Casos sospechosos y estrafalarios de una Educación ruinosa

Por Pascual Tamburri, 21 de enero de 2013.

Ruinosa y arruinada, los portavoces oficiales de la educación española no sólo niegan su fracaso sino que presumen de éxito. Pero basta un buen observador basta para ponerlos en evidencia.

El día de Reyes, Diario de Navarra eligió dedicar su primer dominical del año al presidente del Consejo Escolar de Navarra. No es extraño, porque el proyecto de LOMCE colocará el asunto en la portada durante todo 2013 (con permiso de la corrupción y el nacionalismo), y además porque Pedro González Felipe se ocupa del asunto en una comunidad en la que el Ejecutivo y el Legislativo teóricamente tienen visiones enfrentadas y siguen prevaleciendo en la práctica los dogmas políticamente correctos de las últimas décadas. Los dogmas que han hecho de nuestro sistema educativo… lo que es.

Tras haber sido director de servicio y director general, Pedro González encarna la opinión que sobre la educación tiene UPN y muchas personas de buena fe; y es él mismo una muestra de la apertura y flexibilidad de nuestra educación y nuestra política, en las que ahora mismo puede perfectamente suceder que sea director de un Instituto alguien sin un bachillerato superior, que sea catedrático de bachillerato alguien sin licenciatura o director de Universidades alguien sin doctorado. Un gran cambio en menos de una generación, desde los tiempos del excelente Jesús Laguna a quien despedimos en 2012. El Consejo Escolar y su presidente creen que hay que otorgar más autonomía a los centros (pero habrá que ver con qué condiciones, a qué centros y para qué, porque sobran casos de pésimo uso de autonomías); puede opinarse, como él hace, que sería un retroceso «caer otra vez en dos líneas separadas» de Bachillerato y FP… pero habrá que demostrar qué virtudes (académicas, no ideológicas) ha tenido mezclar, confundir y embarullar esos estudios, sus tareas, sus profesores, sus centros y sus alumnos; puede que la solución para el fracaso escolar sea… aprobar al que no sabe y lograr así mejores porcentajes, o sea, evitar los suspensos y repeticiones de curso al «adaptarse a la problemática de cada alumno y flexibilizar los programas educativos«. Se puede, se puede, pero habrá que explicar con todas las letras que para lograr éxitos estadísticos y tener contentos a ciertos grupos sociales y políticos lo que se hace es reducir los niveles, ya que si un pelotón ha de correr unido lo hará indefectiblemente a la velocidad del más lento de sus miembros.

El debate es desgraciadamente ideológico, ya que ideológicas son las bases sobre las que descansa nuestra educación desde la Transición e ideológica ha sido en buena medida la selección y formación de gran parte del profesorado, sin distinción de izquierdas o derechas como se ve: la izquierda del 68 ha puesto las ideas para todos (y de todo tiene la responsabilidad, aun de la indolencia satisfecha e irascible de sus supuestos adversarios). El debate y las respuestas son un diálogo entre sordos hasta que haya a la derecha, como los hubo en su momento a la izquierda, hombres decididos a modelar un sistema según su mejor modo de hacer las cosas, sin concesiones en este caso a la corrección política de la progresía sesentera. Sin embargo, en El Semanal del mismo día Arturo Pérez Reverte publicaba una pequeña delicia que responde a la mayor parte de las cuestiones del representante de UPN y plantea unas cuantas preguntas que serán difíciles de responder sin un examen de conciencia institucional. Es, efectivamente, un asunto sospechoso.

[Hablando de] «libros de texto escolares… Ignoro si todos tocan el mismo registro, o por una siniestra casualidad cayeron en mis manos sólo raras bazofias. El detalle es que con ellas se forman escolares en España. No sé si muchos o demasiados, pero da igual: con los que he visto estudian miles de niños. Todo lleva mucho dibujito, mucha estampita, mucho colorín. Como envoltorio. Y dentro, unos textos escritos con desgana, sin criterio. Superficiales y sin sentido. Hasta el punto de que su atenta lectura me deja en la tecla varias preguntas. ¿Quién los hace?, es la primera. ¿Nadie es responsable de su contenido?… Porque, aunque figuran nombres y editoriales, este aspecto parece más bien difuso. No queda claro si se trata de autores con implicación directa o de comités de lectura, supervisores apresurados de textos que redactan otros: mano de obra barata que debe cumplir plazos urgentes, negros sin cualificación y sin motivaciones. Porque dudo que gente solvente, seria, con autoridad docente, sea responsable de algunas de las cosas que he visto«.

«Resulta menos evidente en matemáticas, por ejemplo. En disciplinas donde dos y dos suman cuatro. Pero cuando se refieren a lengua, conocimiento del medio y cosas así, el desorden y la aparente improvisación saltan a la cara en cada página. Las ideas básicas se pierden en detalles accesorios, lugares comunes, vaguedades facilonas. La Historia se plantea sin cronología, con absurdos y confusos saltos adelante y hacia atrás que nada establecen. Tampoco hay lecturas, o muy pocas. Ni criterio. Sólo ideas simples sin contexto intelectual, ni contrastes. Los textos se limitan a cumplir, supongo, con programas generales; pero no ahondan en nada. Todo es falto de rigor, sin plan último. Sin establecer qué conocimientos debe tener un niño para entender el mundo en el que vive. Sin estrategia para determinar qué interesa que los niños sepan, y cómo lograr que lo sepan: sólo tácticas oportunistas que buscan hacerlo todo fácil y asumible. Hojeando esas páginas comprendo perfectamente por qué hay niños de trece años que conocen los ríos de Valencia o de Extremadura y no los de España. Por qué ignoran qué es una preposición o un adverbio, para qué sirven y cómo deben usarse. Por qué hemos quitado a los chicos la posibilidad de comprender, y de pensar usando lo que han comprendido«.

«Nadie lo dice porque suena retrógrado; pero cualquier educador serio lo reconoce por lo bajini: ¿cómo es posible que la ley de Educación de 1957, pese a su paternidad franquista, siga siendo -en el país de los ciegos, el tuerto es rey- la más seria y eficaz? [conservando lo esencial del Bachillerato de 1938, además] ¿La que mejor preparaba a los niños en materias generales como lengua, historia, lectura, redacción, literatura, ciencias naturales?… ¿Cómo es posible que en todos estos años de democracia, con dos partidos alternándose en el poder, no se haya llegado a un pacto de Estado en materia de Educación?» [Y cómo no sorprende que algunos de los males que ahora vemos culminar arrancasen ya de la Ley desarrollista de 1970]

«¿Que cada intento de consenso nacional se haya abortado por la vileza política, la cobardía moral, la foto en prensa y el telediario? ¿Que todavía, en este país desmemoriado, absurdo y ruin, haya tontos que sostengan, sin despeinarse, que la actual generación es la más culta y mejor formada de nuestra historia

«¿Quieren saber mi conclusión, con esos libros en la mano? ¿Lo que pienso al considerar que el conocimiento se renueva cada década, pero nuestros textos escolares cambian de año en año?… Pues que a ciertos editores y a quienes eligen esos libros para sus alumnos les importa un carajo la calidad. Todo es banalidad y nada es cultura. Para beneficio, naturalmente, de oportunistas y de golfos. De la educación se ha hecho ideología; y de la ideología, negocio. Vivimos un presente absurdo, sin pasado ni futuro: hemos rebajado la calidad de la enseñanza, y cada comunidad, cada colegio, cada taifa, hace lo que quiere. Nadie combate las faltas de ortografía, la incapacidad expresiva. No se trabaja la lengua, la expresión, la sintaxis, la gramática. Los padres son los primeros en protestar si se aprieta a los chicos en eso. Nadie quiere enfrentarse, comprometerse. En la universidad aprueban exámenes que hace veinte años habrían suspendido en bachillerato. Y así, los chicos llegan a los quince años sin saber nada. Y sin querer saber. Lo que lleva a una última pregunta: los consejeros de Educación, los maestros que eligen esos textos, los colegios, las asociaciones de padres, madres y perritos que les ladren, ¿saben lo que hacen? ¿Tienen un método riguroso, o también en eso, como en tantas cosas, hay cajones que no convendría abrir, por si salen moscas?»

¿Y para qué añadir nada, si Pérez Reverte ya ha tocado casi todos los asuntos que nadie se atreve, por miedo o convicción, a tocar? Ya lo hablaremos en la próxima huelga, en la próxima evaluación o en el siguiente claustro.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 21 de enero de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/casos-sospechosos-estrafalarios-educacion-ruinosa-126676.html