A más gasto, peor educación. ¿Recortando mejoraremos?

Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de diciembre de 2012.

El prejuicio materialista y la ideología progre han marcado todas las reformas educativas recientes. Mucho gasto ha llevado a una educación peor. La crisis es una oportunidad de cambiar.

El prejuicio materialista y la ideología progre han marcado todas las reformas educativas recientes. Mucho gasto ha llevado a una educación peor. La crisis es una oportunidad de cambiar.


Felipe Díaz Pardo. Las claves para educar en tiempos de crisis. Cómo transformar las dificultades en estímulo para una mejor educación. Presentación del autor. Toromítico, Jaén, 2012. 190 pp. 15,00 €.

Aunque se haya tenido que decir a raíz de la avalancha y las muertes del Madrid Arena, y aunque lo haya tenido que decir Salvador Sostres, es verdad que educar es (también) «reprimir y decir que no», que «la civilización se basa en la transmisión de pautas y valores y en mantener el rumbo cierto«, que «sin vínculos, sin lecciones fundamentales, ni la fe de nuestros padres, sólo queda lo selvático y barbarie» y que en aquel caso, como en muchos otros, «la primera y definitiva negligencia fue paterna«.

España es un país en el que los políticos, padres y docentes de las dos últimas generaciones estaban (y en buena medida siguen estando) muy contentos con el enorme aumento de volumen y de coste del sistema educativo, dando por supuesto de que «más» equivalía a «mejor». Hay señales de alarma desde hace bastantes años en cuanto a los resultados del sistema, y esos síntomas de emergencia se han multiplicado con la crisis. Una crisis que no es sólo económica sino también de principios y de visión de la vida, y que cada vez más analistas relacionan con la crisis, las carencias, los prejuicios y las miserias del sistema educativo que padecemos.

Felipe Díaz Pardo, profesor y ahora Inspector de enseñanza, explica para Toromítico cómo durante mucho tiempo se ha tendido a enseñar poniendo por encima de todo el éxito material. En España se estudiaba para triunfar, y triunfar era ganar más dinero. El estudio había perdido cualquier valor por sí mismo, la educación y la formación sólo se entienden con un sentido utilitario… salvo si acaso la propaganda de determinadas ideas que la parte progre de los docentes ha conseguido convertir en común e indiscutible. Sólo interesaba el beneficio a corto plazo, a cualquier precio y a ser posible sin mérito y sin ni siquiera esfuerzo. El ensayo de Díaz Pardo sitúa a los educadores de 2012, en medio de la crisis, rodeados de una educación hecha así.

No era sólo, dice y con acierto, sólo un problema de las aulas: el conjunto de la sociedad española había optado masivamente hace un tiempo por el éxito material, también llamado progreso, y el olvido de todos cualesquiera valores que implicasen orden, trabajo, formación o disciplina, también (mal) llamado libertad. Y así, educados (creíamos) en el progreso, el bienestar y la libertad, con medios inmensos, con profesores Dios sabe cómo entrados en su Cuerpo, educamos durante muchos años a los españoles, curiosamente consiguiendo peores resultados objetivos que antes (salvo que nos dotemos de poderosas y zurdas anteojeras ideológicas) y no impidiendo sino que agravando la crisis que esas mismas generaciones están teniendo que vivir.

Buen conocedor de la educación actual y de los clásicos de nuestra literatura, lo que Díaz Pardo plantea no es una queja más sobre lo mal que van las cosas, lo lamentable que es el sistema o lo dura que es la crisis. Dando todas esas cosas por sabidas y ciertas, es un hombre optimista de nuestro tiempo que trata de hacer de necesidad virtud y ver qué puede sacarse de bueno de la crisis en curso. Ya que teníamos un mal sistema educativo, ya que nos negábamos a verlo y nos aferrábamos a él y a todos sus defectos, quizá que nos haya llevado hasta esta crisis y haya que salir de ella sirva para salir con una mejor educación. Podemos más fácilmente ahora hacer los cambios que no quisimos o no pudimos hacer antes, cuando éramos «ricos y prósperos».

No se trata, no puede tratarse, de volver atrás. Es necesario entender las «nuevas características del contexto en que nos movemos: los adelantos tecnológicos; las relaciones personales, familiares y sociales; el fenómeno de la inmigración; la competitividad». Sea así; pero todas esas nuevas partes de la realidad pueden (y ahora entendemos que deben) ser afrontadas desde valores permanentes cuyo abandono nos ha hecho más débiles, más pobres, más ignorantes, más endebles… nos ha dado en suma una educación peor que ahora podemos mejor que nunca corregir, cambiar, abandonar. Lo que no podemos hacer es lloriquear cuando llegan los problemas, las crisis y los dramas, y mucho menos dejarnos llevar por manipulaciones extremistas, como ya ha recordado Fernando Vaquero que hacen entre los estudiantes hasta los trostkistas.

Díaz Pardo es un optimista y hace muy bien en serlo. Es muy lamentable escuchar hoy quejas contra la crisis general y contra el sistema educativo en particular de los mismos docentes y padres que crearon y mantuvieron las condiciones materiales y morales de la crisis y del sistema. Lamentable e incoherente, como lo es ver que se defiende con devoción conservadora un sistema fracasado que nos ha hecho más pobres y que ha creado un futuro peor para nuestros alumnos, sólo porque casa mejor con los intereses materiales de algunos docentes y con los prejuicios ideológicos de algunas familias. Necesitamos optimismo y en este libro de Toromítico hay una buena dosis, proponiendo soluciones y salidas para los problemas… la primera de las cuales será, dice Díaz Pardo lleno de sentido común, aceptar que hay problemas. Un libro bueno y gracioso que merece ser leído por padres y madres, por maestros y profesores, y desde luego por alumnos, especialmente antes de lanzarse a holgar sin saber bien por qué ni contra qué. Con una sonrisa, además.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 14 de diciembre de 2012, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/gasto-peor-educacion-recortando-mejoraremos-126019.htm