Por Pascual Tamburri, 1 de noviembre de 2012.
Nadie considera ya aceptable ningún acto de terrorismo. Nadie secuestraría a un grupo de niños para defender una idea. Pero el nacionalismo catalán, imitando al vasco, está en ello.
Se acaba de estrenar Argo, el largometraje estadounidense que narra la ocupación de la embajada americana en Teherán, en el año 1979. Los supuestos «estudiantes» tomaron como rehenes a quienes prestaban servicio en la sede diplomática, y se desencadenó una larga crisis en el país y una no menos larga batalla internacional. El rescate, para el grueso de los rehenes, no llegó; y aunque los terroristas no consiguieron (o sí) sus objetivos, los rehenes, sus familias y en general todo el país sufrieron sin necesidad como resultado de una reivindicación extremista en lo ideológico e inoportuna en el momento. Parecía, al ver la película, que estas cosas sólo pasaban en aquel bárbaro siglo XX…
Ahora, en el siglo XXI, ya no necesitamos grupos terroristas para realizar actos de terrorismo. Ahora, en el muy progresista siglo XXI, somos perfectamente capaces de dejar que las instituciones de nuestros muy democráticos y constitucionales Estados sean las que justifiquen a los asesinos (como el Gobierno regional vasco) y que directamente sean esas mismas instituciones las que tomen como rehenes a sus propios ciudadanos, nuestros compatriotas. Y es lo que está haciendo Artur Mas con los catalanes.
Hay en Cataluña más personas que no han votado a Artur Mas que personas que sí lo han hecho. Y esta situación no va a cambiar previsiblemente con las elecciones que vienen. La coalición sacristana de CiU está usando una cantidad anormalmente grande de sofismas como armas de destrucción masiva para retener a punta de urna el nombre y la identidad de Cataluña, de una región de España que –salvo por la ley electoral- no vota lo que el president dice querer.
CiU y Mas están usando ante Mariano Rajoy a todos los habitantes de Cataluña como instrumentos de su política. Tengamos siempre presente que la mayoría de esos habitantes no votan a Mas, y que muy probablemente incluso muchos de los que sí lo hacen no querrán en el fondo las políticas más radicales que el president maneja en público. Aunque sí las quisiesen, nunca hay que olvidar que se van a celebrar elecciones para elegir un parlamento regional, no para tomar ninguna decisión de futuro para el conjunto de España, y ni siquiera para aquella región. Usar esta convocatoria y sus resultados para lo que no son y no pueden ser constituye un acto de piratería política, en la que los nacionalistas catalanes secuestran a todo el pueblo de Cataluña, presente pasado y futuro, nacionalista o no, y pretenden obtener por él un rescate del Gobierno de Madrid.
Es un secuestro, un engaño y un delito el uso de los catalanes por parte de algunos de los que dicen ser sus gobernantes. En muchos países del mundo, por un abuso mucho menos escandaloso de la autonomía contra el Estado se habría suspendido el Estatuto. Y es que difícilmente puede hablarse de un presente mejor que el pasado cuando siete millones de españoles directamente y el resto indirectamente tenemos nuestro futuro en manos de una oligarquía privilegiada, atrincherada en las instituciones y no dispuesta a renunciar a sus prebendas aunque para salvarlas en estos tiempos de crisis hayan de dinamitar la nación. Espero que el secuestro sea un fracaso, que hasta los secuestrados se rebelen y que, en cualquier caso, deje de ser posible en España un espectáculo tan ridículo como el que estamos viviendo, y no sólo en Cataluña.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 1 de noviembre de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/siete-millones-rehenes-catalanes-para-banda–125118.html