Aborto marxista, aborto racional, aborto progre, aborto liberal

Por Pascual Tamburri, 9 de agosto de 2012.

Alberto Ruiz Gallardon no deja contentos ni a los abortistas ni a los defensores de la vida humana. Demasiado para unos, casi nada para otros.

En Egipto se dice «hacer el cristiano» cuando aquí, popularmente, se dice «hacer el tonto«. Así lo explica Fernando Vaquero Oroquieta, en una carta que los medios impresos han recibido pero curiosamente no han publicado, sobre el ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz. Un ministro que es decididamente cristiano (pero que no debe serlo en el sentido egipcio) .

Cristiano es sin duda también, por propia confesión, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Y no sólo lo es por fe y por práctica, que en su caso no son secreto, sino por contexto y formación. Es alumno de los jesuitas de Madrid (así que, siendo cristiano, no lo es como don Jorge Fernández Díaz), es hijo de José María Ruiz Gallardón, y nieto del Tebib Arrumi, Víctor Ruiz Albéniz (aunque públicamente el suele acordarse más de ser sobrino bisnieto de Isaac Albéniz, que es también más cómodo); y es yerno de don José Utrera Molina, que no sólo es cristiano sino que el pasado 27 de julio dio en ABC una lección de elegancia y de qué es y no es la mediocridad en política. Así que hay ministros cristianos en el PP, lo que no debería ser ninguna sorpresa, porque el PP fue en noviembre de 2011 depositario de las esperanzas de los millones de españoles que quieren seguir siéndolo sin renunciar a la identidad histórica de la nación.

De hecho, el 7 de marzo de 2010, al final de la II Marcha por la Vida, en la Puerta del Sol, el hoy ministro Gallardón dijo, y Hazte Oir nos lo recuerda, que «el PP debe comprometerse a derogar la ley del aborto si llega al gobierno«. Era verdad entonces y lo es más ahora, sobre todo porque justo el ministro de Justicia (que resulta ser el mismo Gallardón) es el responsable de gestionar la herencia socialista de 1985 (la Ley del Aborto que se hizo caber en la Constitución de 1978 y que el Gobierno de José María Aznar, con mayoría absoluta de 2000 a 2004, no derogó) y de 2010, la Ley Aído.

La situación actual en España es fácil de explicar y difícil de aceptar. Hay, en la práctica, un aborto libre y gratuito incluso para menores no autorizadas, con unos teóricos «plazos» llenos de puertas traseras. Un niño en el noveno mes de gestación podría en determinados supuestos ser abortado, y sin necesidad de excusas muy complicadas. La ley de 1985, en la práctica, no era muy diferente, ya que «la salud de la madre», interpretada con buena voluntad, daba espacio para todo. Oficialmente unos 115.000 niños españoles no llegan a nacer cada año, quizá 300 un buen día, y el número sube ya que resulta ser el método anticonceptivo más barato (bueno, postconceptivo, pero dejemos esa explicación para quien deba darla). Eso sin tener en cuenta los abortos provocados por la «píldora del día después», y los que no se declaran. De todos esos abortos sólo 3.000 son eugenésicos (para impedir el nacimiento de niños con enfermedades físicas o mentales, malformaciones, etc) .

Puede haber abortos anticonceptivos (no quiero que nazca el niño). Abortos eugenésicos (no quiero que nazca un niño enfermo, o al que yo o la sociedad consideramos enfermo). Abortos protectivos de la madre (que no quiere serlo). Abortos punitivos (en caso de violación). Abortos marxistas (como los impuestos en China, y en otros regímenes). Abortos liberales (como los libremente ejecutados teóricamente en todo país que reconozca la total libertad de las mujeres sin ningún límite ético objetivo, y la inexistencia de derechos humanos antes del parto). Abortos racionales, como los que Eduardo Goligorsky defendía el otro día, contra Gallardón también, en Libertad Digital en nombre de Karl Popper. Muchos tipos de abortos, todos los cuales admiten una réplica siempre que la vida humana se considere un bien superior y se identifique con la existencia del ser humano.

Lo que no hay es aborto cristiano. Ni poco ni mucho. No es cuestión de dogma, sino de algo que en la tradición europea existe y que en el marxismo, el liberalismo o el indiferentismo, se niega, que es el Derecho Natural. Algo anterior al cristianismo mismo, y que no niega la posibilidad de acabar con una vida por un mal menor, pero sí rechaza la hipocresía de negar que se esté acabando con una vida humana. Por eso, a diferencia de Goligorsky, yo no creo que las diferentes posturas sobre el aborto –diferentes en los partidos, porque luego si uno habla uno por uno del tema con los españoles de la calle, sin prisa, el resultado es otro- puedan congraciarse en un «debate excluyera los argumentos dogmáticos de la Conferencia Episcopal y la cacofonía visceral de las valquirias feministas, y se ciñera, en cambio, a los cánones de la racionalidad«. El feminismo no es más que una vertiente más del progresismo, y yo no puedo llamar racional a una salida que coloque al mismo nivel la ideología que nos ha traído donde estamos y la fe que nos acompañó en muchos de nuestros momentos de grandeza colectiva.

Ni hay aborto cristiano ni puede considerarse un «agravio retroactivo» que un ministro cristiano de un partido basado en el humanismo cristiano cumpla lo que ese mismo partido dijo desde 1985, y los españoles lo sabían al darle democráticamente la mayoría absoluta. En realidad, lo que podría ser un agravio para la idea misma de democracia es que no se cumpliese ese anuncio tantas veces reiterado. Difícilmente puede acusarse a quien defiende la vida de tener «una filosofía tenebrosa de la vida que comparten corrientes de pensamiento de muy diversa filiación«. Y decir que «el hedonismo, la belleza, el placer de los sentidos, son las bestias negras de todos los enamorados del sufrimiento, tanto propio como ajeno» es, además de ligeramente demagógico, pero fácil de encajar en una sociedad de tan ligera cultura como ésta, bastante gracioso si consideramos lo que la cultura europea, cristiana o no, ha creado en su pasado no abortista.

Que los musulmanes sean antiabortistas no es argumento a favor del aborto, como no lo sería en contra que en la Alemania nazi se practicase alguno. Lo que no hay ni puede haber es «aborto cristiano», ni según Pier Paolo Pasolini, estrictamente, tampoco «aborto humano». Ya hemos señalado más de una vez aquí a Pasolini como un hombre ajeno a los esquemas hasta hoy ortodoxos de izquierda y derecha.

Y me repito: «La clave no es que haya o no «demanda social». Lo importante no es el debate entre papagayos leguleyos sobre si liquidar un feto es o no «derecho» y cómo. Lo grave no es que Zapatero haya usado esto para encubrir una crisis que negó y de cuya gravedad es culpable. De hecho, por terrible que sea la crisis y por rentable que pueda ser en las urnas para la oposición, la razón la tiene el ateo, marxista y libertino Pasolini: el aborto en nuestro siglo es una consecuencia de la deshumanización individualista y consumista del hombre, niega nuestra humanidad, convierte ésta en algo relativo o en un bien de mercado. Su gravedad no es inferior a nada y no es matizable. Permitir un solo aborto hoy puede colocarnos a cualquiera, mañana, en la lista de vidas despreciables, no humanas y por tanto suprimibles. No dudemos que el placer miope, la riqueza, los beneficios empresariales, las nuevas y viejas libertades burguesas y las victorias electorales son infinitamente menos importantes que una sola vida humana triturada«.

«Los mezquinos que dudan o matizan son simple basura moral. Como también lo es negar el sentido religioso –mejor dicho, sagrado- de la defensa de la vida del indefenso. Incluso para un comunista como Pasolini no se trataba de una cuestión de ideas, de conveniencia política o de moda, sino de algo sacro que se rompe y se sacrifica en el altar de un sistema corrupto, que llama democracia a lo que podría no ser más que el negocio de unos pocos, el privilegio de una casta y la compra –llamando libertad al consumismo y originalidad al adoctrinamiento- de la mayoría. Incluyendo, ay, también a los que se oponen con altas palabras pero bajos cálculos«.

«Señores políticos, hagan ustedes que les creamos, no sean así. Comprométanse ustedes no sólo a votar contra esta ley homicida, sino a derogarla cuando puedan –lo que precisamente jamás hicieron los muy píos centristas italianos, como había previsto Pasolini– y a hacer lo mismo con la de 1985. Una España sin aborto será una España más libre. Una España con aborto es una España que forja sus propias cadenas«.

Así que si algo se puede reprochar a Gallardón no es que de tantas vueltas a un cambio que en el mejor de los casos permitirá 3.000 vidas más, sino que no arbitre los modos para salvarlas todas: aborto cero y concentración en esas familias de las ayudas sociales dispersas y perdidas. Que sea cristiano, pero no en sentido egipcio. En beneficio de todos esos niños, de sus madres, de sus familias, de España entera y de nuestra civilización, salvo que ésta, decididamente no nos gusta así, como sí gusta a todos los defensores del aborto.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 9 de agosto de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/aborto-marxista-aborto-racional-aborto-progre-aborto-liberal-123512.html