¿Quiere usted una dictadura islamista que mate cristianos?

Por Pascual Tamburri, 26 de julio de 2012.

El terrorismo de varios grupos integristas, con apoyo extranjero, intenta crear una guerra civil en Siria. Si sucede, desaparecerá el último régimen laico y moderno del mundo árabe.

Vivimos desde hace unos años una cadena de revoluciones y guerras civiles en muchos países del entorno árabe y de mayoría musulmana. Empezaron en Túnez, inmediatamente extendidas a Egipto y Yemen, después a Libia, aparte del giro impuesto a la preexistente guerra civil de Sudán (convertida de hecho en guerra internacional por la división entre dos países que no tienen una frontera segura), al abandono absoluto de Somalia, de hecho dividida en varios países sin reconocimiento internacional y dedicados en el mejor de los casos a la piratería, a la guerra abierta en el Sahara, no sólo en Mali y no sólo por los tuareg, a la islamización de Turquía y al recalentamiento de la situación de Líbano, sin cañonazos de momento pero con un consolidado cambio de gobierno impulsado por Hizbulá.

Estamos por tanto, sin más ni menos, ante un cambio general de escenario, en el que las circunstancias locales cuentan poco o nada. Hay fuerzas globales a las que parece convenir la desaparición de cualquier régimen árabe no islamista, y que promueven ese cambio en cuanto hay una oportunidad. Y si no hay, se crea.

A muchos analistas y a bastantes de nuestros lectores llama la atención el resultado de ese proceso: la toma del poder por fuerzas islamistas radicales, con frecuencia relacionadas en las ideas con alQaeda e incluso con su organización u otras similares. Es muy llamativo que Occidente, en su conjunto, haya preferido la desaparición de regímenes que por discutibles que fuesen garantizaban una estabilidad y una habitabilidad razonables; y que haya optado por no ya consentir, sino directamente promover, financiar, estimular y alabar la aparición de gobiernos, si se quiere democráticos en la retórica o las formas, pero islamistas intolerantes. Es llamativo, pero no es lo único que debe llamarnos la atención.

En cuanto a los mismos resultados, es aún más llamativo pero se comenta poco o nada en los medios oficiales, la inestabilidad crece a caballo de tres continentes. Y Occidente, por la razón que sea, no sólo no hace nada para impedirla, sino que la ha elegido, la prefiere, la estimula. Asistimos no ya a la islamización total de una parte decisiva del mundo, sino a la desaparición allí de cualquier forma de orden compatible con lo que en Europa y América se llama ahora democracia. No se ha tratado de golpes de Estado o de guerrillas que llevasen a un cambio de gobierno, sino a guerras civiles a múltiples bandas, prolongadas en el tiempo y en general sin visos de desaparecer. Y donde así no ha sido aún, se están sentando las bases para que suceda. De modo que no nos obsesionemos sólo con la aparición de poderes islamistas, pensemos a la vez en la aparición de un desorden que conviene quizá a los poderes fuertes pero no desde luego a los pueblos de allí ni de aquí.

Hacia otra guerra, a marchas forzadas

El escenario más mediático es ahora Siria. Es un país tan complejo como lo pueda comprender cualquiera que haya estudiado la historia de Oriente desde los hititas a hoy, pasando por Roma, el Islam, las Cruzadas y el largo periplo turco. Su variedad religiosa, sin ser infinita, resulta sorprendente para lo europeos del siglo XXI. Su complejidad étnica no es menor, pero es distinta, como lo es la lingüística y la acumulación de historia e historias, de afinidades, parentescos, enemistades y desamores. Y como lo es también la variedad de ideologías y proyectos políticos. Teóricamente, en Siria se dan todos los elementos para el caos. Pero curiosamente es el país que más se ha resistido a él, porque el proyecto baasista de los dos al Assad, padre e hijo, ha creado un Estado con sus propias metas pero capaz de concebir la diversidad en la unidad, sin imponer la uniformidad.

Siria, que fue «buena» cuando sirvió para combatir contra Irak en la segunda guerra del Golfo, en 1990 –por su enemistad política con el también baasista Saddam Hussein-, ahora ha pasado a ser «mala«. Ella no ha cambiado, se ve que han cambiado nuestros gustos. Desde luego que el presidente sirio, Bashar al Assad, puede gustar tan poco como se quiera, pero no se les puede negar ni a él, ni a su padre, ni a su Partido ni a su Ejército la capacidad de haber modernizado Siria, siendo un poder regional respetado y conservando una tolerancia interna con la variedad que en otros sitios ni se imagina y que desde luego no es parte del proyecto de la que ahora llaman «oposición democrática». ¿Democrática? ¿Pero de qué estamos hablando, damas y caballeros?

Terroristas, islamistas, no demócratas

La democracia de origen no es que sea dudosa, es que es inexistente. Una Turquía islamizada, en la que el Gobierno combina contra Siria la extensión de su programa y un imperialismo que le de legitimidad ante su propio Ejército, difícilmente es fuente de democracia alguna. No lo es desde luego la parte (pequeña) del nacionalismo kurdo que participa en la oposición a al Assad. Escasa democracia puede venir de Arabia Saudí –a la que nunca, es curioso, se reprocha la calidad de su régimen en Occidente- ni de Qatar. La oposición, fomentada si no creada desde todos estos enemigos del actual régimen sirio y desde los países occidentales, puede gustar a quien guste, pero no puede decirse que tal colección de diversos radicales islámicos sea, precisamente, democrática. Por cierto, hay voluntarios ceutíes entre los islamistas radicales que cometen atentados contra Siria.

Y su actuación confirma esa naturaleza. Fue lamentable hace unos días ver cómo los medios de comunicación socialdemócratas y de centroderecha coincidían en aplaudir el asesinato de Assef Shawkat y del general Daud Rayiha, ministro de Defensa. Triste aplauso, porque lo que se está haciendo es dar legitimidad a un movimiento terrorista, y precisamente uno que comete atentados en masa. Legitimidad, cuando no armas, claro. El caso del general Rayiha es en particular escandaloso, ya que hemos visto periodistas católicos en medios españoles casi confesionales alegrarse de la muerte de un militar cristiano. ¿Podría un cristiano ser ministro de Defensa en Libia, en Somalia, en el Egipto que se vislumbra, en Israel, en Arabia, en Qatar, en Turquía o en Pakistán? Desde luego que no, y las comunidades cristianas, allí donde no han sido aniquiladas, sufren un acoso intolerable. Que no se da, precisamente, en la Siria de al Assad, y ésta es la que queremos destruir. ¡Extraños gustos los de Occidente en 2012!

¿Queremos una Siria islamista en la que las sectas islámicas combatan entre sí y donde los cristianos sean exterminados? Apoyando este proceso estamos yendo hacia eso, hacia escenas crueles, innecesarias y macabras como las muertes de Gadafi y de Saddam o la prisión de Hosni Mubarak, y hacia la destrucción del estado sirio y su conversión en un escenario de guerra multilateral y de actuación de grandes y medianos poderes externos. Flaco favor al pueblo sirio y nulo a la que llaman democracia, por cierto.

¿Paz en la Tierra?

Esto sin considerar, por supuesto, los efectos que un conflicto en Siria y una desestabilización de Damasco supondrían en Líbano. Fernando José Vaquero Oroquieta mantiene a sus lectores informados de cómo el equilibrio de fuerzas en Líbano es totalmente inestable, y si Siria abandona a los suyos –o mejor dicho, lo hacen los baasistas de al Assad– el futuro inmediato sería o la extensión de la guerra, una guerra enrevesada, irresoluble y contagiosa como bien se sabe por experiencia, o la conquista del poder por el partido/milicia/Estado chií de Hizbulá. O probablemente las dos cosas, que a Europa no convienen (aunque quizá a algunos sí interesen). Y por supuesto, una ulterior masacre y éxodo de cristianos, gane quien gane y pase lo que pase. Es feo decirlo, pero la Rusia de Vladimir Putin y hasta el Irán jomeinista hacen más por la paz y al menos lo mismo por la democracia en este caso. Sobre todo, no son hipócritas, cosa que nosotros, quizá por cierta incultura histórica, parece que tendemos a ser.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 26 de julio de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/quiere-usted-dictadura-islamista-mate-cristianos-123184.html