Por Pascual Tamburri, 5 de marzo de 2013.
Sortu, partido de la izquierda abertzale pro terrorista, se constituye legalmente. Arnaldo Otegi, el ‘hombre de paz’, será su líder. Su meta es la de siempre. Sus enemigos más débiles.
El pasado 23 de febrero, mientras Unión del Pueblo Navarro celebraba sus conflictos internos, mientras las juventudes oficiales del PP se reunían en Pamplona tras una agria polémica, mientras al PSOE foral no se le veía ni escuchaba, el entorno político de ETA se reorganizaba en la capital navarra, lleno de optimismo y de oportunidades. Sortu aparece como el nuevo nombre de una vieja realidad. La meta es la independencia, con inclusión de Navarra, y una revolución social y económica que están dispuestos a aplazar para ganar apoyos pero no a anular. El terrorismo, una realidad de la que no se avergüenzan y a la que renuncian por ambición y no por convicción. De hecho, cambian (poco) las formas, pero las ideas, las metas, las cabezas pensantes y el amor a los asesinos presos son los mismos de siempre.
El independentismo socialista vasco ligado históricamente a ETA es legal hace tiempo, una de las más significativas herencias de José Luis Rodríguez Zapatero. En el País Vasco aglutina ya en torno a Bildu y a Amaiur a sus fuerzas tradicionales más los ahora útiles cipayos de EA, Aralar y demás. Algo más confusa es la cosa en Navarra, donde la pelea doméstica entre los huérfanos de Nafarroa Bai no ha terminado. Pero en el triunfal Baluarte construido sobre terrenos del Ejército por Miguel Sanz, frente al monumento a las víctimas del terrorismo, Sortu renace para pedir lo de siempre en el contexto que vivimos hoy, y para que el «proceso» marche sin desviarse.
Un nombre se convierte en símbolo para dar a todos garantías de que con ETA matando o en tregua el «proceso» es el mismo. «Sólo traté de ayudarle a encontrar un empleo digno», dijo Corinna zu Sayn-Wittgenstein refiriéndose a Iñaki Urdangarín, el real yerno vasco. Pero era otro vasco en peor situación el que, coincidiendo con el mismo 23-F, consiguió una colocación envidiable. Eso sí, para cuando pueda desempeñarla, que no es ahora desde prisión. El histórico dirigente de Batasuna Arnaldo Otegi, encarcelado hasta 2016 por enaltecimiento del terrorismo será el secretario general de Sortu. Eso sí que es un «empleo digno» para un hombre del que a menudo han desconfiado los suyos, y que ha dedicado su vida a la revolución marxista y a la independencia vasca, con las premisas de la liberación de sus presos y de la adhesión de Navarra y con los instrumentos del crimen y de los votos, según conviniese en cada momento.
El revolucionario Otegi, un «hombre de paz» según el clarividente intelectual Zapatero, no tiene una historia personal anodina. Fue un militante, no de la ETA ortodoxa sino de los marxistas integrales de ETA político-militar, y un militante tan partidario de la violencia como para pertenecer a la escisión ultraterrorista de ETA pm, la VIII Asamblea. Y aunque era joven no era precisamente un crío. Los que pilotan en la sombra el «proceso» no quieren un nuevo Mario Onaindía ni otro Juan María Bandrés, que convencidos de la necesidad de liquidar el terrorismo aceleraron el proceso de rendición de los polimilis y después de Euskadiko Ezkerra, su sigla electoral. Saben que Otegi no es como ellos.
Otegi se ha convertido en símbolo de varias cosas a la vez. Como veterano polimili, no hay dudas sobre su compromiso con el socialismo real; no es un independentista sin más, ni un izquierdista sin más, sino una garantía de que Sortu mantendrá la «construcción del socialismo», vieja meta del marxismo, entre sus objetivos. Aunque la prioridad ahora sea la otra parte de la «revolución». Como polimili, además, Otegi representa la flexibilidad en el uso de la violencia y/o en la participación en las instituciones. No se trata de la violencia por sí misma, sino de subordinar la violencia a su utilidad para la victoria. Ahora que la violencia parece no ser útil, bien venga la tregua. Pero no la rendición, ni el reconocimiento del mal intrínseco y unilateral de ETA en lo que no dejan de llamar «conflicto» .
Pero Otegi debe su digno empleo, más que otra cosa, a su posición mediática ante su propia gente y ante los demás. ETA y Herri Batasuna tienen una larga historia de direcciones colegiadas y de gran desconfianza hacia los líderes carismáticos. Su masa social tradicional está acostumbrada a participar en los debates tácticos, estratégicos e ideológicos, aunque por supuesto de modo jerárquico. Tienen una capacidad de movilización popular totalitaria al viejo estilo que casi no se conserva ya en Europa; pero los tiempos no perdonan, y lo mismo que las generaciones jóvenes no se movilizan ni se mantienen activas sin usar los medios más recientes, el movimiento nacionalista de extrema izquierda necesita una cara, un nombre de historial impecable hacia adentro y conocido hacia fuera.
Arnaldo Otegi es quizás el primer líder carismático de ese espacio tan complejo que es la llamada ´izquierda abertzale´. Ha contribuido como nadie a mantener unida la grey en los años duros, y en su mensaje a los congregados para fundar Sortu habla de «revolución en la mentalidad». Cambio de táctica, cambio de estrategia, realismo leninista ante un entorno cambiante pero conservación férrea de la visión del mundo y de los objetivos finales. Otegi al frente de Sortu buscará adhesiones amplias, crear un frente revolucionario, primero independentista, para crear un Estado vasco. Luego, aviso a los compañeros de viaje burgueses, el socialismo. Para eso nace Sortu; y por eso quizá el PNV no se fía. Aunque en una España que ha sido capaz de fiarse de la situación agónica del criminal Bolinaga, nada hay imposible. En todo caso el abandono del crimen se subordina a la mejor obtención de unos objetivos que son los de la vieja alternativa KAS. O sea, lo que siempre quiso ETA-pm. Pero eso sí, los partidos constitucionales tienen cosas más importantes que debatir.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 5 de marzo de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/empleo-digno-para-otegi-terrorista-marxista-nunca-arrepentido-127554.html