Por Pascual Tamburri, 30 de diciembre de 2012.
Aunque sea absuelto, Santiago Cervera ha visto su carrera política liquidada por la pirueta policial de diciembre. Que merece más claridad y más atención, por el bien de la democracia.
Decíamos aquí, antes de que Mariano Rajoy llegase a la Moncloa, que «en Navarra (como en gran parte de España) hay un molesto olor a podredumbre«. La crisis multiplicaba la gravedad de la corrupción, y las noticias y rumores de ésta se convertían en un lastre para el sistema vigente. Los españoles, ya entonces, no sólo estaban perdiendo su confianza en Zapatero, responsable del espectáculo, sino que la perdían en muchos políticos, coautores del drama que tanto tenía de trama.
Hasta el domingo 9 de diciembre de 2012, Santiago Cervera era para la gran mayoría de españoles un simple diputado del Partido Popular notable sólo por ser marido de la exdirectora de RTVE, Mónica Ridruejo, y por haber figurado en algunas quinielas de futuros altos cargos. En Navarra era más conocido, por sus sucesivos cargos dentro de UPN, del Ayuntamiento de Pamplona y del Gobierno de Navarra, a lo largo de décadas, por sus vínculos familiares con la Universidad de Navarra y con algunas instituciones locales y por su papel decisivo en la refundación del PP en Navarra en 2008, cuando el diputado Cervera abandonó las siglas de su vida para seguir fiel al partido de Mariano Rajoy. Entre 2008 y 2009 el PP navarro se hizo a su gusto, contra otros criterios, y su opinión fue respaldada en el Congreso correspondiente. En 2011 Cervera dejó de ser diputado por Navarra y pasó a serlo por Madrid. A partir del 9 de diciembre de 2012, y como resultado de una peripecia cuando menos pintoresca, Santiago Cervera sí fue portada en todos los medios de comunicación. Y su vida pública, se dice, terminó. Pero en una democracia que se precie de ser tal, no puede terminar sin una explicación completa y convincente (y si es posible veraz) de lo sucedido.
Los hechos, según la versión de Cervera, fueron complejos y complicados de encajar, casi necesitados de más datos que la opinión pública aún no tiene. El 29 de noviembre de 2012 el diputado navarro dice haber recibido un mail en el que un remitente anónimo dice tener información comprometedora sobre Caja Navarra y estar dispuesto a facilitársela. El asunto no podía no ser del interés de Cervera, que desde la separación UPN-PP había tenido un continuo enfrentamiento con Miguel Sanz y con muchas personalidades de UPN, del Gobierno y de la sociedad navarra a cuenta de la gestión de Caja Navarra. Una Caja de Ahorros que el Gobierno de Navarra había tenido desde el franquismo como una parte esencial de su patrimonio y de su capacidad de intervención en la sociedad; una Caja con un gran peso de la política, como bien sabía el mismo Cervera desde que había sido Consejero de ese Gobierno. Cervera, en 2009-2012, había sugerido una mala gestión, aunque nunca había presentado una acusación formal y documentada.
El 4 de diciembre, José Antonio Asiáin, presidente de lo que queda de Caja Navarra, dice recibir otro correo electrónico anónimo, en el que le piden 25.000 euros a cambio de no desvelar secretos de la caja. Allí, como en el mail de Cervera, se indica dónde hacer el intercambio anónimo, de documentos en un caso y de dinero en el otro: en un hueco de la muralla moderna de Pamplona, en la zona del Redín. Muchas preguntas surgen de esta situación, aunque casi ningún político y pocos medios han querido hacerlas. ¿Por qué iba a chantajearse a Asiáin, hijo del último subjefe provincial de FET y de las JONS, colocado en esa rentable posición de extrema confianza por el poder político de UPN pese a ser él mismo un muy conocido miembro del PSOE y tras haber sido vicepresidente de Gabriel Urralburu, el primer presidente autonómico de nuestra democracia condenado e ingresado en prisión? Y algo más: ¿realmente Cervera, a quien tantos han supuesto tanta inteligencia durante tanto tiempo, iba a jugarse todo por apenas cuatro millones de pesetas?
Asiáin denunció el correo, como chantaje, a la Guardia Civil, que puso un cebo e inició la vigilancia secreta del lugar. Santiago Cervera, que no vive en Pamplona, aprovechó sus visitas a la ciudad para ir a la muralla (3, 8 y 9 de diciembre), embozado en ropa de invierno. El ministro Jorge Fernández Díaz, que lógicamente fue el primero en saber que un diputado había sido detenido al recoger el paquete (y probablemente supo antes que había sido avistado e iba a ser detenido, si es que no supo algo más antes), llamó a los agentes para pedir «discreción». El domingo 9, Cervera fue efectivamente detenido y el 10 fue portada en todas partes. ¿Esperaba encontrar información comprometedora para los gestores de Caja Navarra o dinero a cambio de su silencio? ¿Era un engaño, y si lo era de quién hacia quién?
En cualquier caso, con la detención la aniquilación política de Cervera era un hecho. En cuestión de horas pasó de ministrable a apestado político. Su vida pública cambió, la privada también. Los que le habían adulado, secundado y encumbrado pasaron de repente a ignorarlo cuando no a calumniarlo o a protestar su propia animadversión. Al margen de la opinión que nos merezca Cervera y que nos hayan merecido sus propias maniobras, sus presuntos amigos se estaban portando como miserables. No sólo con él, sino con la dignidad de la misma política.
Algunos creen que la situación de Navarra aconseja el silencio. Creo, por el contrario, que callar da alas a las peores interpretaciones. Podría haber tenido una palabra a favor de Cervera o de su presunción de inocencia Miguel Sanz Sesma, que confió en él dentro de UPN primero y después dentro de su Gobierno como consejero de Salud después y que se enfrentó con el Consejo Político de UPN en 2003 en su propósito de colocar a Cervera en la candidatura europea del PP. Por una vez, los regionalistas llevaron la contraria a Sanz y optaron por Javier Pomés, y el presidente tomó la cosa como algo casi personal, aquí mismo, en el pueblo desde el que les escribo. En 2008 tanto Cervera como Pomés vinieron al PPN, y empezó un enfrentamiento público innecesariamente áspero entre los que antes habían sido íntimos, Sanz en la presidencia y Cervera en su ascensión.
También haría falta más claridad por parte de las Fuerzas de Seguridad, tan ocupadas como tantos servicios aquellos días. La Guardia Civil ha perdido, extrañamente, algunas de las grabaciones relativas a Cervera y a este asunto. Cervera dice ser la víctima y Asiáin también, y en medio de las dudas la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) ha pedido investigar todos los «errores o imprudencias» que se hayan podido cometer en la custodia de pruebas del caso por el que fue imputado el ex diputado del PP. Aquí las grabaciones, tanto informáticas como de cámaras, van a ser decisivas… y es muy raro que se formatee un disco duro tan importante. Sobre todo porque es sabido que el ministro del Interior estaba siendo informado por el responsable del operativo. O se aclara la cosa o habrá dudas sobre lo sucedido, dudas sobre el ministro y dudas sobre la misma Guardia Civil.
Y es que nuestros políticos dan mucho trabajo extraño a nuestros uniformados. En medio de las tres visitas de Cervera a la muralla, un antiguo amigo suyo, el parlamentario foral Eloy Villanueva, denunció haber sido pateado de madrugada en la zona de bares nocturnos del barrio de San Juan por seis militares del acuartelamiento de Aizoáin (Berrioplano). Al día siguiente de hacerse público el asunto de Cervera el juicio tuvo que ser suspendido. El País ha titulado malévolamente la cosa, y no una vez, «El PP de Navarra deja solo a Cervera«; y la única duda es si prevalece en todo esto la confusión de fondo o la frialdad en las formas, tan impropia de quienes antes tanto y tan bien se quisieron. Parece razonable no reprocharle su silencio a Javier Trigo ni a mí mismo, pero poco a favor de Cervera ha dicho la amiga Ana Beltrán y nada nuestro presidente Enrique Martín. Menos aún nuestro amigo el eurodiputado Pablo Zalba, a quien Cervera y otros sus entonces amigos quisieron en 2009 donde está, y a quien defendieron con pasión y dudosa puntería cuando en marzo de 2011 el Sunday Times le pilló en un traspiés, ofreciéndole beneficios a cambio de retocar una directiva comunitaria. Cervera en 2012, en cambio, se ha visto bastante más solo.
Pero el exdiputado tiene la salida de confiar en los jueces, siempre que a ellos lleguen todas las pruebas y testimonios. Políticamente, lo que más desazón causa en todo esto es la evolución de Caja Navarra, desde la fusión la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona y la Caja de Ahorros de Navarra hasta la situación actual. No es posible que las reiteradas y ponderadas acusaciones de Lorenzo Riezu, más medidas en las formas y con más enjundia que las que usaba Cervera (exdirectivo político de la Caja a su vez, además), queden sin respuesta política, mediática y judicial. Cervera quizá sea un cadáver político, pero el asunto va a dar mucho de sí en 2013, aunque hayan tenido que ser UPyD y Rosa Díez los que, finalmente, presenten una denuncia contra los consejeros políticos que sacaron a bolsa a Caja Navarra – Banca Cívica, incluyendo a Enrique Goñi y a José Antonio Asiáin, y en el fondo a todos los que se beneficiaron económica o políticamente de los últimos diez o quince años de la gestión de la entidad. Por poco grato que sea Cervera, tiene derecho a la defensa y puede que en algo acierte; y si al acertar coincide con UPyD o incluso con los etarras, no será culpa suya (esto no, quiero decir: otras cosas sí), sino de quien hizo mal las cosas, si las hizo mal. Luz y taquígrafos y menos grietas en la muralla, si quieren ustedes defender estas instituciones como son.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 30 de diciembre de 2012, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cadaver-politico-2012-dara-mucho-hablar-2013-126262.html