Por Pascual Tamburri, 16 de agosto de 2012.
Alberto Catalán no quiere que haya menos parlamentarios en ‘su’ Parlamento de Navarra, pero sí que haya menos senadores en España. Que recorten otros, vaya.
Curiosa polémica la que tenemos en toda España a propósito de los recortes. La verdad es que no se nos pregunta si hacerlos, sino, como mucho e indirectamente, dónde hacerlos. Si se pregunta a la gente de la calle, en masa contestarán que se empiece por los políticos profesionales, y abundan las estadísticas con datos escandalosos, no tanto de cuánto gana un político en España sino de qué absurda cantidad de los mismos tenemos. Cientos de miles de ellos, además, considerando eso su trabajo desde la cuna a la tumba, y manifiestamente poco deseosos (no digamos incapaces, porque no todos lo son) de reintegrarse al sector privado o a su plaza ganada por oposición (ay) en el sector público.
Quizá por eso no nos preguntan directamente dónde queremos los recortes… tendrían que rodar cabezas (metafóricas) de sus compañeros de oficio, y más allá de las siglas si algo nos han dejado claro en estas décadas es que muchos de ellos están más cercanos de cualquier otro político profesional -compañero y amigo tantas veces- que de la gente que les votó. Pero una cosa es que polemicen, se contradigan y hasta a veces se desdigan, y otra bien distinta que se lleven la contraria a sí mismos. Que es algo que hemos visto en los últimos meses en Navarra.
En medio de los recortes, el PP de Navarra tramitó una propuesta para reducir, dentro de lo posible sin modificar el Amejoramiento, el número de diputados (o sea, de parlamentarios). Hay que pensar que los poderes ejecutivos y legislativos que hace un par de décadas eran de siete diputados forales hoy son de cincuenta parlamentarios y de un número indeterminado de miembros del Gobierno, más asistentes y adláteres. Es diferente, se nos dirá, y sí, es verdad, es diferente: aquellos siete diputados no cobraban sueldo, tenían dietas cuando iban y en general seguían con su actividad privada originaria. No es pequeña diferencia, más en ejemplo que en dinero. No creo que el PP propusiese precisamente volver a aquello, pero vaya, era un gesto.
El gesto fue oportunamente rechazado por todos los demás partidos con representación en el Parlamento de Navarra, con el presidente de éste, Alberto Catalán, a la cabeza. Argumentos muchos; a mí no me convencieron, pero respeto opiniones tan parlamentaristas o al menos a los que las tienen. Eso sí, lo que no se entiende muy bien es que los días pasados la presidenta del Gobierno, Yolanda Barcina, de UPN, haya dejado caer que se estarían estudiando tales recortes, como medida de ahorro y de ejemplo (con los coros posteriores hasta de mi amigo José Iribas… que fue senador, pero antes). ¿En qué quedamos, sí cuando lo digo yo pero no cuando lo dices tú? Muy maduro y ejemplar, sin duda. Por no hablar de que en esto y en mucho de lo otro parece no haber gran acuerdo de base entre Barcina y Catalán, que sin embargo se deben a la misma sigla.
¿Desconcierto? Un poco. Quizá vayan a gestionar esto como la propuesta de reducción del Senado, que curiosamente el presidente del Parlamento de Navarra aplaudió con las orejas mientras defendía que no se tocase el tamaño (y el precio) de su propia cámara. Porque, qué duda cabe, el Senado del Reino es menos importante que una de las diecisiete cámaras regionales, ¿no?
Yo creo que, en efecto, señalar al Senado no es sólo el periquito del loro (en comparación con el derroche administrativo y autonómico), sino que además se ha convertido en una excusa para atacar verdaderas reformas de las que ha lanzado el PP con Rajoy. El Senado, aparte de su utilidad, supone un coste insignificante frente a) el gasto público desmedido de las comunidades autónomas (y forales, se empeña en recordar Rosa Díez) y b) el dispendio de medios públicos por parte de los políticos corruptos, que son una minoría sin duda pero que si no se identifican y castigan arruinan a todos enriqueciéndose ellos impunemente.
¿A quién beneficia una propuesta de supresión o reducción tan contradictoria como la de eliminar el Senado pero mantener en todo su esplendor Cámaras provinciales que hacen el trabajo que antes llevaban entre media docena? A quien quiera conservar alto o altísimo el gasto público regional, ya que de él y de esas instituciones se beneficia, así como hay siglas que de ahí se nutren; y a quien tenga algo que ver con los políticos corruptos. No hay que señalar a las instituciones en general ni a los políticos en general, sino a las instituciones caras e inútiles por un lado (que no son todas, pero sí existen) y a los políticos corruptos por otro (que no son todos, pero sí existen). Unas deben ser reformadas o suprimidas, y los otros juzgados y condenados. Para que no paguen justos por pecadores… y para que no vayamos a una crisis institucional total, que sólo beneficia, más aún que a los enemigos del sistema, a los inoperantes y los corruptos del sistema.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 16 de agosto de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/menos-senadores-pero-parlamentarios-contradiccion-123608.html