Por Pascual Tamburri, 13 de septiembre de 2012.
Recortar era inevitable. Además, según en qué gastos, puede resultar un buen paso hacia las reformas que se necesitaban. Pero un paso no basta: quedan muchos que no cuestan dinero.
En los últimos años del zapaterismo España ha asistido a una aceleración de los cambios educativos. No se trata de que esos cambios fuesen malos para los alumnos y su educación, que lo son, sino de que eranla extensión y profundización de los principios básicos sobre los que se había construido el sistema. Y lo que es malo (miren a su alrededor, damas y caballeros) es el sistema. Así que no se trata ahora de retocar pequeñeces zapateriles, sino de plantear una alternativa (o, si se quiere, de reconocer lo bueno que es lo que tenemos, fantástico sin duda, y ya está, todos alegres y contentos a defender la escuela comprehensiva y todas estas cosas que tan buen resultado llevan décadas dando).
Los alumnos de segundo de Bachillerato ya tuvieron los exámenes extraordinarios de las Pruebas de Acceso a la Universidad. Desde 2010, en algunos lugares ya no hay selectividad de septiembre. En la práctica, tal y como es la selectividad que queda, tiene por supuesto razón Wert, ya que sólo sirve para molestar a los alumnos y no para seleccionar nada. Un examen con fin en sí mismo, y no en la formación de los jóvenes (y en la exigencia a los profesores) .
El historiador Marc Bloch escribió en la clandestinidad –siendo miembro de la Resistencia francesa en la que murió en 1944- duras palabras contra un sistema de enseñanza orientado sólo a los exámenes, «…lo que no debía ser más que un revulsivo, destinado a poner a prueba el valor de la educación, se convierte en un fin en sí mismo, hacia el cual se acaba orientando todo el proceso educativo. Ya no se invita a los niños o los estudiantes a adquirir los conocimientos cuya solidez se evaluará mejor o peor, mediante un examen. A lo que se les invita es a preparar el examen«.
Han pasado muchos años y muchas reformas, las últimas de las cuales han sido entre nosotros bien conocidas por sus pésimos resultados formativos, en todos los niveles excepto la Formación Profesional. Mientras unos rechazan todo tipo de examen en nombre de una mal entendida igualdad (a la baja, no hay otra) otros cifran la calidad en el número de ordenadores y de aparatos, en el gasto educativo, en el papeleo o en los porcentajes de aprobados. Digámoslo de nuevo con Bloch: «algunas instituciones… han desglosado los programas tema a tema y se jactan de haberlo hecho con tanta exactitud que a la mayoría de sus candidatos sólo les plantean preguntas ya tratadas y corregidas«.
¡Magnífico ejemplo de buena docencia moderna! Aparte de los inconvenientes intelectuales, nuestro sistema educativo también culmina –por así decirlo- del peor de los modos posibles: en «el temor ante cualquier iniciativa, tanto por parte de los docentes como de los estudiantes; la negación de la curiosidad; el culto del éxito, que ha suplantado al gusto por el conocimiento; una especie de temor perpetuo y de hosquedad cuando debería imperar la alegría desenfadada de aprender; la fe en la suerte…; y la fe en el fraude«.
Ha empezado a desaparecer la que fue una pieza del sistema educativo. Muchas otras permanecen, entre ellas las decisivas para hacer que aquél sea mediocre o ruinoso según los casos: la presunción –ideológica- de uniformidad en los esfuerzos, inteligencias y vocaciones de los alumnos hasta los 16 años, la nula selección en el acceso al Bachillerato o la elección de estudios superiores más por modas e infundadas suposiciones de éxito económico que por los gustos y capacidades del alumno. Descanse en paz aquella selectividad, pero como también dijo Bloch, «una reforma tímida no será suficiente para enmendar estos vicios«. Harán falta más cambios y seguramente en otra dirección.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 13 de septiembre de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/recorte-retoque-reforma-cambio-tiempo-elegir-124108.html