Unir Europa siempre tuvo un precio, y no a todos gusta pagar

Por Pascual Tamburri Bariain, 5 de octubre de 2012.

Napoleón Bonaparte, ¿un fracasado? Heredó la Francia convulsa de la Revolución, trató de crear un nuevo orden liberal y capitalista y murió en el exilio. Pero la Europa de 2012 es hija suya

Jean Tulard. Napoleón [Napoléon ou Le Mythe du Sauveur]. Traducción de Jordi Terré. Crítica, Barecelona, 2012. 512 pp. 29.90 €. Libro Electrónico (Epub) 15.99 €

La Revolución moderna –americana primero, francesa después y definitivamente- nace cargada de contenido ideológico y con una visión del mundo suficientemente definida al menos en lo que rechaza. Con muchos matices, más aún que en la precursora Inglaterra, se trataba de liquidar definitivamente el orden político imperante a finales del siglo XVIII y junto a él el orden social, económico, cultural y religioso. No era una sustitución de gobernantes ni un cambio parcial, como podría haber sido una guerra de religión, sino el abandono de todo lo que había servido para construir Europa durante mil años y su reemplazo por la cosmovisión racionalista, materialista y progresista de algunos filósofos. Lo que entonces sucedió nos sigue afectando, porque el sistema que hoy insistimos en considerar en crisis es el que nació en aquel momento.

Dadas las peculiaridades del mundo anglosajón, es de Francia en gran medida de donde procede al menos en lo político y social lo nuclear del sistema que vivimos. Sin embargo, pese a que a muchos no guste, es gracias a Napoleón Bonaparte y a través de él y no de los filósofos, ilustrados o liberales, que el sistema de la modernidad ha llegado hasta nosotros y ha vivido siglos de esplendor innegables, con todos los defectos y errores que se le quieran encontrar. Como punto de llegada de un debate historiográfico de dos siglos, Jean Tulard ha dedicado toda su vida académica a la investigación y reconsideración de la obra de Napoleón y de sus circunstancias, con la voluntad expresa no sólo de entender al personaje sino de comprender su importancia pasada, presente y futura, en una Europa que sin él no se comprendería.

Crítica traduce ahora la síntesis más acabada y accesible de Tulard, reuniendo el fruto de sus trabajos y de los de tres generaciones de historiadores, y haciendo agradable para el lector culto no especialista sus conclusiones respecto a las grandes preguntas desde siempre planteadas. ¿Fue Napoleón más un militar o un estadista? ¿Era liberal o se dejó llevar por las circunstancias? ¿Un genio o el hijo de una fortuna pasajera? ¿Un posible vencedor o un inevitable vencido? ¿Corso, francés o europeo, en su identidad y en sus proyectos?

Tulard recorre, documenta y certifica toda la épica napoleónica, y la asocia al triunfo de una cierta burguesía: revolucionario frente a un Antiguo Régimen apolillado y que no era realmente la tradición milenaria europea, sin complejos frente a fronteras, cambios, instituciones y libertades, pero a la vez conservador del orden social y económico nacido de la revolución. Y así, Napoleón aparece como el institucionalizador, el difusor y el defensor de grandes cambios revolucionarios, la libertad religiosa y moral, el Código Civil y la propiedad como fundamento de toda jerarquía, el difusor de la educación y la cultura, y así sucesivamente. Un Napoleón extremadamente consciente de su propia grandeza, pero a la vez realista en cuanto a la fragilidad de sus conquistas; realista sobre la no reversibilidad de los avances revolucionarios (nunca por tanto un reaccionario), pero también sobre la necesidad de asociar los cambios a la Europa existente, justo para hacer permanentes esos cambios. Y un Napoleón inconsciente de la fuerza de los defensores de la tradición y de la religión y sobre todo de la fuerza de los enemigos que él mismo dio, al extenderla por Europa, a la revolución: extremismo, socialismo y nacionalismo.

No oculta Tulard las contradicciones de Napoleón, sino que las recorre en orden cronológico y temático, sin dejar ninguna cuestión sin respuesta. Puede que no gusten sus respuestas, o que haya otras distintas o más amplias. Pero quien en 2012 quiera una aproximación a los inicios del mundo contemporáneo necesita este libro. También porque la idea de unir Europa con un gran precio económico, nacional y social no nace con la UE sino que su «padre» liberal fue justamente Napoleón, y en 1813 su proyecto chocó en muchos problemas que en esta crisis de dos siglos después seguimos viendo perfectamente vivos. Y necesitados de respuesta. ¿Tenemos entre nuestros líderes estadistas más capaces y ojos más agudos que los de Napoleón I?

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 5 de octubre de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/unir-europa-siempre-tuvo-precio-todos-gusta-pagar-124565.htm