Recortar sin molestar: euskera, 2.000 millones para empezar

Por Pascual Tamburri, 23 de julio de 2012.

Las comunidades nacionalistas gastan miles de millones en promover lenguas minoritarias. Sus sueños no avanzan, pero los pagamos entre todos los españoles.

La promoción lingüística del euskera, el catalán y el gallego ha costado 50.000 millones de euros al contribuyente español en los últimos diez años, como han documentado y explicado nuestros amigos Euskadi Información Global. La cifra es en sí misma escandalosa en un momento de crisis económica en el que todo el país se enfrenta a enormes sacrificios y riesgos sólo para pagar las deudas de los políticos y de las empresas de nivel político, incluyendo la banda. Pero es aún más explosiva si se tienen en cuenta factores a menudo olvidados: el primero, que las lenguas regionales han servido de excusa, además de para estos gastos directos, para la radicalización de un sistema autonómico caro e ineficaz; el segundo, que las lenguas regionales, y en especial el euskera, siguen siendo pese a todos estos gastos fuertemente minoritarias y menos conocidas y mucho menos utilizadas que el castellano, lengua española común a todos; y el tercero, que la costosa, contraproducente y fallida promoción de tales lenguas no ha sido –vistos los resultados de tres décadas de dispendio- pedida por la gente ni desde luego aprovechada, pero sí ha servido para llenar muchos bolsillos, crear muchos puestos y adjudicar injustamente muchos otros. Todo un panorama que podría tenerse en cuenta a la hora de recortar.

Un informe reciente financiado con fondos públicos ha demostrado que durante los últimos diez años las administraciones públicas de la Comunidad Autónoma Vasca han destinado más de 2.000 millones de euros directamente a «normalizar» el uso del vascuence. Aclaremos que la «normalización», desde la ideología nacionalista, supone su extensión completa a toda la sociedad; los nacionalistas han impuesto este dogma en las Administraciones incluso donde y cuando no han tenido el poder (porque siempre hay quien se somete a ellos, complejos mediante), y olvidando que el euskera, en ninguno de sus dialectos o en su versión sabiniana, jamás ha sido la lengua de todos los vascos (ni por supuesto de los navarros). Cuando en este caso se habla «sólo» de 2.000 millones es pensando sólo en el gasto directo en «normalización», y naturalmente sin tener en cuenta lo que a través de varios departamentos se gasta en Navarra.

A día de hoy, y con la excepción de las comarcas rurales que han llegado por sí mismas al bilingüismo con gran número de vascoparlantes nativos, el vascuence es un idioma artificialmente mantenido y que no se extiende por más que se gaste en él. Las estrategias de «normalización», que son las oficiales desde la Transición, además de todo tipo de estímulos tienen dos pilares efectivos, que son la virtual obligatoriedad del aprendizaje del vascuence y a menudo de su uso como lengua vehicular (obligatoriedad para la que siempre se encuentran excusas y subterfugios); y su propagación como vehículo de promoción social, no tanto por el atractivo de la lengua en sí (la gran burguesía nacionalista sigue sin utilizar el vascuence en su vida cotidiana, incluso si lo conoce) sino por su utilidad administrativa, ya que –contra la letra y el espíritu de las normas nacionales- su conocimiento es exigido de hecho o de derecho para cualquier oposición o concurso. En román paladino: tenemos profesores del Cuerpo A-1 correspondiente elegidos no por la calidad y cantidad de sus conocimientos matemáticos, físicos o históricos, sino por su euskera (mientras que todos sus alumnos hablan español). Y hay que temerse que pase lo mismo con los médicos, los administrativos o los juristas.

Pero es que hay más: según una reciente «Medición del uso de las lenguas en la calle», apenas un 13% de los ciudadanos de la comunidad vasca usa habitualmente el euskera. Todos los miles de millones gastados habrán servido para que algunos vivan, otros se enriquezcan y muchos se sientan menos libres, pero la cosa es que en los últimos 22 años (desde 1989 a 2011)el uso efectivo del vascuence ha aumentado en sólo en un 2,5%. ¡Tan cara ideología! Así que la Administración gasta dinero y los ciudadanos, que lo pagan, no hacen ni caso. El estudio, pagado por el Departamento de Cultura y el Departamento de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno Vasco, ha incluido también a Navarra y el País vasco francés, su error de muestra es de +/- 0,4, su nivel de confianza del 95 %… y la conclusión más positiva que puede sacarse desde el punto de vista nacionalista es que «hace diez años, el uso del euskera en la calle se mantiene estable«. Pues menos mal.

Desde 1989, en el conjunto de lo que ellos llaman Euskalherria, el uso del vascuence ha pasado del 10,8 % al 13,3 %, que era también el nivel de 2001. Un uso por tanto estabilizado, y gracias, a gran coste. Pero es que hay más. El nivel de uso más alto aparece en Guipúzcoa, un 32,7 %, después Vizcaya (¡pero no Bilbao!), con un 9,4 %, luego la zona francesa con un 6,2 %, Navarra con un 5,7 % y Álava con un glorioso 4,0 %. Así que se lo imponen en la Administración, lo exigen en la escuela, pero la mayor parte de la gente, nacionalistas incluidos, sencillamente no lo usa. En Vitoria y en Bilbao, después de décadas de presión muy dura, un 25% dice conocerlo, pero sólo un 3 % lo usa, menos que en Pamplona, donde el uso está estancado desde 1997, alrededor del 2,5-2,9 %. San Sebastián, Meca de esta gente, tiene un uso al mismo nivel que hace diez años (15,9 %). Una inversión maravillosa. Hombre, si queremos ser optimistas en Lodosa, Andosilla, Falces, Carcastillo o la Ribera tudelana se habla muy muy poco, pero más que nunca: porque antes jamás se había hablado. Lo que no pueden decir es que se «rescate» nada, porque nada había que rescatar.

A todo esto, en todas las comarcas, provincias y zonas el castellano es universalmente conocido (sin necesidad de gasto extra), y en casi todas ellas mucho más usado (entre el 83 y 85%, allí donde se habla vascuence). Más aún: en Vitoria, Bilbao y Pamplona otras lenguas (de inmigrantes no hispanófonos) se utilizan más que el euskera pese a la cara promoción de éste.De hecho crecen, y el euskera no. En Navarra, el uso del vascuence ha descendido entre la población infantil, en especial cuando los niños están solos, y se ha mantenido sólo estable entre la población juvenil y adulta. Curiosamente, el uso se mantiene cuando los niños están con adultos, y también cuando los adultos están con niños: unos y otros usan el español de modo espontáneo, pero participan activa o pasivamente de la decisión de «educar en euskera» a la siguiente generación, una decisión de orígenes políticos. Por mí como si los educan en gótico, en urdu, en cachube, en esperanto, en sánscrito o en tocario, pero que no nos lo hagan pagar a todos.

Falta además ponderar qué lengua querrían aprender los vascos y navarros en libertad de condiciones (libertad real, claro), y hay razones para sospechar que el inglés al menos superaría al euskera, incluso para ser usado como lengua vehicular. No creo yo que convenga derrochar dinero en promocionar el inglés, que se promociona solo y sin gasto, pero con menos razón el euskera, que es una lengua que no va a morir pero a la que se ha sacado de su ámbito de vitalidad natural para satisfacer una ideología y para enriquecer a algunos. ¿Queremos recortar? Ya que no hay necesidad alguna de imponer el vascuence en un país donde cualquier puesto puede ser desempeñado en castellano, si hay libertad para ello, aquí tenemos un estupendo lugar para recortar. Recortemos, y no sólo tendremos que sacrificarnos menos sino que habrá vascos y navarros más libres. Y cuando nos sobre dinero ya nos lo gastaremos en latín, que enriquece el espíritu y no enriquece a los enchufados.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de julio de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/recortar-molestar-euskera-2000-millones-para-empezar-123070.html