Por Pascual Tamburri, 14 de enero de 2013.
ETA pide el acercamiento y liberación de sus criminales, mientras sigue su ‘tregua’ y nadie pone fin a la presencia de la banda en las instituciones. Y eso tiene un precio político.
¿Sorprendente? Para nada, es lo normal. Que los líderes y cargos públicos de EH, EA, Bildu, Sortu, (y Aralar, todo junto), o como lo quieran llamar, se manifiesten un sábado por Bilbao, que allí se insulte a España, y por supuesto que se pida no sólo el traslado al País Vasco de los terroristas presos sino también su liberación y la imposición de su proyecto político… es lo que cabe esperar. Así ha sido durante décadas, así se ha consentido durante décadas, y quizá lo del sábado 12 sorprende aún menos a los que ya en otros tiempos vimos a los burgueses jeltzales del brazo de los marxistas de Herri Batasuna. Ningún escándalo señor ministro, no seamos actores; les faltó gritar «vosotros fascistas sois los terroristas» «presoak kalera, amnistia osoa» y «policía, asesina»… pero ya llegaremos, ya.
¿Estará Rafa Larreina a la puerta de la cárcel de Logroño preparado con una estampita piadosa cuando salga Arnaldo Otegi? Por qué no, ahora que todo parece posible (aunque no lo debería ser, y eso sí es un escándalo romano), y desde EA Esther Larrañaga y Joseba Azkarraga se han puesto de ese lado. Que los asesinos etarras cuenten a través de Herrira con el apoyo de Laura Mintegi, Martín Garitano por la industriosa Guipúzcoa, Pernando Barrena, Joseba Permach, Oskar Matute, Juan Karlos Izaguirre supongo que en nombre de la muy pija San Sebastián, Txema Montero, los comunistas Javier Madrazo y José Navas, con Nagore García de portavoz de Herrira, es totalmente normal.
Tampoco es nada sorprendente, ni ninguna novedad, que los mismos del «no a la guerra» demuestren que lo que querían decir entonces y ahora era y es «no a España», pues con los etarras presos estaban Pilar Bardem, Willy Toledo, Joan Tardá por ERC y todos los admiradores de la banda, de ayer y de hoy, venidos de toda España, perdón, Estado español, los músicos Kepa Junkera y Fermín Muguruza, la escritora Toti Martínez de Lezea, los bertsolaris Andoni Egaña y Maialen Lujanbio, el futbolista Mikel Labaka (entre otros), y para poner un poco de elegancia el alcalde de Marinaleda Juan Manuel Sánchez Gordillo de la mano del exdirector de la Unesco Federico Mayor Zaragoza. Todos unidos, desde progrepijos y meapilas hasta los piojos de los perroflautas. Capellanes, por lo demás, nunca les han faltado, y como decía antes parece que ya hay relevo para los cada vez más avejentados jesuitas, franciscanos y capuchinos de las décadas pasadas. Todos juntos, prelaturas aparte donde siempre han estado.
Un mes antes de ganar el PP de Mariano Rajoy las elecciones generales de 2011, la banda terrorista ETA anunció el «fin definitivo» de la «violencia armada». Sean quienes sean los gestores del Ministerio del Interior y de este asunto no ha habido un cambio visible desde la época de José Luis Rodríguez Zapatero. ETA ha dejado de actuar, pero no se ha rendido a la Justicia de España ni sus criminales se han entregado. Sus agentes políticos siguen actuando –buscando la independencia, la liberación de sus presos, la anexión de Navarra… y el socialismo, aunque eso no suelan decirlo-, y cada vez con más aliados, colaboradores y espacio. ETA sigue existiendo, y el problema etarra también. Y sigue pendiente la justicia por todo lo sucedido.
Con Antonio Basagoiti y su equipo hay que reconocer que el PP supo comunicarse mejor con el PNV y con la sociedad «neutra» vasca, es decir, los que en las décadas anteriores habían preferido callar y otorgar por comodidad. Sin embargo, políticamente, al PP vasco ese nuevo rumbo le ha ido francamente mal. Ahora mismo nuestros vecinos están en el entorno de los 100.000 votos cuando estuvieron más allá de los 300.000. Tienen 10 escaños cuando tenían 13 y esperaban haber crecido; en Guipúzcoa son 2. Políticamente tenían un peso dentro y fuera de su tierra que ahora no tienen.
El PNV jugando con Íñigo Urkullu y Josu Erkoreka a moderado y buen gestor de la crisis económica, dejando a todo el nacionalismo a su izquierda la gestión de los proyectos institucionales de ruptura y al PSOE a la deriva… colocan al PP fuera de juego. Y de esa situación no se sale con «más de lo mismo»: no vale normalizar a la guipuzcoana las relaciones con los etarras, no vale que Javier Maroto presuma en Vitoria de sus buenas relaciones con Bildu. Si coqueteando con el PNV las cosas han ido mal, cómo podrán ir si maltratan a sus votantes más fieles y sufridos y quedan a tomar cafés con los etarras.
El secretario general de EA, el también manifestante Pello Urizar, ha dicho con mucho acierto que «no con la finalización de la actividad de ETA se ha terminado todo el problema». ¡Por supuesto que no! Ante todo, sigue habiendo, mientras ETA siga existiendo, terrorismo, y la pertenencia a ETA o la colaboración con ETA son en sí mismas un acto de terrorismo. Hay partidos y grupos de todo tipo que, sólo por eso, podrían ser ilegalizados en este mismo momento. Sería un cambio de política, uno de esos que harían bien al PP a los dos lados del Ebro.
Por lo demás… hay presos, por supuesto que los hay. Lo que pasa es que hay pocos. Si un asesino de 22 personas como Troitiño ha cumplido sólo 24 años de cárcel y está de vacaciones en Londres, qué justicia hay aquí. ETA tiene ahora mismo sólo unos 600 presos, muchos de ellos asesinos confesos y múltiples; cierto es que no pueden cumplir cadena perpetua, pero qué menos que cumplir todas las penas que les fueron impuestas en Derecho, sin rebajas. ¿O el café tiene el precio de un descuento? Es de esperar que no, porque luego tendría un precio político impagable.
¿Es ésta una «oportunidad histórica»? Sí, lo es. Es la oportunidad de convertir la derrota material de ETA en su extinción total, física y política, y en la punición de todos sus crímenes, sin excusa ni pretexto. Entre nosotros sí hay refugiados políticos, pero no son abertzales ni etarras, sino los que en estas décadas han tenido que irse o callarse tanto por la violencia sangrienta de ETA como por la imposición social y cultural del nacionalismo desde las instituciones. Hay que crear libertad, si es necesario privando a los independentistas de su fuerza ideológica como se les ha casi privado de su fuerza asesina. Ellos mismos, saliendo a la calle, señalan el momento: o se les reduce ahora a una triste y breve nota a pie de página en la historia de esta tierra o habrá que pagar un elevado precio político. Y lo que es peor, nacional.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 14 de enero de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cafe-caro-historia–126522.html