Por Pascual Tamburri, 22 de febrero de 2013.
Empezó con cacerías exóticas y amistades peligrosas. Siguieron los dudosos negocios de un yerno y una Infanta. Ahora la Corona está en boca de todos, y puede pagar el enfado nacional.
El Debate sobre el estado de la Nación ha llenado los medios de comunicación. Pero este primer debate con el PP de Mariano Rajoy de nuevo en el poder ha tenido menos repercusión de la esperada, porque la semana política se abrió con la revelación de los correos electrónicos de Diego Torres implicando al Rey en los asuntos de su familia y con la petición de abdicación por Pere Navarro, el líder socialista catalán. Y se cierra con la declaración del duque de Palma en el juzgado y con José Antonio Zarzalejos sumándose a la idea de una renuncia al trono. Con lo cual la Corona ha sido la protagonista, y no precisamente para bien.
Iñaki Urdangarin es cada vez menos defendible, pero conforme avanza el tiempo es también cada vez menos la figura central de toda esta historia. El duque de Palma comparece otra vez ante la Justicia junto con el secretario de las Infantas, Carlos García Revenga, por el caso Nóos, que no es ni el único ni el mayor que le afecta. En los últimos dos años la Casa Real ha sido completamente incapaz de crear un cordón sanitario que protegiese a la Corona de los efectos de estos y otros escándalos financieros. Diego Torres revela según conviene a su estrategia defensiva datos y comunicaciones de los que sale muy mal parado su antiguo socio, pero sobre todo en los que directamente resulta afectado Don Juan Carlos, con o sin Corinna zu Sayn-Wittgenstein.
En una España en crisis y preocupada –más bien harta y asqueada- por la corrupción en la vida pública, el Rey podría y debería haber sido un referente ejemplar, un modelo de conducta y honestidad, un rayo de luz y de esperanza que justificase con su ejemplo y la de los suyos las bondades del sistema que hoy se discute y que él tanto contribuyó a implantar. Sin embargo, los negocios públicos y privados de la familia Borbón en todas sus ramas y la mala gestión de la imagen y de la comunicación que han padecido colocan al Rey en una situación por lo menos complicada.
Cómo de complicada ayuda a entenderlo más lo que anuncia e insinúa Zarzalejos que lo que pide Pere Navarro. Al fin y al cabo, el PSC-PSOE es un partido republicano de origen que como mucho ha ejercido de juancarlista unos años; pero en cambio que las peticiones y rumores de abdicación se extiendan sin control en el centroderecha político y mediático, en la derecha sociológica y en los medios más conservadores es muy indicativo de la cotización de la Corona: a la baja. Lo que sería preocupante en un país monárquico y lo es aún más en una nación sólo, y limitadamente, juancarlista.
Con todo esto sobre la mesa y a la espera de qué acusaciones e imputaciones puedan llegar a la Infanta Cristina (si llegan) y a su marido, y no sólo, las enfermedades y la condición física del Rey se añaden como un arma de doble filo. En el último año Juan Carlos I ha sufrido tres intervenciones quirúrgicas conocidas, que son siete en los últimos dos años y medio. El próximo día 3 de marzo será operado de nuevo y para ello ha tenido que suspender un viaje diplomático en representación de España a Marruecos considerado de gran importancia.
Reiteradamente, el Rey ha estado incapacitado de hecho para ejercer sus funciones de Jefe del Estado durante mucho tiempo; en pura teoría, esa menguante capacidad sería un argumento más a favor de la renuncia. Sin embargo, a la vez, la edad y debilidad del Rey amortiguan los efectos negativos de los rebotes de escándalos, quizá porque los españoles tienden a veces a la compasión. Las enfermedades, molestas y peligrosas, permiten a la vez ganar tiempo hasta que las aguas se calmen y se verifique, o no, la hipótesis Zarzalejos.
Lo que en cambio no puede esperar es una renovación total de la estrategia de comunicación de la familia Borbón y de la Casa Real. El desmentido, insólito y nunca visto, de los rumores de abdicación no ha hecho más que alimentarlos. Las relaciones grises con empresas e instituciones de Urdangarin, y otras, son un error de libro. Incluso ahora, con un Rey necesitado de atención médica especializada, y aunque en el quirófano estará presente un cirujano teniente coronel de la Guardia Real, no es adecuado irse de nuevo a operar a una clínica privada.
No es fácil justificar la cercanía y populismo de la Corona cuando se tienen gestos tan torpes ante un país condenado a recortes y eternas listas de espera. Y ese país es el que antes o después se quiere legar al Príncipe de Asturias, y quién sabe si a sus hijas, si no se quiere la República de Pere Navarro. Hay amistades, colaboraciones y defensas mucho peores que el más insidioso ataque, como bien han aprendido este año Don Juan Carlos y su yerno.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 22 de febrero de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/rumorologia-urdangarin-cercan-insolito-127364.html