Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de julio de 2012.
La Unión Soviética de Stalin era para la izquierda occidental un paraíso de buenas intenciones, de paz y hasta de bienestar. Dos artistas americanos lo contaron brillantemente.
John Steinbeck y Robert Capa, Diario de Rusia. Fotografías de Robert Capa. Presentación de Scott Simkins y Brian Railsback. Traducción de María Pérez Martín. Capitán Swing – Entrelíneas, Madrid, 2012. 248 pp. 18,50 €
La Unión Soviética y las democracias occidentales vencieron juntas la Segunda Guerra Mundial. Esto es un hecho histórico indiscutible, no sujeto a opinión. Otra cosa es que no luchasen contra las potencias del Eje por las mismas razones o con los mismos objetivos, o incluso que sus objetivos de guerra fuesen incompatibles entre sí. Lo cierto es que, hasta 1945, lucharon juntos y con gran éxito, de tal manera que ni la potencia industrial anglosajona habría tenido sus frutos sin los millones de muertos soviéticos ni la sangre rusa habría bastado para detener a Alemania y los suyos sin la abundancia material de las democracias occidentales.
Todo esto, que es verdad, no convierte en una democracia a la extinta patria de Lenin. Jamás lo fue ni lo pudo ni lo quiso ser, del mismo modo en que no fue un Estado nacional fascista. Olvidamos muy a menudo y con gran facilidad que la Revolución de 1917 inició un impresionante reguero de sangre y de miedo, sin comparación posible en toda la historia de la Humanidad, que aún no ha terminado. Nada ha causado tantas muertes, tanto dolor y tanta pérdida de libertad como el movimiento bolchevique y sus secuelas hasta el día de hoy. Lo llamativo no es tanto que los gobernantes de las democracias occidentales pactasen con Stalin antes de 1945 sino cómo consiguieron convencer a una parte de su pueblo de que el comunismo era un aliado sincero de la democracia, y cómo tardaron años en darse cuenta de que el comunismo aprovechaba la situación para preparar su lucha contra el mismo capitalismo. Cuando Stalin amenazó con extender el comunismo a todo el mundo, sir Winston Churchill pronunció su famosa frase «¡Hemos degollado el cerdo equivocado!»
No por casualidad, el periodista John Steinbeck y el famoso fotógrafo de guerra Robert Capa viajaron a la URSS de Stalin para preparar una colección de artículos y de imágenes, convertidos en libro, que retratase la Unión Soviética vista por ojos occidentales justo cuando la Guerra Fría, el momento de máximo alejamiento entre los dos mundos, acababa de empezar unos cuantos años después de 1945. Steinbeck y Capa pertenecían a esa amplia clase intelectual norteamericana que identificaba el progreso con el comunismo, que había disfrutado durante los años de alianza entre los dos países y que no deseaba que Estados Unidos se empeñase en la defensa internacional de la democracia contra el comunismo en época del presidente Truman. Para ellos, como para muchos otros, era preferible que la URSS siguiese su camino, al fin y al cabo nada malo oficialmente hasta poco antes. Algunos de ellos, se sospechaba entonces y se ha comprobado después, no sólo eran comunistas de militancia sino que trabajaban legal e ilegalmente a favor de la Unión Soviética.
El viaje de Capa y Steinbeck a Moscú, Stalingrado, Ucrania, el Sur de Rusia y Georgia se concibió de principio a fin como una empresa propagandística. Se trataba justamente de dar una aparente y relativa libertad de movimientos a dos comunicadores que no eran oficialmente comunistas y que estaban dispuestos a dar una imagen favorable del país de Stalin. La prosa de Steinbeck, amable y simpática como siempre, aún hoy sirve magníficamente a ese fin: no se intenta contar que la URSS es una democracia como las occidentales, sino más bien de retratar un inmenso país en plena reconstrucción de las destrucciones causadas por Alemania, que serían además la única explicación tanto de las carencias materiales como de la represión, la falta de libertad y la inexistencia de una democracia. «Gente como nosotros, si les dejamos«, parecen decir. Y en efecto era un buen mensaje para hacer tolerable, en los comienzos de la Guerra Fría, la URSS a los ciudadanos americanos.
La parte mejor de todo esto es que el libro, tanto en su redacción como en sus fotos, es cómodo de leer y refleja bien la vida de sus autores y la que de los ciudadanos soviéticos quería el régimen que se diese. Es un relato de ficción, con formato de viaje, que hoy más incluso que entonces es interesante para el lector español, también para el que en nada sea ni se considere progresista. Una buena iniciativa de Capitán Swing, y un buen libro de viajes en el comienzo del verano.
Lo que no oculta que haya una parte mala: la miseria de la economía soviética, las carencias de los ciudadanos, la represión y la opresión totalitarias, el control policial, la falta de libertades y de propiedad, el sistema carcelario, el Gulag y las purgas millonarias no son consecuencia de la invasión occidental ni de la disputa con Occidente: son partes orgánicas del régimen soviético desde su origen, y no tienen legitimación alguna salvo que, como nuestros viajeros, uno sea un progresista muy bien dispuesto hacia el comunismo. Aún hoy hay personas dispuestas a creer que el comunismo no fue lo que fue; pero quedan muchos testigos de que la URSS no fue como la retrataron, tan atractiva, Steinbeck y Capa. Al fin y al cabo, éste ya se había embarcado en la propaganda procomunista con motivo de la guerra española, así que no era precisamente un novato. Qué pena que este documento histórico de una ideología y una propaganda vaya a ser entendido por algunos –menos cada vez afortunadamente- como la justificación de un régimen fundado sobre el Mal.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 14 de julio de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/amable-viaje-guiado-pais-desaparecido-steinbeck-capa-122829.htm