serie de esfuerzos amargos, cargados de sacrificios y sin una salida que vayamos a ver, en nombre de una única versión de un único modelo económico interpretado de una sola manera. Y como los que dicen rechazar el capitalismo monorraíl suelen lanzar ocurrencias mucho peores, no sabemos de verdad qué hacer. Salvo leer, porque en los últimos meses se ha multiplicado la publicación de obras de divulgación económica, a menudo de calidad; casi tanto como los debates teóricos y hasta morales sobre el modelo y su crisis.
Lo que no debemos creer, a poco que leamos lo que se edita y conozcamos la historia económica de los últimos siglos, es que estamos en una situación única y sin precedentes. Se acaba de anunciar, tras el debate técnico sobre si se trataba o no de un «rescate», que los bancos españoles necesitarán 62.000 millones en el peor escenario posible. Muchos millones de euros de dinero público para tapar un hueco en una banca mayoritariamente privada; privada y que en los tiempos de bonanza, invocando la libertad de los mercados, no hacía públicos sus beneficios. Y que ahora, también en nombre de los mismos mercados, exige ser ayudada sin contraprestaciones, si es preciso con la garantía del Estado, para seguir interviniendo en todos los mercados y dirigiendo en su interés, que no el de el Estado ni el de la nación, esos mismos mercados y especialmente el de capitales del que depende la vida o la muerte de la economía productiva.Una situación curiosa, sí, pero no novedosa.
Ariel ha editado la traducción española del clásico El dinero de los demás, del juez norteamericano Louis D. Brandeis. Sorprenderá encontrar en sus páginas una explicación de cómo la banca moderna, en las economías que se dicen libres, tiende a controlar el conjunto de la actividad económica, al depender de ellos la disponibilidad o no de la financiación. De hecho, los bancos invierten, más que prestar, el dinero que es de los mismos ciudadanos, de sus empresas y de la Administración, determinan su precio o al menos su acceso, tienen en sus manos el poder de vida o muerte sobre las empresas y por tanto, al final, sobre la gente y sobre los mismos políticos. Lo que Brandeis explica, con nombres, ejemplos y cifras, es que no sólo la banca obtiene un beneficio especulativo desmedido cuando las cosas van bien, sino que además su poder se multiplica cuando no van tan bien. Y el problema no es sólo que la banca tenga ese poder, sino que lo utiliza para fortificar la riqueza y la influencia de una minoría. En último extremo, lo más notable del análisis de Brandeis, que valdría la pena llamar denuncia, es que no se limita a apuntar lo escandalosos de esos beneficios y de ese poder, sino que da argumentos sólidos para pensar que la organización especulativa de la banca es incompatible con una democracia plenamente libre, y con una verdadera libertad económica.
Quizá más importante aún sea tener en cuenta que Brandeis escribió antes de la crisis de 1929, hace por tanto un siglo, y que los grandes trazos de su retrato parecen perfectamente válidos aún hoy. No es tan extraño, ya que nuestro modelo económico es el mismo y se fundamenta en la misma interpretación del libre mercado –que no es, como se veía entonces y se vio aún más después, la única posible. El ciudadano de un país económica y políticamente libre no tiene en realidad tal libertad si la banca, con la anuencia de los políticos, dispone de semejante poder en beneficio propio. Incluso si Brandeis no tuviese razón en el caso que describe, tendríamos que estar de acuerdo en que en caso de darse algo similar no sería bueno ni podría ser etiquetado, sin más, como el único modelo económico existente o el más libre de los posibles. Lejos de mí estar de acuerdo con el «Hay alternativas» de Juan Torres, Alberto Garzón y Vicenç Navarro, pero sí es verdad que toda decisión u organización económica tiene alternativas (porque si no no sería una decisión), es seguramente mejorable (porque si fuese perfecta no seríamos humanos) y tiene tanto beneficiarios como perjudicados (porque si beneficiase a todos no habría quien la pagase). Por eso, por muchas ventajas que pueda tener dejar el poder financiero en manos de un pequeño grupo de banqueros privados, no hay que escandalizarse si se reflexiona sobre el precio de esa decisión y sobre la hipoteca que se impone a la comunidad y a la libertad de los ciudadanos concretos. Brandeis navega con mano firme en esta agua, y al leerlo uno piensa que está hablando de la crisis que vivimos. Que por eso mismo no debe de ser tan única.
Discusiones y debates, qué quieren ustedes, los estamos viendo de todos los tipos. Yo no se si Eurovegas y la actividad económica que se le supone derivada compensan la segura multiplicación del juego y del empleo de baja calidad y la denunciada de la prostitución y toda otra forma de ocio más o menos discutible. Pero a propósito de Eurovegas Juan Manuel de Prada entra en el nunca cerrado debate sobre si es la codicia o el miedo lo que mueve a los «actores económicos», y por tanto de su la meta de nuestras vidas es, o debe ser, o no, el enriquecimiento material. Junto a él, varios obispos católicos han mostrado su preocupación, cosa lógica en una Iglesia que sigue colocando la riqueza no entre las virtudes y para la cual la usura es, sigue siendo, un gravísimo pecado mortal. Dice César Vidal, siempre agradable de leer y de escuchar, que ojalá tuviésemos más libertad económica y más voluntad de enriquecernos, que eso (Weber dixit) nos sacaría de nuestra crisis nacional. Pues bien, no entraré aquí en el debate, pero la simple existencia de tal debate ya sirve para dar la razón al juez Brandeis y a quien quiera aplicar su lectura a 2012: no hay un único modelo económico posible, no debe escandalizar que haya varios alternativos y que dentro de cada uno haya múltiples opciones. Ninguna es perfecta y ninguna es eterna. Otras cosas pueden ser para siempre, pero es patológico que un sistema económico aspire a ser el único y definitivo.
Hay vida, más allá del capitalismo y del comunismo
En el número 308 de Diorama Letterario el profesor Marco Tarchi se refiere directamente a «la inexistencia, ya hace decenios, de una alternativa […] al predominio del arquetipo liberal occidental, con sus postulados materialistas, cosmopolitas, utilitaristas, uniformistas, sobre el imaginario colectivo contemporáneo«, aunque recuerda que aunque «sus adversarios clásicos han depuesto las armas» eso no significa que el modelo liberal-capitalista sea para siempre el único.
El fracaso económico, político y social del comunismo en muchos países hacia 1989, y la previa derrota militar de los fascismos en 1945, junto a la extinción del llamado Antiguo Régimen desde 1789, dejó a lo que llamamos capitalismo como único sistema económico, y en opinión de algunos como único referente posible de la democracia política y del liberalismo social y cultural. Pero es muy miope limitar toda la historia del hombre sobre la Tierra a lo que ha vivido esta generación desde 1989 hasta hoy, como si desde siempre y para siempre la única forma posible de economía fuese la basada en la economía de mercado, la propiedad privado, la absolutización práctica y hasta moral del beneficio individual y la legitimación de grupos de poder financiero mundial ajenos a toda referencia ética, democrática, nacional o popular.
Y sin embargo, al mismo tiempo, el mundo en general y Europa en particular viven una enorme crisis económica en la que el modelo para algunos único, eterno, perfecto y eterno ha demostrado toda su capacidad para crear pobreza, desazón, desorden y violencia. Curiosamente, Angela Merkel está haciendo –elevando a los altares un capitalismo destemplado o sirviendo de excusa para que otros lo eleven- lo que el fundador de su partido, Konrad Adenauer, ni hizo ni habría permitido hacer. Quizá porque era bien consciente de que había más opciones, y muchas alternativas dentro del mismo capitalismo, y descartar de un plumazo todas, como si todas fuesen comunismo, no servía sino para desprestigiar lo que de bueno había en el sistema.
Por eso es del máximo interés el modelo económico que propone en Austria Christian Felber, con la voluntad de superar la dicotomía entre capitalismo y comunismo: es posible tener, por ejemplo un sistema que como el actual respete la propiedad privada y la iniciativa privada, pero en el que empresas e individuos cooperen en busca del bienestar común en vez de ceñirse sólo al lucro personal sin límites. Algo tanto más interesante si se considera la crisis –toda ella capitalista y especulativa- de que gozamos.
En el libro que publica Deusto se parte, cosa muy necesaria, de explicar cómo son muchos los sistemas económicos, con sus miserias y sus ventajas, y cómo todos ellos son perfectibles y ninguno sagrado. Es más, han sido muchos los cambios a lo largo de la Historia y serán muchos los que vendrán mientras el mundo sea mundo. Felber elige, para diseñar su sistema, algunos de los valores ascendientes en la sociedad del siglo XXI, y es un modelo que nace con la voluntad de más democracia, mejor defensa del medio ambiente y riqueza más compartida. Si pretendiese ser perfecto o eterno sería fácilmente descartable como utópico; pero no pretende eso, sino por el contrario ofrecer una alternativa al sistema actual y su crisis que evite los errores de otros sistemas del pasado. Uno puede no apreciar las preferencias de Felber, pero no puede obviar el interés del debate.
Quizá el más dudoso favor que se haya hecho al libro de Christian Felber es que el muy discutible Stéphane Hessel haya escrito sobre él en tono positivo. Porque hay un abismo entre el paleoprogresismo ideologizado de Hessel y este debate económico y social, que tiene, en todo caso, mucho más en común desde la economía de mercado con lo mejor del corporativismo y de la doctrina social de la Iglesia (por escandaloso que sea decir esto… incluso en el país en el que las Cajas se han hundido justo cuando se han dado al libertinaje económico y a la usura que en su nacimiento tenían vedados). Quizá el modelo de Felber no sea el mejor, seguro que no es el único, y el libro está destinado a que recuperemos la libertad de discutir estas cosas sin ser acusados de blasfemos laicos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de junio de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/merkel-hace-dinero-demas-adenauer-122359.htm