Money, money, el dinero mueve el mundo. ¿Causa la crisis?

Por Pascual Tamburri Bariain, 29 de septiembre de 2012.

No siempre hubo dinero, pero siempre se comerció y prestó. El dinero aparece y desaparece, y en la historia pasa de ser pecado a única fuente de prestigio. ¿Y qué hemos hecho mal ahora?

Jacques Le Goff. La Edad Media y el dinero. Ensayo de antropología histórica. Director de la serie José Manuel Nieto Soria. Revisión científica y estudio preliminar de Emilio Mitre Fernández. Traducción de María Asunción Serrano García. Akal Universitaria – Historia Medieval, Madrid, 2012. 208 pp. 18 €.


David Graeber. En deuda. Una historia alternativa de la economía. Traducción de Joan Andreano Weyland. Ariel, Barcelona, 2012. 720 pp. 25.90 €. Libro Electrónico (Epub) 15.99 €

«Tenemos todas las razones para pensar que estamos al borde de cambios históricos», acaba de publicar con gran éxito, refiriéndose al sistema económico, el antropólogo David Graeber. Por supuesto, suponer que va a haber cambios dignos de mención en la historia implica conocer ésta; y esta coyuntura de nuestros días, unida a los análisis novedosos de la misma, hacen especialmente fructífera la edición por Akal del clásico de Jacques Le Goff La Edad Media y el dinero. Tanto si uno cree que el sistema económico actual nace o hunde sus raíces en la Edad Media como si uno entrevé en el sistema económico que suceda al actual elementos del pasado, es más interesante que nunca qué hicieron con sus finanzas los padres fundadores de Europa. Que no fueron, naturalmente, ni De Gasperi, ni Adenauer, sino Carlomagno y Santo Tomás de Aquino.

El profesor Emilio Mitre dedica unas agradables páginas a repasar la importancia de Jacques Le Goff en la renovación de la ciencia histórica y del medievalismo en el siglo XX. No es precisamente esto lo que más interesará al lector no especializado, aunque quizá sí le importe saber que las «novedades» dogmáticamente defendidas por bastantes docentes formados escasamente y hace mucho no son exactamente las que hombres como Le Goff introdujeron. Porque si para ellos era importante una visión amplia de las cosas y no sólo los detalles de la historia política en modo alguno despreciaron ésta, ni dejaron de considerarla, como en este caso se ve, un punto de encuentro de las creencias, de los proyectos y de las semillas del futuro.

Le Goff parece creer que «históricamente el dinero crédito viene primero [antes que el dinero lingote], y lo que estamos presenciando hoy es el regreso de concepciones que se habrían considerado de sentido común, digamos, en la Edad Media, o incluso en la antigua Mesopotamia«, coincidiendo nuevamente con Graeber. La cuestión es que, incluso antropológicamente, la Edad Media es un largo período de la historia de Europa en el que no siempre hubo dinero «real», pero en el que siempre la riqueza circuló, eso sí a diferentes ritmos, con diferentes volúmenes y en diferentes sentidos.

Curiosamente, una contribución de Le Goff esencial para nuestros tiempos es señalar que el préstamo, el crédito e incluso el interés tuvieron sus momentos de gloria antes que el triunfo final del metal acuñado. En la Edad Media hubo mercado, hubo instrumentos diversos pero en todo caso sofisticados para la conservación y la transmisión de la riqueza, pero fue justamente el fracaso del crédito en algunas de las crisis, y la reiterada condena moral de la usura (pero no del crédito «limpio»), los que impulsaron la victoria, aunque fue sólo pasajera, del dinero.

Al contar la historia del dinero, o más bien de las monedas, en el milenio medieval, Le Goff explica también cómo y por qué en tantos siglos no hubo una economía capitalista aun existiendo todos los instrumentos técnicos que la habrían hecho posible. No hubo capitalismo en la Edad Media porque moralmente era tan imposible como el socialismo, o más, y porque había sistemas económicos y circulación monetaria suficientes para satisfacer las que nuestros antepasados consideraron sus necesidades y sus metas. Y es determinante la conciencia universal de que la riqueza terrenal es pasajera y limitada: habría sido imposible un sistema económico que considerase ilimitada y eterna la riqueza, o que colocase su posesión a la cabeza de los parámetros de convivencia. Había dinero, había incluso crédito, pero había unos límites que se explican muy bien en el pasado… lo que es profundamente útil cuando una crisis hace repensar los fundamentos del sistema económico actual. Por eso el libro de Le Goff no sólo interesará a los historiadores; podría haber quien lo leyese incluso en una manifestación, si no fuésemos como somos.

No siempre hubo dinero, antes hubo crédito… pero tiene sus límites (como bien estamos viendo)

El antropólogo David Graeber cita a Ernst Kantorowicz al referirse a la idea característicamente «medieval», o sea europea, de la corporación como ser angélico, «persona ficta«, jurídicamente inmortales. Dice literalmente que «ninguna otra gran tradición produjo nada similar». Han cambiado mucho con el tiempo, y aunque son imprescindibles en el capitalismo que conocemos son anteriores a él y pueden darse en otros modelos económicos del futuro, como lo hicieron en el pasado. Con esto, en el fundamento de su tesis, Graeber no hace sino recoger tanto el fruto de las investigaciones de uno de los padres del medievalismo moderno como coincidir con las conclusiones fundamentales de Jacques Le Goff, que quizá no casualmente se ha republicado a la vez.

Nada demuestra la vieja idea liberal y marxista de que el trueque precedió al dinero y el crédito fue en cambio posterior a éste. Tanto la historia como la antropología comparada parecen llevarnos a una precedencia, incluso ritual, simbólica, religiosa, de la deuda sobre la moneda. Naturalmente, el crédito entre personas mortales, limitadas, y con una riqueza pasajera y limitada, es limitado. Las cosas cambian cuando se combinan diferentes elementos técnicos y humanos para hacer posible la existencia de un crédito ilimitado y por tanto la aparición de una riqueza infinita, que lleva cíclicamente a creer en el eterno progreso material y el enriquecimiento ilimitado, y cíclicamente también a crisis de deuda que sólo son superables mediante la ampliación del sistema a nuevas partes de la riqueza real.

Contra la afirmación dogmática ilustrada (es decir, compartida por liberal-capitalistas y por socialistas-marxistas), «la realidad histórica revela…que [Estado y mercado] nacieron juntos y siempre se han encontrado entrelazados«… «Se nos dice continuamente que son opuestos, y que entre ellos se contienen todas las posibilidades humanas reales. Pero es una falsa dicotomía. Los Estados crean los mercados. Los mercados necesitan Estados. Ninguno puede continuar sin el otro, al menos, de manera parecida a las formas en que los conocemos hoy en día«. En este sentido, Graeber no sólo analiza el pasado de la gestión financiera sino que explica su presente y las diferentes formas que en él se ofrecerían… si no se hubiesen instalado como dogmas ciertas ideas que distan mucho de ser indiscutibles o de haberlo sido siempre.

«Ante la perspectiva de su propia eternidad, el capitalismo… simplemente explota. Dado que carece de final, no hay absolutamente ninguna razón para no generar crédito (es decir, dinero futuro) de manera infinita… El efecto inmediato fueron series de burbujas cada vez más arriesgadas que llevaron al aparato entero a estrellarse«. No se trata de negar los posibles beneficios del crédito y de la deuda, sino de entender que poner la riqueza en el centro de todo (materialismo) y hacerla eterna e ilimitada (inmanentismo) genera necesariamente crisis de deuda… cuando la riqueza real no llega ni remotamente a bastar a las necesidades generadas por la riqueza virtual. «El capitalismo no funciona así. Se trata, en definitiva, de un sistema de poder y exclusión, y cuando llega a su punto crítico los síntomas reaparecen, como ocurrió en los años 70: disturbios por falta de alimentos, crisis petrolera, crisis financiera, la repentina toma de conciencia de que el rumbo era insostenible, escenarios apocalípticos de todo tipo». ¿Estamos en uno de ellos?

No sólo en esta crisis, «a los bancos se los rescató con dinero de los contribuyentes, lo que, para entendernos, significa que se comenzó a tratar su dinero imaginario como si fuese real«. No han fallado los gestores del sistema, sino que son debilidades inherentes al sistema mismo. «La crisis del crédito nos ha proporcionado un vívido ejemplo del principio que formulamos…: que el capitalismo no es capaz de operar, en realidad, en un mundo en el que la gente crea que durará para siempre«. Y atención: no se trata de una reproposición del estatismo socialista como alternativa al capitalismo. «Lo que hemos presenciado… es una continua pugna entre dos tipos de populismo (el de Estado y el de mercado) sin que nadie se diera cuenta de que estaban hablando de los flancos derecho e izquierdo del mismo animal«. Leerán con gusto a Graeber quienes quieran entender qué está pasando ahora en las bolsas y los mercados, pero también en las calles y las aulas.

Dicho sencillamente, una vez entendido qué ha pasado, se trata de «cómo pasar a una sociedad en la que la gente pueda vivir más trabajando menos«. Porque la acumulación infinita y eterna de riqueza tiene sólo valor absoluto en una sociedad y una economía que crea en ello, y se crea capaz de crear riqueza virtual ilimitada. Leer a Graeber ayuda a entender, en toda su complejidad y densidad, por qué es posible pensar en una salida de la crisis que implique más un nuevo sistema que un remiendo del existente y fallido. Y por qué en el pasado tuvieron sus razones para considerar la usura, de Aristóteles a Santo Tomás de Aquino, un pecado capital. Ya hubo y puede haber un sistema que asuma la limitación en todos los sentidos de la riqueza.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 29 de septiembre de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/money-money-dinero-mueve-mundo-causa-crisis-124418.htm