González sienta cátedra con su revolución educativa

Por Pascual Tamburri, 10 de enero de 2013.

Los madrileños serán libres de elegir escuela o instituto. Y serán públicos los resultados alcanzados por cada centro, de manera que Madrid gana igualdad de oportunidades y ahorra a la vez.

La libre elección de centro escolar es una reivindicación histórica. Desde la Transición española las asociaciones de padres han incluido en el debate educativo un asunto que en otros países parecería evidente: que las familias elijan para sus hijos libremente el centro escolar donde hayan de cursar la enseñanza obligatoria y en su caso la gratuita, y que los alumnos lo puedan hacer ellos mismos en la educación superior. Siempre habían contado con el apoyo del PP, y la izquierda política e intelectual siempre se había opuesto. Finalmente, una generación después, se está cerca de conseguirlo.

La Comunidad de Madrid continúa con Ignacio González (dentro de los estrechos márgenes del Presupuesto) la política de Esperanza Aguirre: más libertad para la gente, tanto por principios como porque es más eficaz. La región de la capital ha procurado ya crear libertad real haciendo libre la elección de médico y de hospital, por ejemplo. Ahora llega el momento de las aulas, donde las consecuencias serán más visibles a largo plazo.

Casi toda la Comunidad de Madrid forma una zona única de escolarización, y será toda sin excepciones ya en el curso 2013-2014. Esto quiere decir que la Administración educativa (en este caso autonómica) deja de decidir ella a qué escuela o instituto debe ir cada alumno, y que los alumnos, en ejercicio de su derecho a la educación y haciendo uso de la parte de medios públicos que en cualquier caso les correspondería, opten por un centro u otro. Al desaparecer la escolarización por zonas estancas, las familias podrán escoger el centro (público o concertado) que más les guste por la razón que sea.

Parece evidente que, garantizando la Administración unos programas comunes (y exigentes, claro), más libertad de elección implicará más calidad real de la enseñanza (calidad real, académica, no burocrática, pedagógica ni demagógica): los centros que resulten más atractivos tendrán más escolares, los menos atractivos tendrán menos. Hay que suponer que las familias preferirán mayor calidad que menor, y en todo caso esta libertad se combina con la renovada autonomía de los centros, que permitirá a cada uno especializarse en el estilo, orientación, nivel y contenidos que prefiera. Alumnos en igualdad de oportunidades escogerán según sus méritos y no según su lugar de residencia ni sus medios el centro que prefieran; y centros con más libertad y más nivel de exigencia para sus docentes y gestores competirán por ser más atractivos, o quizá en otros casos prefieran dedicarse a ofrecer distintos tipos de educación especial.

La libertad, para ser real, ha de estar informada y ser exigente. Esta medida sería una mera apariencia si se permitiese a las escuelas e institutos seguir evaluando su propia calidad académica («somos mejores si tenemos menos suspensos, y para parecer mejores aprobamos más aunque sea hundiendo el nivel»: una tentación que nos ha llevado a la actual situación académica). Madrid anuncia que pondrá a disposición de las familias información relevante sobre todos los centros públicos y concertados. Esto incluirá por ahora información sobre los resultados obtenidos por los centros en las pruebas externas, pero el proyecto de LOMCE de José Ignacio Wert completará el recorrido: si los alumnos son evaluados externamente al empezar y al acabar la enseñanza secundaria, los centros y sus profesores podrán ser valorados públicamente y sin trampa ni cartón. Así, con la información de las reválidas y la que los propios centros den sobre el uso que hagan de su autonomía, las familias elegirán con precisión dónde y por qué quieren matricular a sus hijos (y en el futuro también éstos elegirán con libertad centro de FP o Universidad). Aún más perfecta será la ruta emprendida cuando los profesores sean tales por verdadera oposición de contenido académico y no por ficción pedagógico-burocrática: las familias y los alumnos elegirán si quieren calidad o si prefieren otros rumbos.

No se entiende fácilmente por qué la izquierda se opone a la libertad de elección de centro. Más libertad favorece a todos, pero sobre todo a los que tengan menos medios y a la vez más capacidad y voluntad de estudio: tendrán acceso a los mejores centros posibles en igualdad de condiciones. Esta actitud contradictoria, contraria a la libertad supuestamente en nombre de ella, hace pensar en algunas palabras recientes de Francisco Rodríguez Adrados en su Nueva Historia de la Democracia, hablando de su propia experiencia como bachiller. «¡Qué desgracia, la destrucción de ese ambiente! Para empezar, la supresión del examen de ingreso (y luego el intermedio, tras cuatro años). Yo todavía, en mi época de catedrático del Instituto del Cardenal Cisneros…, he sido miembro de esos tribunales, ante los cuales se hacían los exámenes orales. ¡Lo que sabían aquellos alumnos! Con pretextos sociales, al suprimir esos exámenes se abrió la puerta al ignorante. Fue uno de los pasos para la reducción de los niveles de la enseñanza… El Plan de la República, que era culturalmente conservadora, incluía cinco años de latín… No había llegado el monstruo pedagógico. Fue cosa desgraciada que, posteriormente, su crecimiento (de la enseñanza) fuera acompañado de su hundimiento. Y de la sustitución del ideal de conocimiento por otros varios, gaseosos».

Lo que Ignacio González ofrece en Madrid y José Ignacio Wert puede extender a toda España es, sencillamente, mucho más cercano a la formación de calidad querida por el maestro Adrados que a nada que las reformas y reformillas de las últimas décadas hayan traído. Nadie, salvo anteojeras ideologizadas, puede pretender que este sistema funcione, ni que sea justo, ni que dé verdadera libertad. Ha perjudicado sobre todo a los que más necesitaban calidad y justicia en lo público, a los que tienen menos medios, a los que necesitan una enseñanza especial y no la entelequia de una cruel igualación y uniformación de todos por abajo. Con libertad, cada uno será lo que sus cualidades y su voluntad permitan; para bien suyo y del país. Empezando, parece, por Madrid.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 10 de enero de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/gonzalez-sienta-catedra-revolucion-educativa-126450.html