Soldados españoles: cuando era misión de guerra y no de paz

Por Pascual Tamburri Bariain, 5 de enero de 2013.

Las Fuerzas Armadas pasaron cuatro décadas sin salir de territorio español, y ahora lo hacen sólo en misiones internacionales de paz. Pero no siempre fue así, y recordarlo enseña.

Salvador Fontenla. Los combates de Krasny Bor. Preámbulo del autor. Actas, Madrid, 2012. 332 pp. 22,00 €.

Los españoles menos jóvenes y maduros de hoy no llevan su memoria bélica mucho más allá de la segunda Guerra del Golfo, la de la invasión iraquí de Kuwait en el verano de 1990. España no intervino en la contraofensiva internacional, pero las cosas terminaron con un gran despliegue de nuestras Fuerzas Armadas, incluyendo dos fragatas en el Golfo Pérsico y sobre todo la Brigada Paracaidista en el Kurdistán iraquí en 1991. Ahora puede no parecer demasiado, porque desde entonces casi sin interrupción unidades españoles han participado en misiones de paz y humanitarias en Europa, Asia, África y América, y en siguen en Afganistán. Pero hace algo más de veinte años los españoles llevábamos décadas sin salir del territorio nacional, y las anteriores misiones de grandes unidades nacionales habían sido en operaciones internas (contra el maquis o en defensa de las provincias de Ifni y de Sahara) .

Sin embargo, en el siglo XX hubo una ocasión en la que fuerzas militares españolas salieron, y no fue en misión de paz. Una División española de Infantería se formó con voluntarios a comienzo del verano de 1941 para participar en la campaña de Alemania y sus aliados contra la Unión Soviética. La División Española de Voluntarios, División Azul, 250 para la Wehrmacht, ni fue una ONG ni se pretendió de ella que lo fuese; tampoco se negó nunca que sus miembros estuviesen participando, a todos los efectos, en una guerra. Quizá había entonces menos pudores y menos miedos escénicos. Si hay unidades militares y personal militar es para que participen, en caso de necesidad, en los conflictos que haya. Puede discutirse, desde luego, si gusta o no la misión que tuvieron los españoles en Rusia (aunque sería torpe e injusto valorarlo desde los prejuicios de 2013 y sin considerar el contexto de la época), pero no puede discutirse la lógica de que los hombres de armas ejerzan su oficio al servicio de la política de su país.

La División Azul se formó, pues, para la guerra. Se ha discutido mucho su sentido político, ya que probablemente fue una maniobra de las más inteligentes y polivalentes del franquismo, y curiosamente mucho más comprensible desde la visión pacata de los intereses de España que tenía el mismo Jefe del Estado que desde la visión más amplia o moderna que podían tener personajes como Ramón Serrano Súñer (que la promovió) o Dionisio Ridruejo (que en ella luchó voluntario). No es materia de discusión, en cambio, que aquellos hombres lucharon razonablemente bien dadas las circunstancias del momento. El general don Salvador Fontenla publica ahora en Actas la documentación original del último gran combate de la División en Rusia, la defensa de Krasny Bor en febrero de 1943, y la estudia tratando de comprender la situación en la que se desarrollaron aquellos combates y el uso que las unidades españolas hicieron de sus virtudes castrenses y de los medios disponibles. Fontenla no hace un libro de apologética, sino una descripción objetiva de los últimos combates exteriores de una gran unidad española, hasta el momento. Un recuerdo que no conviene ni perder, ni divinizar, ni denigrar, porque la historia da a menudo sorpresas incluyendo el regreso de cosas que se creyeron acabadas.

Fontenla, que ha tenido él mismo amplia experiencia en el mando de unidades de Infantería ligera en zonas de combate (pero como fuerzas de paz), conoce bien la importancia de la comunicación fluida, concisa y fiable entre los mandos, y también de la fidelidad a los hechos en el archivo de los recuerdos. Por eso lo que hace aquí interesará tanto a los historiadores como a los militares y a quienes, sencillamente, tengan interés en saber cómo se comportaron aquellos soldados españoles en medio de un gran combate. En Krasny Bor, las unidades españolas contribuían en la distancia al bloqueo alemán de Leningrado y al corte de las comunicaciones entre la ciudad báltica y Moscú. Los partes de los jefes de batallón y de compañía, conservados con las anotaciones de sus responsables de Estado Mayor en el Archivo Militar de Ávila, muestran cómo un número muy pequeño de españoles con escasos medios artilleros (en proporción a lo previsto por los reglamentos alemanes y a lo disponible para los soviéticos, aunque mucho más abundantes que lo habitual en la guerra española de 1936) consiguieron cubrir una larga línea defensiva defendiendo posiciones teóricamente perdidas e impidiendo un envolvimiento a gran escala de los alemanes y de los mismos españoles. Los informes tienen la ventaja de no haber sido escritos para su publicación, sino para conocimiento del mando, y tienen por tanto la virtud de la veracidad (junto a obvios problemas formales), y muestran cómo un gran esfuerzo, muchas bajas y una resistencia insospechada –algunos de los defensores, como el capitán Palacios, cayeron prisioneros de los comunistas y permanecieron muchos años en el Gulag- consiguieron suplir las dificultades del clima y de la escasez de medios.

La División Azul no fue muchas de las cosas que determinada propaganda pretendió en su momento que fuese. Tampoco fue muchas otras que otra difamación pretende hoy. Pero ciñéndonos a su actuación militar en esta batalla, es muy cierto que se trató de una Unidad de Infantería ligera española, con unos oficiales masivamente profesionales y expertos, imbuidos de la mentalidad tradicional de la infantería nacional, al menos desde la guerra de 1898 y por supuesto en África y en la Guerra Civil. En este caso, y dadas las circunstancias, la exaltación de la defensa a ultranza, el hábito de sufrir todo tipo de carencias logísticas, de transporte y de intendencia, la costumbre de combatir con pocos medios y frente a masas de enemigos al ataque, incluso la costumbre de construir y defender blocaos y posiciones y de trazar comunicaciones a pie a la intemperie, se convirtieron aparentemente en recursos útiles frente a la ofensiva soviética. Soviéticos y alemanes reconocieron cada uno a su modo las cualidades de estos españoles. Lo cual no convierte por supuesto en moderna ni en deseable el tipo de guerra que hicieron… hicieron lo que pudieron, como otras veces, pero eso no hace indeseable el disponer de medios, ideas y organización modernos y de vanguardia. En Rusia, como antes y como después, se hizo de necesidad virtud, con el riesgo de formar equivocadamente a las siguientes generaciones de oficiales y suboficiales. Un riesgo que (naturalmente) ya no se corre.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 5 de enero de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/soldados-espanoles-cuando-mision-guerra–126264.htm