Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de marzo de 2013.
Publicado en La Gaceta.
Giorgos Katidis, futbolista, capitán de la selección juvenil de Grecia, tuvo la semana pasada la peor idea de su vida. Tras marcar un gol, lo celebró saludando brazo en alto a la grada. Terrible crimen denunciado por todas las instituciones. Imperdonable delincuente que ya ha sido castigado con la expulsión a perpetuidad de los equipos nacionales. Qué menos, ostracismo.
No sé si Katidis pretendía un restablecimiento inmediato del Reich o si era más moderado en sus objetivos. No sé si recordaba el saludo olímpico o el saludo romano, o algo aún más inocente. Pero ha sido sancionado como si fuese un asesino. Ninguna libertad para él.
Decía George Orwell que “uno de los fenómenos peculiares de nuestro tiempo es el liberal renegado… hay una tendencia cada vez más extendida a defender que sólo se puede defender la democracia burguesa con métodos totalitarios. Si uno ama la democracia, dice esa teoría, debe aplastar a sus enemigos sin reparar en los medios… defender la democracia implica destruir la independencia de pensamiento…. Esa gente no entiende que, si se favorecen los métodos totalitarios, llegará un día en que se utilizarán contra ella”.
No importa qué quería expresar Katidis. Si se prohíbe un gesto en nombre de unos hechos del pasado se está limitando la libertad de todos. ¿Es necesario por el bien común? Entonces habrá que sancionar mucho más un puño en alto, una bandera roja, una Internacional, si recordamos los cientos de millones de muertos debidos al socialismo real. Pero ante eso callan.
Un verdadero liberal acepta que “la libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. A propósito de Katidis he escuchado a honestos demócratas intenciones extremadamente antiliberales. Quizá delincuentes tan peligrosos no merezcan ninguna libertad, ¿verdad?
Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de marzo de 2013.
Publicado en La Gaceta.